Cien cartas perdidas

Escena del crimen

 

El corazón me palpita fuerte, parece a punto de salirse de mi pecho; un nudo se me formo en el estómago y las náuseas me invadieron. Las voces se habia multiplicado a tal punto de ser imposibles silenciarlas, se reían de mi e intentaban enloquecerme.

Maldita la hora que acepte entrar en este estúpido juego. Maldito E. R y su intento de querer joderme si me salía, saben que, que le jodan a él.

Estoy fuera.

A pesar de que todo mi cuerpo tiemble, negado a salirse del juego, mi mente se convence de que es lo mejor. Así que decidida camino a la cocina en busca de un encendedor, mamá solía esconderlos de mí y tarde en encontrarlos, luego tomé el alcohol del botiquín y subí al baño de arriba.

Por recomendaciones médicas no se me permitía tener baño privado, ni tampoco puertas cerradas o pestillos, si una no tan locura, no me molestaba mucho, pues solo éramos mamá y yo, ella tiene el piso de abajo y yo el de arriba.

Cierro la puerta, abro la ventana para que el olor y el humo no llenen la mediana habitación. Tiro las cartas dentro de la tina y las mojo en alcohol, sin dudarlo hago chispar el encendedor y la llama aparece, la acerco al papel húmedo y la flama no tarda en aparecer. Ante mis ojos los papales se convierten en nada, abro el agua de la ducha y termina de llevarse los restos.

Me golpeo el rostro con la mano al darme cuenta de la gran estupidez que acabo de cometer, en la tina se extendía una gran mancha amarillenta dejando evidencia de que las cartas alguna vez existieron y no fueron producto de mi imaginación.

Carajo.

Corro escaleras abajo para buscar productos de limpieza y un cepillo, algo que me ayude, mierda y más mierda. Estoy una hora intentando limpiar lo que arruine, pero la mancha no se va con nada. Rendida dejo todo en su lugar y hago como si nada hubiera pasado, esperando que cuando mamá llegue no se dé cuenta mi estupidez.

No puedo evitar ponerme nerviosa cuando llega, pregunta cómo fue mi día y que estuve haciendo, el nudo reaparece al verla ordenar un poco la casa y subir a mi habitación para buscar ropa sucia o algo por el estilo. Se queda parada en el marco de la puerta con el ceño fruncido.

Ya te descubrió.

Ya nos descubrió.

—Hay olor extraño— trago duro cuando se adentra más en la habitación, que no salga y que no vaya al baño ¡por favor que no! —Creo que viene de afuera— y cierra la ventana, todo en mi interior se remueve, solo me encargo de actuar y no delatarme.

Sale de la habitación, se detiene a mitad de pasillo, levanta los hombros y sigue caminando como si nada hubiera pasado. Al verla bajar las escaleras, suelto un suspiro de alivio y me adentro en mi habitación para poner un poco de música.

Tanta tensión no me hará bien y eso no es bueno.

Para nada bueno.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.