Cinco Elementos. El Viaje de Antorique.

8. Es de buena educación escuchar los consejos de tus mayores.

8.

—Bueno, bueno, Octavio. ¡A comer! —dijo Tori estirando el brazo que tenía libre y soltando un bostezo.

—¡No hacen 2 horas que salimos del templo! Aunque, es cierto que estamos forzados a volver a dejar lo recolectado antes de continuar hacia la otra mitad del pueblo…

—¿Lo ves? Volveremos, comeremos, dormiré una corta siesta de tres horas, y retomaremos el trabajo forzado luego. ¡Ah! ¡Ya no me queda tabaco! ¡…Aaatchús! —Octavio miró al cielo pidiendo paciencia luego de escuchar a Tori. El vagabundo continuaba hablando despreocupadamente como si pudiese poner las reglas, y, ni hablar de su ridícula contradicción entre la necesidad de tabaco y la alergia.

Ambos varones caminaban con los canastos llenos, luego de recibir la donación del Señor Green. El bolsito cruzado de Octavio estaba también en su límite. Tendrían que obligatoriamente volver a desocuparse de carga antes de seguir.

—Y… ¿De verdad puede usted lanzar bolas de fuego? —preguntó el acólito, quién llevaba ya unos minutos intentando decidir entre hablar o no del tema.

—¡Oh! Si pudiese hacer algo así hubiese reducido a cenizas a la pequeña sicópata y a su enorme bestia cornuda…

—…Eso es horrible —Octavio respondió con una mueca de asco.

—…Aunque tal vez hubiese sido buena idea excluir esa sombrilla ¿Cuánto oro se le podría sacar con los mercaderes de acá?

—¡Ah! ¡Me rindo! ¡Es usted despreciable, no hay otro nombre para…!

—Cuando el tipo que me enseñó confirmó que mi naturaleza elemental era el Fuego, lo primero que pensé fue en lanzar una enorme bola de ardiente destrucción y conquistar Nova Orda. Luego me enteré de las polaridades Yin y Yang, y de que cada persona desarrolla maneras diferentes de proyectar su Qi…

—El tipo que le enseñó… Algo así como ¿Su Maestro? —Octavio pronunció esta última palabra con resquemor. “Maestro”, era una palabra inmediatamente relacionable con las naciones orientales, y por consiguiente Feng.

—…Y de que conquistar Nova Orda no tendría mayor sentido. Al menos no quemándola ¿De qué me serviría un país hecho cenizas?

—…

—¡Ah! Maestro… No. Algo así como un instructor, supongo. El muy jodido tiene mi edad, y la suerte de ir a Feng constantemente —Tori hablaba con una sonrisa divertida de aquel instructor suyo, a pesar de lo rudo de sus palabras.

—O sea que sí tuvo un Maestro.

—No. No puedo llamar maestro a un tipo sin larga barba ni pobladas cejas canosas… Ni ojos rasgados. Pero sí es un sujeto divertido, tal vez con el tiempo su barba se vuelva cana y sus cejas pobladas… Espera, sus cejas ya son enormes, solo les falta el color…

—Es usted rarísimo.

—No Octavio, yo solo soy un viajero. Oh, necesito fumar.

—…Un viajero rarísimo.

—¿La sicópata del Toro te parece normal? ...Tengo sueño.

—…Ah, no. Ella también…

—¿Sabías que podía usar plantas para satisfacer su sed de sangre? ¡Aaaatchús!

—¡Para nada! Cuando la conocí…

—…Te enamoraste —interrumpió Tori para luego largarse a reír. La cara de Octavio comenzó a arder.

—N—No…

—¡Ja! ¡Predecible adolescencia!

—¡…Me rechazó antes de que pudiese decirle “Hola”! —Octavio subió el tono de la voz y su expresión tomó una molestia infantil e inocente— Quiero decir ¡¿Qué clase de persona asume de antemano que es atractiva o que alguien va a intentar declarársele o invitarla a salir?!

—Así que ibas a invitarla a salir. No eres tan miedoso como pareces, Octavio…

—¿Parezco demasiado tímido?

—…Esa niña está absolutamente loca.

—¡Ah! Eso… —Octavio miró al suelo, recordando con cierta tristeza.

—¿Sabes qué, Octavio? —Tori habló intentando sonar sabio— Cuando te gusta una mujer y te rechaza, en retrospectiva tienes suerte, pues más adelante te fijarás en otra y pensarás “¿Qué hubiese pasado si la anterior fuese mi novia?” o peor aún ¡Tu esposa! Entonces agradecerás haber sido vilmente rechazado, vapuleado y humillado. Así, cuando vuelvas a ser cruelmente despreciado has de pensar “Mejor así, podré fijarme en la siguiente sin culpa”.

—¿Y luego? —preguntó Octavio interesado.

—…Repetirás el proceso, por supuesto.

—¡Pero siguiendo esa lógica estaré eternamente solo!

—Así es. —Tori asintió rascándose la barbilla, con los ojos cerrados y el ceño fruncido.

—¡Eso no tiene ningún sentido!

—Claro que sí Octavio, por eso soy un hombre soltero.

—¡Ese es justamente mi punto! ¡Además, se me ocurren mil razones por las cual un sujeto como usted será eternamente soltero! ¡Pensé que estaba intentando ayudarme! —Octavio habló enojado, pero en el fondo sintió cierta empatía por el vagabundo por primera vez desde que le conoció.

—¡Hey! —Tori indicó con la mano un pequeño puesto de comercio que vio a la distancia—. Voy por algo de tabaco, dame un par de minutos —agregó entusiasmado entregándole su canasta con provisiones al acólito.

—¡Ja! Le espero —respondió Octavio negando con la cabeza pero con una inevitable sonrisa en la cara. Quizá el Vagabundo no era una tan mala persona después de todo. El acólito le observó correr con su pequeña bolsita de monedas a comprar su vicio— ¡…! ¡Espera! ¡Bolsita de monedas! ¿CON QUÉ DINERO FUE A COMPRAR? ¡Está usando las donaciones! ¡En qué minuto pensé que este sujeto podría ser de confianza…! —El joven acólito inició su carrera para seguir al vagabundo inmoral, sin embargo chocó en el pecho de otro sujeto que recién se hacía notar.

—Bueno, bueno. Acólito de la Hermandad. Vas a entregarnos pacíficamente la comida y las monedas. Nos largamos de este pueblucho y necesitamos provisiones. —Cinco hombres adultos, refugiados de la diligencia, de los que decidieron pernoctar en la posada -incluyendo al dueño de la accidentada carrocería- comenzaban a rodearle amenazante.

—…Oh, por supuesto. Siempre puede ser peor —dijo Octavio en voz baja, una vez más lamentando su suerte.



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En el texto hay: fantasia, viajes, magia

Editado: 25.04.2024

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