Cien cartas perdidas

El lago Teles



 

Hago un bollo el papel que tenía estupideces, por supuesto que no entraría en el juego de alguna persona aburrida y con ganas de molestar. Atenerme a las consecuencias, que tanto me conocía ese desconocido para amenazarme indirectamente, claramente nada. Esa persona con letra horrible no me conocía nada ¿Qué persona coherente y sana le haría caso a una tontería? Claramente yo sí, porque no soy una persona muy sana que digamos. Si esa persona decía conocerme, estaba jodida, demasiado jodida. ¿Quién era y porque a mí? ¿Por qué ahora?

Mi llegada al gran pueblo Crowdly Ville habia sido hace tres meses ya, donde no interactúe con nadie y solo iba de aquí para allá descubriendo los bellos paisajes que el lugar tenia, dignos de una pintura, pintura que realice. Por eso la primera pista para buscar la segunda carta no se me dificulto, por eso me extraño ¿acaso el desconocido sabía que yo pintaba?

Deshago el bollo y lo releo una y otra vez, a la sexta mis manos están temblorosas y la sensación de nervios crece en la boca de mi estómago, generándome malestar. Me acuesto boca arriba, sobre mi cama, y respiro hondo. ¿Qué tan malo sería adentrarme en esta travesía? ¿y qué tan malo sería ignorarla? ¿Si lo ignoraba pasaría algo a E. R? Pensé en esas letras, muchas personas podrían llevarlas y yo ni siquiera darme cuenta de ello.

¿Y porque me llamaba Paraíso? Nadie en mi vida me habia puesto ese apodo, sino más bien, me habían hecho bromas al respecto. Mi nombre es bastante peculiar, mi madre se habia encargado de elegir uno que poco se use y todo por sus creencias. No es feo, pero hubiera preferido uno más normal, como: Julie o Olivia.  Poco lo usaba ya que me invente mi propio nombre, al conocer personas me presento como "Naim", cuando entrabamos en confianza me ponían apodos como Nai. No tenía un significado, un día lo leí, me gusto y comencé a utilizarlo. Mi madre se habia enfadado un poco al principio, decía que mi nombre no tenía nada de malo y era bonito, pero ella no vivía las contantes burlas, jamás pude convencerla de que me lo cambiara o me llamase asi. 

Volviendo a la locura de las cartas, dentro de mi cabeza habia una gran pelea entre las voces. Algunas decían que me arriesgue a la aventura y las otras decían que estaba loca si aceptaba, que podría tratarse de algún lunático que me violaría. No escuche a la parte coherente, solía ser bastante dramática y era un poco pesado. Además, si me aburría podría dejar de buscarlas y ya, las quemaría y tema olvidado.

Decidida me pongo de pie y tomo una chaqueta que estaba en el suelo, bajo las escaleras para encontrarme a mi madre centrada en su lectura. Le doy una sonrisa de boca cerrada y me siento a su lado, apoyo mi cabeza en su hombro, acción de "Estoy a punto de pedirte algo y dirás que sí".

—No saldrás— hago una mueca que ella no logra ver, no pensé que iba a tomarse tan enserio lo de no salir.

Según ella ya habia estado demasiado tiempo en la calle, hasta habia llegado a desconfiar de mí y obligarme a decir donde voy. Podía entender un poco su miedo e inseguridad, tener una hija como yo no era fácil.  Suspiro, me preparo para la actuación.

—Yo realmente lo necesito, iré a donde siempre y dibujare un rato, no volveré tarde— mi voz sale temblorosa, demostrando la tristeza y el pedido de auxilio en ella. Su cuerpo se tensa, me envuelve en sus brazos y respira hondo.

—Mándame un mensaje cuando llegues y cuando estés volviendo— le doy un sonoro beso en la mejilla y me pongo de pie alegre, subo corriendo para buscar mi maletín de arte y vuelvo a bajar.

Aun no tengo licencia de conducir, digamos que por mi examen psicológico no es recomendado, así que debo esperar el autobús. A las cinco y media me bajo del bus, camino hasta la entrada del puente que te dirige al lago, el gran cartel de "Lago Teles" me recibe. Es abierto al público en todos los horarios, tiene un pastizal tan vivo y unas flores moradas preciosas, los árboles en esta época desprenden sus hojas, todo queda teñido de hermosura. Llego exactamente cuando el sol se oculta en el oeste, no me freno y voy directo al área de flores moradas. Me las quedo observando pensativa ¿Dónde debo escarbar? Saco la carta arrugada de mi bolsillo y la releo... "No hay belleza que la iguale", sé que habla de las flores, porque sin duda son preciosas ¿pero tendré que arruinar esa majestuosidad?

Sigo observando las flores, una y otra vez hasta que caigo en cuenta que, hay una flor marchita, y tal vez sea donde se oculta la carta. Temerosa me acerco y escarbo en la tierra húmeda, el frio me hela y me hace tiritar. Mis dedos entumecidos tocan una bolsa plástica, tiro de ella y la tengo frente a mis ojos. No me equivoque. Dentro de la bolsa hay un sobre, el mismo sobre en el que venía la carta uno. Me aplaudo por mi inteligencia y me acerco a una banca para leer

¿No pasara nada si la leo en público?

Allí en la desolación del lago teles, donde el sol se esconde en el occidente, abro el sobre y me dispongo a leer.




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