Cinco Elementos. El Viaje de Antorique.

27. ¡Veo gente muerta!

“De algodón y lino, en lo posible”, había ordenado Tori al Guardián Robben, el que a sabiendas de la misión que el joven vagabundo emprendería, decidió cumplir su capricho.

La camisa, de corte amplio y mangas holgadas se ceñía de manera suave a su delgado torso, permitiendo que el aire circulase con libertad. Sobre esta, un desgastado pero cómodo chaleco de tweed, con suficientes bolsillos para guardar el par de pequeñas herramientas que consideró necesarias.

Los pantalones, de color burdeo, anchos en las caderas, se estrechaban a medida que descendían hacia los tobillos. Los sujetaba un cinturón, que reemplazaba cualquier tipo de hebilla ostentosa, por un nudo simple pero firme.

Las botas de cuero, también gastadas, pero resistentes, descansaban en flexibles y cómodas suelas.

Para coronar, el vagabundo exigió una boina de lana, la que hacía presión en su cabello ondulado pronunciando su volumen hacia los costados que esta no alcanzaba a cubrir.

A pesar de que pasaba fácilmente como el vestuario de un trabajador, Antorique Veluard no recordaba haberse sentido tan elegante hace muchos años. Y, por supuesto, a pesar de que el Guardián Robben había conseguido un cambio de ropa para el vagabundo entendiéndolo como el capricho de un hombre que se dirige a arriesgar su vida, la vestimenta que Tori había elegido tenía otra función, mucho más importante. Le hacía sentir cómodo y le daba libertad de movimiento y la capacidad de fluidez que había adquirido en sus años entrenando… aún si en el último tiempo se había descuidado y perdido toda rigurosidad en su rutina, oxidándose de manera notoria.

La vestimenta, tenía —ocultas e inintencionadas— características de aquellas usadas para practicar artes marciales Fengnianas. Y no podía ser de otra manera, si es que Tori pretendía disfrutar al máximo su encuentro con el demonio que ocupaba el cuerpo de Carlino Castellanos.

—Hasta aquí. Es suficiente —dijo Tori levantando una mano y saltando del caballo, en el cual el Guardián Robben le encaminaba hacia su destino.

—¿Ya es peligroso el terreno? ¿Tan cerca de Cumbre de Lirio? —preguntó el sacerdote, preocupado.

—No. La caminata me servirá como calentamiento —respondió Tori encogiéndose de hombros y con una sonrisa, comenzando a realizar estiramientos en sus piernas—. ¡Ah! ¡Guardián! Sobre la última pregunta… ¿Está usted seguro?

—Totalmente —respondió Robben frunciendo el ceño.

—¡Ja! ¡Si esto termina por escalar será culpa suya! —dijo el joven vagabundo dándose la vuelta. El Guardián Robben sonrió. Aún preocupado, le divertía la actitud de Antorique.

—Suerte, y qué Sanctum te acompañe, Antorique Veluard —dijo el guardián, haciendo girar el caballo y tomando el camino de vuelta a Cumbre de Lirio.

—Ni suerte ni Sanctum ¿No le he dicho ya? —dijo Tori para sí mismo, antes de comenzar a concentrarse con más detalle en sus alrededores. La ruta estaba rodeada por bosque a ambos lados.

El vagabundo esperó a que el anciano Robben se perdiera de vista, para hablar fuerte hacia la nada.

—¡Mira, no sé quién carajo seas… pero, deja de mirarme así! Es de mala educación ¿Sabías? —Lo cierto era que Tori decidió separarse del religioso mucho antes de lo que tenía pensado. Y es que sabía que estaban siendo seguidos, y no quería exponer al anciano Guardián a quien quiera que fuese.

“Se siente como si… el bosque se hubiese estado moviendo tras nosotros...”, pensó el vagabundo.

Cuando previamente percibió la energía que les seguía, la atribuyó inmediatamente a algún peón de Carlino Castellanos, sin embargo, observando con calma, concluyó que la energía era distinta a la de un demonio. Aun así era evidente que aquello que le seguía los pasos no emanaba precisamente amor y buena voluntad. Era una presencia enfadada, hubiese apostado el joven hombre. Y no solo eso, de una energía abrumadora.

Luego de caminar unos minutos más, tomó una decisión.

—¿Sabes, Madera tímida? Tengo esto a lo que llamo “Ver en la oscuridad”. No sé si tenga sentido explicarte el proceso, pero, una vez lo active, sabré inmediatamente donde estás… E iré hacia ti con la intención de matarte. —Tori se encargó de dejar claro que iba en serio, no solo con sus palabras, sino emitiendo Qi cargado de intención asesina—. Hay un monstruo más adelante, y preferiría gastar mi energía con él… —continuó hablando fuerte, observando a ambos lados de la ruta— …Pero si me obligas iré por ti. ¡Es tuya la decisión, Madera Yang! —En su intento por intimidar, el vagabundo se aventuró a adivinar la naturaleza elemental de aquel que le observaba en el anonimato— Contaré de cinco a cero, y si tu presencia no ha desaparecido… Cinco… Cuatro… ¡Tres! —Sin tener intención de esperar al cero, Tori se dispuso a activar su “Vista en la oscuridad”, sin embargo, un milisegundo antes, la presencia del bosque se desvaneció por completo.

“Hm… supongo que el demonio de más adelante le molesta tanto como a nosotros. Tal vez valga la pena investigar ese bosque… suponiendo que sobrevivo hoy”, pensó Antorique, tomando del bolsillo tabaco y encendiendo un cigarrillo, acelerando el paso hacia Carlino Castellanos.

El primer encuentro de Antorique con lo que en las naciones de occidente se suele llamar magia, fue durante su pre adolescencia.

La flama de su visión se encendió de manera descontrolada, lo que le llevó a ver cosas que no estaban en el plano material, sino en el energético, o más aún, en el mundo espiritual. Desde almas desencarnadas persiguiendo su prominente luz, pasando por visiones de todo tipo —sin un tiempo o espacio definido—, flujos energéticos, hasta entidades espirituales, algunas de estas conocidas como demonios.

Y, a pesar de tener recuerdos borrosos de aquella época —donde estuvo al borde de terminar en un manicomio o una prisión de magos, viéndose además forzado a abandonar su educación formal en Valtoria para volver a Tierra del Viento—, la magia demoníaca —ubicada a nivel espiritual— le resultaba fácilmente reconocible. Así, le fue sencillo notar sin demasiado esfuerzo la barrera —de la cual tenía noción, gracias a la visión que le había atacado en su accidentada siesta estando prisionero— que marcaba el espacio tomado por el demonio Castellanos.



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En el texto hay: fantasia, viajes, magia

Editado: 25.04.2024

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