Cien cartas perdidas

Nadie mas que nosotras dos

La carta dos me habia dejado un mal sabor de boca y habia despertado sensaciones que no quería, fue como si me hubieran dado con una demoledora. En tres días solo pude dormir cuatro horas, una locura para algunos, costumbre para mí. Las ojeras predominaban en mi rostro, mi mirada estaba apagada y tenía cierta similitud a un ente. Caminaba a paso lento, encorvada y en mi mundo de música clásica.

Sin duda esa clase de música me relajaba, me transportaba a otro universo.

A pesar de haberlo deseado, no tuve un choque cliché con ningún chico malo, ni con mi futura alma gemela. Ya habia pasado un buen tiempo desde la última vez que toque un libro de romance, eran aburridos y típicos. Últimamente era más de una lectura de terror, misterio, suspenso, policiales y ciencia ficción.

Apoyo la frente en mi casillero respirando profundamente ¿Cómo mierda iba a saber dónde sentarme? Miro el reloj de mi muñeca para darme cuenta que estoy llegando tarde a la clase, el profesor iba a matarme y no me dejaría entrar. Apuro mi paso, entre tanto mi mente habia creado una especie de escena de película y la música acompañaba el momento, se me hacía un poco cómico. Me detengo frente a mi aula, me rio un poco y toco la puerta antes de entrar. El profesor se molesta por mi llegada tarde y repite una y otra vez que, no quiere que vuelva a suceder. Mierda. Obviamente no iba a poder elegir mi asiento “correcto” como la carta lo pedía, porque todos estaban ocupados: el único libre era al fondo en el medio. Avanzo bajo la mirada atenta de todos mis compañeros, me observan sin poder creer lo que ven y eso me extraña.

La clase pasa siendo un aburrimiento total, desde mi vista puedo observar las mesas de los lados ¿Dónde se supone que pondría la carta? Hice el intento de abrir el pupitre, pero no era uno de esos. Mis manos se pasean por la madera interna del banco y siento un plástico. No me jodas. Esta sujeto junto a cinta, por lo que debo arrancarla poco a poco, me cuesta ya que no tengo uñas, a causa de morderlas tanto. Un largo rato después, al igual que en el lago, tengo una bolsita plástica con dos cartas dentro.

Esta vez, E.R, puso dos cartas juntas, como en la primera vez. Dudo de abrirlas aquí, donde todos pueden verme, así que me limito a guardarlas en mi mochila y seguir escuchando la aburrida clase de Geografía.

 

Quería irme, el aire comenzaba a faltarme y la presión en mi pecho se hacía cada vez más grande. Tal cual el desconocido dijo, Blake Carter se presentó a mis espaldas e intento coquetear conmigo. No fue eso lo que me molesto, en su mirada habia algo familiar y perverso, también habia culpa. Habia podido leer al chico, porque era un libro abierto. Cuantos esas sensaciones chocaron contra mí, me provoco un gran malestar y así llegábamos a este momento.

Cierro mis ojos, mi corazón está a punto de salirse de mi pecho y las voces no paran de hablar, quiero que se callen, porque me están ahogando. Me hago un ovillo en el césped húmedo, mis manos tironean mi cabello e intento recuperar el aire, parezco un pez fuera del agua. La música sonando desde mis auriculares dramatizan el momento, mi mente se distrae en eso y así estoy un gran tiempo tirada en el suelo sin que nadie se haya acercado a ayudarme.

Y eso no me molesta, siempre fuimos y seremos las voces y yo.

 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.