Cinco Elementos. El Viaje de Antorique.

24. ¿Reinserción después de prisión?

—¿Qué haces tú aquí, enana? —preguntó Tori aguantando un bostezo.

—¡Que vine a sacarte, Vagabundo atracador! —Jasmine hablaba a modo de reprimenda, con los brazos cruzados.

—No he atracado a nadie… Uhm… no aquí, creo…

—¡Ah! Eso lo sé, o al menos es lo que el acólito con nombre de perdedor ha estado intentando hacer creer al pueblo para limpiar tu imagen.

—…Lo mío es más el robo rápido, sutil, sin necesidad de lastimar a nadie.

—…

—¡Ah! ¡Octavio! ¿Por qué no están Octavio o el sacerdote senil sacándome de aquí? ¡Religiosos esclavistas! ¡Estaba trabajando para ellos! —dijo Tori, que amarrado y maniatado, contorsionaba su cuerpo intentando buscar tabaco en sus bolsillos con la boca.

—El acólito y los policías están jugando con Babi. ¿Quiénes se creen para pensar que pueden darle órdenes a la co — alguacil Green?

“Estoy bastante seguro de que ese cargo no existe, enana loca”, pensó Tori quién se esforzaba por morder un cigarrillo, en un movimiento desesperado —y lamentable— por sacarlo finalmente de su bolsillo.

Y tú… —continuó su sermón Jasmine—. Tomando una siesta en un lugar como este… Tienes suerte de que el viejo cochino esté arrastrándose por escapar, y el freak del pelo largo… así…

Tori observó a sus compañeros de calabozo. El sujeto del largo cabello suelto —que había intentado apuñalarle durante el atraco— sujetaba su brazo, con una mueca de dolor agónica y los ojos inyectados en sangre.

“Ah… es cierto”, pensó Tori recordando lo que había hecho con el hombro de aquel pobre sujeto. “Bah, te lo mereces, Dross”.

Más lejos, a la altura de la entrada de la celda, Gabriel —el viejo cochino, ex dueño de la caravana— intentaba a través de la rejilla, llamar la atención de cualquiera que aceptase la promesa de un soborno por sacarlo de aquel lugar.

Los otros dos observaban y escuchaban —con recelo— la extraña escena. Por un lado la evidentemente menor y fuera de lugar Jasmine, y por otro el reducido y contorsionado Antorique. Ambos en una curiosa —y por momentos delirante— conversación.

—¡Tres de ellos! Eso puede ser peligroso para un tipo dormido, incluso si se hace llamar mago. —Jasmine hablaba inquisidora y déspota. Se llevaba las manos a la cintura intentando aparentar una adultez que evidentemente le era muy lejana.

—Uhm… cuatro… Además del mago, somos cuatro, señorita… —dijo uno de los dos sujetos que escuchaban la charla. Jasmine volteó su mirada inquisidora hacia él, que mientras se encogía, se replanteó que tan buena idea había sido intervenir.

—¡Tres!

—Es cierto, enana sicópata. Pudo haber sido realmente peligroso dormir en medio de tres asaltantes —añadió Tori asintiendo finalmente con resignación—. Aunque por suerte no ha pasado nada…

—Eh… cuatro, somos cuatro, Señor mago.

—¡Silencio! —interrumpió Jamine con toda la seguridad y soberbia del mundo.

—Tiene razón la chica… Está el viejo cochino, Dross, y UstedesDos —dijo Tori asintiendo nuevamente. Jasmine imitó el gesto, satisfecha.

—¿NosotrosDos? ¡Somos seres humanos distintos! ¡Solo intentan negar que contaron mal!

—¿¡Quién mierda es Dross!? —intervino molesto el sujeto del hombro roto y larga cabellera.

—Tú, desde ahora.

—¡Antes me dijiste Drácula!

—¡Es cierto! ¡Solo intentan ningunearnos la chica y tú! —dijo uno de “Ustedes Dos”.

—¡Silencio, Ustedes! ¿O… Dos?

—¡Dejar lo de Drácula, quien sea que fuese! ¡Mi nombre es Vladimir! —exclamó el hombre de cabellera larga.

—…

—Oh… ¡¿En serio!? —gritó mareado Ustedes, o quizá Dos.

Finalmente, uno de los ausentes policías de la prisión abrió la entrada principal. Ignoró a Gabriel —quién literalmente se arrastraba suplicando salir— y caminó hacia Tori.

El hombre portaba en la mano derecha un gastado aparato. Similar a un reloj circulas, con dos manecillas saliendo de este hacia lados opuestos. Ambas con un espacio para ubicar la mano de aquel que lo usara.

—¡Te dije que escaparas de aquí, Vagabundo idiota! —comenzó Jasmine su pataleta en susurros—. ¡Ahora el detector te delatará como mago y serás enviado a la prisión de Valtoria! ¡Te morirás sin enseñarme la bola de fuego! —Jasmine hablaba apurada, molesta y nerviosa.

—Con su permiso, Señorita Green —dijo el recién llegado guardia respetuosamente a la chica, que intentaba interponerse entre él y Tori.

—¡Señor Guardia! ¡Y Policía a la vez! —Jasmine rio con sobreactuadas adultez y femineidad—. ¿¡Qué tal ha estado su momento de descanso y esparcimiento junto a mi querida mascota Babi!? ¡Ha de trabajar usted tanto! —la chica intentaba ganar tiempo con una actuación que poco futuro auguraba.

“Usa tus supuestos poderes y escapa de acá, vagabundo idiota”, pensó la niña con odio contenido hacia el joven vagabundo.

—Lo siento, Señorita. Pero ya habló lo suficiente con el sospechoso. Hemos de comprobar pronto si se trata o no de un mago —dijo el policía, acercando el detector a Tori, quién escupía tabaco suelto de la boca. Jasmine se llevó una mano a la cara, haciéndola sonar contra su frente en señal de derrota—.

—¿Y? ¿Señor Policía? —preguntó Tori mientras hacía muecas ridículas para quitarse el tabaco molido de la boca.

—Hmmm… —el policía intentó por segunda ocasión—. Excepcionalmente poco, solo un vagabundo. El acólito no estaba hechizado —concluyó el policía, procediendo a liberar a Tori de sus ataduras.

—Ustedes y la Hermandad me deben una sesión de masajes descontracturantes. Aunque los perdonaré si me dan suficiente café y tabaco… Y comida. Y en lo posible un terreno… Con algo construido. —Tori rotaba su adolorido y rígido cuello. Se ponía de pie ante las incrédulas miradas de Jasmine, Vladimir, EllosDos, y Gabriel.

“Así que también sabe esconderlo… o es un fraude”, pensó Jasmine siguiendo al joven vagabundo quien se dirigía a la salida.



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En el texto hay: fantasia, viajes, magia

Editado: 25.04.2024

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