Cinco flores coreanas

Capítulo 1: Caos

nzó sin pensarlo, a los brazos de Jungji.

Corría el año 2018 y en Corea del Sur era verano.

Los noticiarios interrumpieron sus emisiones cotidianas para enlazar directo y en vivo con sus corresponsales, quienes transmitían "...desde el Aeropuerto Internacional de Incheon, donde en pocos minutos aterrizará el vuelo que transporta a los cinco integrantes del mundialmente famoso grupo de K-pop(1) F.zone junto a los miembros de su staff procedentes de Europa, donde recién concluyó su apoteósica gira..."

"...Tras seis largo meses de ausencia, vuelven a su patria ondeando con orgullo la bandera del éxito..."

El aeropuerto estaba atestado por la gran cantidad de reporteros y cámaras.

"...Es la primera vez en la historia musical coreana que un grupo de artistas causa tanto revuelo con el simple anuncio de su regreso."

Y es que este grupo de artistas no había hecho más que cosechar éxitos desde su debut, ocurrido apenas tres años atrás.

"...Desde tempranas horas el área de llegada está totalmente congestionada por la cantidad de Sunnys que han venido a darle la bienvenida a sus idols(2) ... "

"...¡Nunca antes se había presenciado tal gentío y confusión en las instalaciones del Aeropuerto Internacional de Incheon! ..."

Sunny era el nombre con que se identificaba cada fan de F.zone. "Ellas alimentan con su luz las 5 flores(3) que conforman F.zone."— Había declarado varias veces Ki Bojun(4) , presidente de KM Entertainment, creador y representante del famoso quinteto.

Ki Bojun tenía toda la razón.

Kim Hyonra, por ejemplo, aunque sólo contaba con 16 años de edad, apoyaba la carrera de F.zone desde su debut. Era miembro oficial de su fancafé (5) y ese día, miles de internautas de todo el mundo podrían ser testigos del arribo de la banda, gracias a la transmisión en vivo que realizaba Hyonra a través de su canal de YouTube©: Jungji_zone.

Para tales fines, la joven había faltado a la escuela y se mantenía en primera fila, celular en mano, vestida de uniforme, aguardando anhelante en la plataforma de llegada.

Hyonra había bautizado su canal con el nombre de Jungji_zone en homenaje a Kang Jungji, uno de los miembros de la agrupación y su bias(6).

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Pese a poseer actualizados conocimientos de informática y habilidades específicas en el manejo de ciertos softwares, Ana no sentía gran interés por las redes sociales. Le encantaba la privacidad y el anonimato; paradójicamente, había estudiado Comunicación Audiovisual esperando poder trabajar en los medios, pero, incluso allí, su posición favorita era aquella que le permitía estar siempre detrás de cámara.

 

Al momento de viajar, poco más de dos años atrás, Ana se consideraba a sí misma como un ser nada interesante para el resto de la humanidad; por esto, jamás hubiese creado videos personales referentes a su día a día. No obstante, una vez en Asia y sintiéndose sola, Ana convirtió la cámara de su smartphone en su amiga y confidente. Poco a poco, adquirió la costumbre de crear un video ante cada logro o adversidad. Acabó por abrir el canal de YouTube© : Latina en Corea para colgar sus vlogs(7) . A pesar de todo, mantenía el canal en privado.

Aquel era su último año en el país asiático; sentada frente a su laptop y en perfecto idioma coreano, Ana grababa.

—En realidad, ya no recuerdo cuales eran mis objetivos...— suspiraba frente a la cámara—. ¿Cuáles eran mis metas al llegar aquí?— Ana sacó un arrugado papel del cajón de su escritorio—. Esta es la Declaración de Propósitos que escribí a la universidad cuando apliqué para la beca.

Desdobló el papel sin emoción, leyó unas líneas, y sonrió tristemente.

—Esta ya no soy yo.

Arrugó otra vez la carta y la lanzó al cesto.

—La Ana que escribió esto dos años atrás, de pronto se desvanece ante mis ojos.

Y quedó suspendida en los recuerdos durante unos segundos. Entonces, recordó la cámara y volvió a mirarla.

— Siento como si... hubiese estado dormida los últimos años de mi vida— suspiró aceptando la confusión que la embargaba en aquellos momentos.

En este tiempo, muchas cosas habían cambiado. Ana no podía negar lo mucho que la cultura coreana la había influenciado. Ahora solía vestir con un estilo casual que la hacía lucir atractiva y juvenil. Su larga, ondulada y tupida cabellera castaña siempre sujeta en una cola de caballo; su rostro limpio, lleno de vida y cuidado, nada que ver con el tradicional traje tipo sastre, la coleta sin gracia en la parte baja del cuello y el rostro demacrado y cansado que lució durante sus años como profesora.

—Debo poner mis pensamientos en orden…— dijo y extendió su mano para detener la grabación.

En ese preciso instante,  Domi entró proveniente de la calle, con audífonos puestos y cantando a viva voz un animado tema.

—...Y esa persona ruidosa que acaba de entrar es...— fingió Ana grabar ; pero antes de terminar la frase, fue interrumpida por la intempestiva chica.

—¡Oh! ¡No puedo creerlo!— exclamó Domi desprendiendo las bocinas de sus oídos—. ¡Por fin te encontré grabando!

De inmediato, Domi se colocó ante la cámara y continuó interpretando el tema a todo pulmón.

—¡Eh! ¡Domi!— trató Ana de detenerla. En respuesta y sin dejar de cantar, Domi se volvió hacia ella y colocó ambos auriculares en las orejas de Ana.

—¡Escucha, esta es la mejor parte!— exclamó en éxtasis.




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