Cinco Elementos. El Viaje de Antorique.

28. No ghostees a los fantasmas!

Veintinueve días tenían las almas desde su muerte en el plano físico, para llegar al lugar donde descansarían eternamente, o bien se les enviaría a encarnar otra vez, según el antiguo chamanismo Fengniano. De no ser guiados por un brujo, o chamán dentro de este lapso de tiempo, se transformarían en carroñeros espirituales intentando frenarle el paso a otras almas en su camino a la morada de los muertos, o se quedarían vagando eternamente en el plano físico, buscando constantemente una luz a la cual aferrarse, solo por instinto.

Dentro del campo energético cerrado del demonio Carlino Castellanos, sin embargo, independientemente del tiempo que llevasen muertas, las almas se encontraban encerradas, enceguecidas por la furia que les provocaba haber perdido violentamente sus cuerpos, y la exposición constante a energía demoníaca.

Así, una vez activada la “Visión en la oscuridad” de Tori, que actuaba justamente como una luz en la penumbra, las almas cercanas se arrojaron rabiosas al joven vagabundo, quién aun habiendo erguido una barrera protectora, se encontraba en una disyuntiva que no había previsto.

—¡Miren, no quise burlarme de su falta de boca, y lengua… y cuerpo humano! ¡No, no quiero decir que parezcan animales! Pero no tendría nada de malo ¿Verdad? De seguro alguno de ustedes amaba a los animales… en sus pueblos. ¿No les gustaría volver a ver sus pueblos? Los hermosos Viento Viejo y… eh… el otro… Oh… están… destruidos, es cierto… Verán… ¡Cuando sugerí hablarlo lo hice en un sentido metafórico, mis queridos… eh... fantasmas! Y sus pueblos se pueden reconstruir de seguro… —Tori luchaba contra el mismo por no retroceder un paso más, pues temía que si algún alma, de aquellas que furiosas intentaban atravesar la burbuja protectora que le envolvía escapaba de la barrera, el demonio que se había adueñado del terreno notase la anormalidad. Esto le haría perder el factor sorpresa que se había esmerado en mantener.

Cuando vio los cuerpos que hubieren habitado previamente esas almas, agruparse peligrosamente, avanzando de manera torpe pero agresiva hacia él, el joven vagabundo inhaló profundamente, llevando el Qi del aire hasta su bajo vientre y exhaló largo y lento por la nariz.

“Verás, Antorique… Muchas de esas almas que te atormentan, en el fondo, solo desean tu ayuda… y como está en tu naturaleza iluminar la oscuridad, no tienen otra opción más que seguirte…”, Tori recordó palabras que había oído hace años.

—¿…Y como se supone que las ayude? —había preguntado en esa ocasión un cansado y pequeño Antorique Veluard.

—¡No lo sé! —respondió aquella voz—. Los chamanes eran entrenados desde muy temprana edad, por los anteriores portadores de ese conocimiento y función en la tribu… Si quisieras hacerlo deberías encontrar un tutor —lo cual tomando en cuenta Nova Orda, es imposible—, o buscar tu propia forma, aunque… En mi opinión, deberías partir por concentrarte e intentar oírlas. O, quizá a tu manera entender su mensaje.

Aquella persona, había guiado a Tori de la mejor manera, dentro de sus posibilidades. Sin embargo, luego de haberlo intentado un par de veces, el chico decidió que le era si no imposible, una carga que no pretendía acarrear constantemente.

Si bien, una entidad espiritual inherentemente maligna, como un demonio, resultaba ser más dañina, su energía era abiertamente perversa, y el joven Veluard podía detectar sus intenciones y enfrentarlas sin culpa. Por otro lado, las almas desencarnadas, al haber nacido humanas, eran un complejo y caótico conjunto de frustraciones, tristezas, odios, amores, terrores y un largo etcétera de emociones que para el chico eran intratables. Las almas humanas, aun si tenían un comportamiento agresivo y destructivo, no eran malignas per se. Esto, sumado a que las emociones humanas eran algo con lo que el pre adolescente Tori podía empatizar, hacía que casi le fuese preferible encontrarse perseguido por el peor de los demonios antes que por una simple alma atormentada.

—Nunca más volví a entrenar algo así, pero supongo que al menos con los años calibrar la luz de la antorcha se me ha de dar mejor… —dijo Tori resignado. Y, cerrando los ojos, intentó sincronizar la vibración de su Qi con el de las almas fuera de control. Entonces vio pantallazos del día a día en el pueblo de Viento Viejo y en el Valle de la Rosalía, seguidos de sangrientos ataques, que borraban dolorosamente aquellos momentos de cotidiana paz. Sintió en su pecho la emoción de la pérdida, la desesperación y la ira, tan intensas que llegaban a ser físicamente dolorosas. Vio a Castellanos tomando de manera lenta y sangrienta el control de los pueblos, y sintió el enorme deseo de venganza de los ahora fallecidos habitantes.

Pasando a través del cúmulo de emociones, que sintió cuál si fueran suyas, comenzó a percibir el mengüe en la odiosidad de las almas, o al menos, en la odiosidad dirigida hacia él. Y, aunque no sabía cómo transmitir un mensaje en el lenguaje de sus extrañísimas interlocutoras, se dejó llevar por su intuición —por fin algo que sí se le daba bien—, lo que le llevó a entregarse tal cual lo había hecho con el enorme toro ante el ataque de Jasmine, durante la mañana.

“Bueno, no sé hablar con fantasmas… pero, si pueden entender algo de lo que quiero transmitir… quisiera que sepan que haré lo que esté en mis manos para sacarlos de aquí y darles algo de justicia. También una sepultura digna… haré lo posible por evitar maltratar sus cuerpos en mi camino…”, Tori podría asegurar que, en efecto, su mensaje estaba siendo captado por las almas, las que si bien se mantenían en contradicción, pues el efecto del domo de Castellanos de mantenía presente, parecía tranquilizarse considerablemente. Se esforzó entonces por entregar un último mensaje, sabía que los cuerpos no muertos se acercaban, pero en su espíritu había calma suficiente como para mantener la comunicación un poco más…

—¡Baaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaabiiii! —escuchó una voz chillona a varios metros tras de sí.



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En el texto hay: fantasia, viajes, magia

Editado: 25.04.2024

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