Cinco Elementos. El Viaje de Antorique.

23. Una siesta con pesadillas no es una buena siesta.

Sofía Romano sintió como el soplo de la vida abandonaba su cuerpo.

Para realizar un “Castigo Divino” que asegurase su Victoria, además del cuerpo de Luca, ofreció toda su esencia vital a Sanctum, a cambio de aquel devastador don de energía espiritual. La exorcista murió satisfecha, pues su alma volvería a la gloria de la Morada Celestial, habiendo destruido a un ente de corrupción.

Partió entonces, con una débil sonrisa en el rostro, sabiendo que su ataque había sido cien por ciento certero, y que Caterina era lo suficientemente capaz de atar los cabos para resolver el caso de corrupción dentro de la Hermandad. Su liviano cuerpo sin vida impactó sutilmente el campo de batalla.

Caterina Bellini recogió su cadena y exhausta se sentó en el suelo. Nadie dentro de la Hermandad de la Fe —mucho menos en la Espada— conocía aquella habilidad, la joven mujer la había entrenado a solas en contadas ocasiones, sabiendo que podía serle útil en un momento de desesperación absoluta. Entendía que no era la luz de Sanctum, si no que “magia”, energía profana y pecaminosa, sin embargo la situación lo había requerido, tal como ella lo había previsto al momento de decidir practicarla. Tal vez sí tenía una mente brillante como Torino Bianchi le había comentado tantas veces.

Pasaron un par de minutos, y Caterina decidió acercarse a investigar el cuerpo de Castellanos, que yacía a la distancia, con todo el peso muerto sobre las rodillas, y la espalda arqueada hacia atrás cayendo antinaturalmente sobre los pies. El impacto del ataque había sido casi en su totalidad interno, así que bien podría examinar el cadáver en busca de alguna última pista para así volver a Serenia con la mayor cantidad de información posible.

Le sorprendió ver los enormes y vacíos ojos del recipiente demoníaco abiertos, y una expresión de desesperación y pánico en la cara.

“Una muerte terrible para un demonio”, pensó la chica, acercándose cautelosamente como conducta ya condicionada. El hecho de que la presión del territorio tomado no terminara de desaparecer sumaba además a su estado de alerta natural.

Cuando vio la boca del sujeto moverse y soltar el sonido de una pequeña arcada, Caterina sintió que sus peores pesadillas se volvían realidad.

—Be… Bellini… —el sujeto habló a duras penas, Caterina saltó hacia atrás sintiendo que el corazón se le salía—. Hu… Huye… —comentó el hombre aún con la mirada muerta.

—¡¿Castellanos!? —La chica de la cadena concluyó de manera rápida y acertada, que al que escuchaba no era al demonio, sino al Carlino original—. Pero… el Castigo Divino no es un exorcismo sino energía de pura destrucción espiritual… ¡Carajo! ¡No! —exclamó con pánico contenido.

—…Tal… Tal y como lo acabas de describir, Caterina Bellini. —Los ojos de Carlino volvieron a tomar su siniestro tinte anterior, y la voz gutural se reacomodó en el cuerpo—. ¡Eso estuvo muy muy cerca!

—¡¿Cómo!? —preguntó Caterina haciendo un esfuerzo por retroceder y volver a fortalecer su cadena… El demonio había sobrevivido.

—Tal y como dijiste. No fue un exorcismo, sino un rayo de pura destrucción espiritual… —dijo el demonio poniéndose de pie, acomodándose los músculos del cuello.

—…Hiciste que el espíritu de Castellanos…

—¡Exacto! ¡E incluso así sentí que moriría, teniendo esa horrible luz tan cerca! Cuando vi lo que venía tuve que apostar por abandonar el cuerpo un par de segundos… ¡No sabía si iba a funcionar! ¡Pero mírame! —El demonio con alivio soltó una carcajada— ¡Quizá un exorcismo normal sí era su mejor opción! —continuó, rotando sus articulaciones y estirando casualmente sus extremidades—. Por otro lado… ¡Ese Sanctum acepta sacrificios humanos, como yo o mi señor! ¡Pobre Carlino Castellanos, enterándose de la naturaleza de su dios en una situación así! —Una nueva carcajada de satisfacción cerró la “rutina” que el monstruo había decidido dedicar para reacomodarse a su cuerpo.

—Sanctum no exige sacrificios…

—¡Oh! ¡Claro que lo hace! ¿Qué le ofrecerás tú cómo última opción, Caterina Bellini? —Con una sonrisa malévola, moviéndose a velocidad inhumana el demonio Castellanos golpeó el vientre de Caterina quién, como anteriormente, voló por los aires. Sangre brotando de su boca.

La última Espada de La Fe del equipo con vida, observó su final acercándose. Estaba cansada, su energía drenada por el terreno del demonio y por lo mucho que le desgastaba usar la cadena para oprimir, aunque fuese solo unos segundos. Ahora sangraba por la boca y apenas podía moverse. Le costaba mantenerse consciente… antes de cerrar los ojos vio al terrible demonio tomar del suelo un Cincel de Emérico, y acercarse para darle el golpe de gracia. Antes de sentir el corte todo se volvió oscuridad.

—¡Vagabundo idiota! ¡Despierta!

—Oh, silencio… —dijo Tori sin volver del mundo onírico.

—¡Qué despiertes escuincle anémico! —La joven Jasmine Green pateaba con apuro caprichoso la barriga de un amarrado y esposado vagabundo, el que oscilaba entre ronquidos, palabras sin sentido y otras de molestia.

—¿…Qué carajo haces tú aquí, enana? Espera… ¿Dónde estoy? —Antorique Veluard, despertó de su accidentada siesta en el calabozo. Observó aún mitad dormido a los tres asaltantes que compartían su espacio de prisionero.

—¡Vine a sacarte de acá! ¡Brócoli! ¿A qué clase de mendigo se le ocurre tomar una siesta rodeado de bandidos?

—Oh… es cierto… —Tori volvió a ubicarse en el espacio tiempo. Había sido trasladado al calabozo luego de ser acusado de ser un mago y atracar a Octavio junto con los otros tres idiotas que se encontraban encerrados con él. Aburrido, había decidido tomar una siesta, y en lugar de descansar había tenido una pesadilla que estaba seguro era en realidad otra visión.



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En el texto hay: fantasia, viajes, magia

Editado: 25.04.2024

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