Cinco Elementos. El Viaje de Antorique.

21. Los combates entre espadachines suelen volverse sangrientos.

Castellanos escupió sangre antes de volver a hablar.

—Entiendo… Desde el comienzo su objetivo era permitirte rodearme sin que yo o alguno de mis reanimados te notase… —el antiguo Espada de la Fe se expresaba con dificultad—. Sin duda he de elogiarles, sobre todo tu capacidad de pasar desapercibido, Marco de Luca…

—Hablas mucho —dijo Marco en seco retirando sus Cinceles de Emérico del cuerpo del demonio, provocándole otro violento brote de sangre por la boca, esta vez también sangrándole ojos y nariz.

—…No tengo la oportunidad de hablar mucho ¿Sabes? —continuó Castellanos intentando darse la vuelta para quedar de frente a Marco—. Además… Ustedes…

—Silencio, demonio —Marco continuó con su tono seco, y en un milisegundo de alerta instintiva —que asumió era producto del último movimiento de su oponente— cortó rápidamente la cabeza del susodicho, haciendo volar esta por los aires y rebotar a un par de metros.

—…Soy yo el que no pertenece a este reino, y sin embargo ustedes ignoran tanto de los humanos… —dijo con dificultad desde el suelo la cabeza suelta de Carlino Castellano, con una sonrisa grande que hasta parecía compasiva.

Ante la expectación de sus compañeros, Marco concluyó que su mejor curso de acción era acabar con la cabeza parlante. Ya que, si bien el fenómeno no era extraño tratándose de un demonio, no dejaba de parecerle inquietante.

—¡Marco aléjate! —gritó de pronto una alarmada Caterina. Marco paró su avance y saltó largo hacia atrás en un movimiento felino.

—¡Hasta que uno se dio cuenta! —exclamó la cabeza del demonio antes de desintegrarse —junto con el cuerpo que aún se mantenía en pie— de manera violenta, como si de una explosión se tratase.

Marco pudo observar de cerca como lo que previamente fuese el cuerpo de su enemigo, ahora era un conjunto de tierra, carne, uñas, huesos, cabellos, pieles de animales, rocas, hojas y otro sin fin de componentes sin relación evidente entre ellos, que desde el aire comenzaban su descenso natural hacia la tierra. Notó también que la sangre de Carlino que manchase anteriormente sus Cinceles era ahora una repugnante conjunción de fluidos y partículas que antes de esfumarse lograron corroer el sagrado metal de sus armas.

La tensión volvió a apoderarse del grupo de La Espada de la Fe.

—¿Sabían que algunos brujos —de su especie— construyen durante años, recipientes de distintos materiales para así ofrecer un cuerpo a las deidades que adoran? —Carlino Castellanos, avanzaba a paso lento, desde la dirección diametralmente opuesta a la que su anterior “cuerpo” ocupase.

La presión del aire se tornó extremadamente densa y agresiva. El grupo completo pudo sentir el peso espiritual de una u otra manera, siendo el factor común entre todos el miedo instintivo. Bianchi reaccionó inmediatamente saltando sobre Castellanos blandiendo su enorme Cincel a dos manos, intentando un corte con todas sus fuerzas.

—¡Oh! Torino ¿No les conté que tengo pocas oportunidades de hablar con alguien? —dijo el demonio con fingida y burlona tristeza, tomando el filo de Bianchi con la palma de su mano— ¡Ah! …Metal, Torino, fue el primero de los elementos frente al cuál aprendí a defenderme. Supongo que he de agradecérselo al jodido mago enmascarado —continuó, divertido, levantando del suelo a Bianchi quien se negaba a soltar su Cincel, intentando a presión atravesar la defensa de Castellanos—. En cualquier caso… un buen corte ¡Se hace así! —Carlino Castellano tomó un sable —que probablemente robaría a alguna de sus víctimas anteriores— y de un brutal corte dividió en dos el cuerpo de Torino Bianchi, el que murió aferrado a su arma, con una macabra expresión de sorpresa en los ojos.

—Imposible…—Walter hablaba con los ojos húmedos, dando la impresión de estar al borde del colapso.

—¡Ah! ¡Cómo estaba diciendo! —continuó del demonio, despreocupado, lentamente avanzando hacia los seis consternados guerreros de la Espada—. Los brujos crean estos recipientes para alojar deidades del plano espiritual. Así que decidí intentarlo conmigo mismo… ¡Vaya lástima que apenas se pudiese mover! En cualquiera de los casos, he aprendido bastante con él… y con mis pobres súbditos a los que quemaste.

—¡No aprendiste lo suficiente si caes dos veces ante el mismo truco! —Marco, tomando su Cincel cual daga, conectaba directamente en el cuello de Carlino. Sin embargo su intento de corte no atravesó ni un poco de piel. El demonio contratacó girando sobre sí mismo, sin embargo Marco logró evadir a último momento.

—Es tristemente curioso, como, por negar la existencia de la “magia”… Tu pobre culto es débil y permeable… —reflexionó nuevamente Castellanos mientras se enfrascaba en un duelo de armas cortantes con Marco, el que evadía a duras penas— ¡Y yo lo sé por experiencia! Bueno, experiencia de este desafortunado recipiente ¿Me creerás que su pobre mente está realmente convencida de que solo existe Sanctum y el enemigo? ¿Y qué los magos son solo unos cuantos que operan contra la hermandad? ¡Pobre tipo! —continuó añadiendo una carcajada.

Mientras reía dejó intencionalmente una apertura para que Marco pudiese conectarle, nuevamente sin provocar efecto alguno.

—En oriente, por otro lado, se han dedicado al menos a entender cómo funciona. A este le dicen “Wei Qi” —dijo indicando la zona que Marco acababa de intentar apuñalar fútilmente— Y a esto… —continuó dando un salto hacia adelante y atravesando el vientre de Marco con un puño cubierto de Tierra, la que, retorciéndose en sí misma conformó una espiral afilada, similar a la punta de una broca— …A esto no sé cómo le llaman, pero es la que hubiese sido la habilidad de Carlino de no encerrarse en la Hermandad. Era un Tierra Yang… ¿O Yin? ¡Ah! ¡Aun no entiendo Fengniano! —dijo añadiendo una risita corta y malévola mientras arrojaba al aire el cuerpo maltrecho de Marco, estrellándolo contra un árbol.

—¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! —Walter corrió desesperado y consumido por el miedo. Solo quería huir. Cuando llegó al lugar donde recordaba, Sofía había detectado la barrera del terreno del demonio, sintió un enorme alivio ganándole a la culpa de abandonar a sus compañeros. El joven Novordiano escuchó a lo lejos la risa gutural de Castellanos cuando chocó con la barrera, la que, ahora cerrada, le impedía salir. Estaba atrapado. Y cuando, en pánico, lo entendió, comenzó a percibir con más fuerza que nunca el peso del campo tomado por el demonio. En ese momento perdió el control de su vejiga.



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En el texto hay: fantasia, viajes, magia

Editado: 25.04.2024

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