Desperté a las ocho de la mañana a su lado en el hotel. «La primera de muchas mañanas con ella» pensé. La miré aún dormida, se veía preciosa, como un ángel. Prendí el celular y me senté en el borde de la cama. Tenía muchas llamadas perdidas de Mike, le llamé, todo en voz baja, para no despertar a Luz.
—¿Bueno?
—¿Alex?
—Sí… ¿Qué pasó?
—¿Por qué…? —se le cortó la voz—, ¿por qué no contestaste ayer?
—No tenía batería… ¿Todo bien?
—No, Alex, no todo está bien.
Sabía que Mike no bromearía nunca y su voz cada vez se oía peor.
—Hermano. ¿Qué pasó?
—Bárbara… Bárbara tuvo un accidente ayer. Después de que salió de la fiesta…
Me tapé la boca y sentí un golpe en el hígado por las palabras.
—¿Cómo…?
—Chocó, un tipo iba ebrio y la golpeó de frente en el auto.
—Mike, ¿Dónde está? Voy para allá.
—Alex…
—Mike, necesito que me digas qué sucede.
—Alex. Barbie murió —escuché a Mike llorar.
Se me cortó el corazón.
—¿Dónde te veo?
—Estaremos en su casa a las cinco, su mamá quiso hacer como un homenaje a Barbie.
—Mike, dime que es broma.
—A las cinco, Alex.
Colgué el teléfono y traté de no llorar porque no sería bueno para Luz.
—¿Quién era, amor?
—Mike, mi vida.
Volteé, Luz sonreía como nunca.
—¿Qué dice?
—Solo… solo preguntó cómo seguías —fingí una sonrisa hipócrita.
—Siempre tan considerado ¿y Barbie? Espero que ya se sienta mejor.
Sonreí, tratando de callarme totalmente para no hacerla sentir mal.
—Sí, debe estar mejor.
La dejé en su casa y fui a casa de Barbie. A las cinco. No era buen momento para que Lucía se enterara de eso. Mike estaba afuera, sin fumar, sin moverse, lo vi, me vio y me abrazó llorando.
—Era mi mejor amiga, Alex.
—Sabes que siempre será muy importante para mí… —Lloré también.
—No lo dijo con esa intención. Te lo juro, ella quería mucho a Lucía, enserio.
No supe qué decir. Me dolió el corazón brutalmente. Poco a poco llegaron todos los amigos de Barbie, nunca imaginé vivir para ver ese momento. Sus padres me abrazaron, siempre me habían considerado parte de la familia y yo siempre los había querido mucho también. Entré a su casa, todo era gris, el sillón donde alguna vez hicimos el amor, la mesa donde poníamos el café y el piano que nunca aprendió a tocar bien, sobre la chimenea, su foto.
—Siempre vas a ser mi Barbie. Gracias por ser siempre tan maravillosa —le hablé a su foto y no pude evitar llorar—. Siempre fuiste la más increíble de nosotros y no sé cómo agradecerte por todo, por todo, mi Barbie. Debí ser yo, no merecías esto.
Mike me miró con lástima y dejó de llorar. Nunca entenderé como ese bastardo logra ser siempre oportuno, siempre valiente, siempre Miguel. Me sacó de la casa casi a fuerzas, nos sentamos en mi auto. Yo en el asiento del pasajero y él en el del conductor, nos sacó de ahí.
—Yo debí morir en vez de ella, Mike, ella no lo merecía —lloré.
—Definitivamente no lo merecía pero estás vivo y la teoría de las cuerdas nos dice que eso no sucedió al azar. —Mike levantó un segundo su celular y envió un mensaje, luego lo aventó por la ventana.
—¿Qué haces? —pregunté, casi gritando cuando lanzó su celular del auto.
—Me lo cambian en una semana, sacando mi ira, Alex.
—Mike, fue mi culpa, te juro que…
Mike se detuvo en seco en una esquina donde aún habían pedazos de vidrio roto y de plástico de un auto rojo.
—Mira, Alex. Hoy no tengo filosofía de mierda para nada, las cosas están así. No vas a cambiar nada lloriqueando, si quieres que lo que le pasó a Barbie no haya sido en vano, vas a tener que encontrar el modo de que haber sobrevivido y quedarte con Luz honre lo que le pasó.
Nos bajamos del auto, tomé del suelo un pedazo de cristal roto. Mike agachó la cabeza.