Cinco flores coreanas

Capítulo 4: Zona de flores

Tras el caótico regreso de F.zone, llegó el fin de semana.

Recostado sobre la cama en uno de sus enormes y mullidos almohadones de peluche, Mingun sostenía una videollamada con su madre.

—¿Vas a quedarte en casa un viernes por la noche? ¿Dónde están los demás?— preguntó la alegre y gentil Bae Sunhee con genuino interés.

—No tengo ni idea de qué están haciendo— contestó Mingun con honestidad—. Pero…— giró la cámara del celular—, ¡Jungji está aquí!— y enfocó a su compañero sin previo aviso.

Jungji se encontraba de pie frente al enorme closet en medio del proceso de vestirse: pantalones desabrochados sin cinturón, pies cubiertos sólo por calcetines y camisa desabotonada. Buscaba en el interior del armario con desesperación, ajeno por completo a las acciones de su compañero.

Mingun, decepcionado ante la falta de reacción de Jungji, volvió a colocar la cámara frente a sí mismo.

—¿Lo viste?— dijo sonriendo.

¡Sí! ¡Está más alto y saludable! Me alegra ver que se está cuidando bien.

—Es raro verlo en casa, especialmente en fin de semana— se reacomodó Mingun sobre el lecho.

Lo sé. Dale saludos de mi parte.

Mingun volteó hacia Jungji; el hombre estaba vestido, no obstante, continuaba buscando en el armario.

—Te envía saludos mi madre.

—¿Has visto mi bufanda fina con estrías?— preguntó Jungji sin dar muestra de haberlo escuchado.

—Jungji te envía un beso— se dirigió Mingun hacia su madre ignorando por completo el comentario de Jungji.

¿Sabes si ha visitado a su madre hoy ya?

—¿...? Nop.

—Jinwoo llamó muy preocupada ayer.

—Umm, entiendo.

—Hoy es el tercer día desde su regreso. Sino piensa visitarla, al menos debería hablarle por teléfono. ¿No crees?

—Estoy de acuerdo.

—¡Espero que esta vez saquen todos algo de tiempo para venir a comer con nosotros!

Jungji continuaba su búsqueda por toda la habitación.

Los ladridos de un perro se escucharon a través del teléfono.

—¡Mira quién te quiere saludar!

Dongyul, el hermano adolescente de Mingun, apareció en la pantalla sosteniendo a Popi, un perro blanco de raza pequeña; la mascota de la familia Bae.

—¡¡Popi!! ¡¿Cómo has estado, travieso?!— exclamó Mingun loco de alegría.

Incómodo, Jungji abandonó la alcoba sin encontrar lo que buscaba.

 

El apartamento de F.zone contaba con 3 dormitorios.

El primer día, decidieron por concurso quién compartiría habitación con quien.  Los resultados quedaron así: Jungji y Mingun, Hyohwa y Sooje.

 

Cuando Jungji irrumpió en la habitación, Hyohwa estaba sentado en el borde de su cama guitarra en mano, rasgando acordes y escribiendo melodías en una libreta que permanecía abierta sobre el colchón. Sooje se mantenía inmóvil, acostado bocarriba sobre su cama, los audífonos puestos y los ojos cerrados en una especie de trance.

—Han vis...?— pero antes de que Jungji pudiera concluir la frase, Hyohwa lo detuvo en seco con un gesto firme de su mano. Con esta misma mano, le indicó hacer silencio tocando el borde de sus labios con su dedo índice. Con este mismo dedo le señaló la puerta.

La seriedad impresa en los ojos de Hyohwa obligó a Jungji a obedecer. El popular bailarín giró sobre sus talones fastidiado y salió cerrando la puerta tras de sí. Conocía muy bien la mirada de Hyohwa como para saber que aquel no era un buen momento para insistir.

 

Sólo Seoksun poseía su propio cuarto y sin embargo, era el único F.zone que no estaba en su habitación.

Jungji lo encontró en la cocina preparándose un bocadillo con su delantal puesto.

—¡Jungji!— exclamó el líder alegremente sorprendido —. No sabía que estabas en casa ¿Cenaste?

—Nop– respondió molesto mientras permanecía de pie sujetando una costosa bufanda de verano—. ¿Podrías explicarme...?— se detuvo de golpe al reparar extrañado en el atuendo de Seoksun—. ¿Qué haces con un delantal a estas horas?

—¿Qué no ves? Me preparo un sándwich.

—¿Con un delantal?

— ¿Quieres uno?— preguntó Seoksun empujando el emparedado listo hacia Jungji.

—En fin, como sea. Lo que quiero saber es, ¿qué hacía mi bufanda en tu closet?— dijo agitando la delicada prenda frente a los ojos del cocinero.

—¡Ah! ¿Esa? La dejaste tirada en el hotel— respondió Seoksun con naturalidad, mientras extraía el cartón de jugo del refrigerador.

—¿Perdón?— reaccionó Jungji conmocionado.

—Sabes que siempre reviso las habitaciones antes de partir. Normalmente no me hubiese molestado en recogerla; pierdes cosas todo el tiempo. Pero esta pieza... me pareció costosa, así que la empaqué.

Jungji se sonrojó, avergonzado hasta las orejas.  Había preparado todo un discurso moral para su amigo y ahora, el tópico había cambiado.

—Vaya...  me hubieras dicho...— dijo disimulando su turbación.

Seoksun se quitó el pulcro delantal gris y se sentó ante el desayunador dispuesto a disfrutar de su modesta cena.—¿Seguro que no quieres un sándwich?— insistió.

—Comeré algo en la calle— se colocaba la bufanda cuando el timbre de la puerta sonó—. Debe ser Kyo. ¿Podrías distraerlo mientras me termino de arreglar? ¡Gracias!– pidió y se marchó apresuradamente.

—¿Podrías al menos…— trató de detenerlo Seoksun— abrir la puerta…

~¤~

De acuerdo con el criterio de Jungji, la disco era el lugar ideal para divertirse y socializar. En ellas, cualquier idol sin importar su nivel de fama, podría pasar desapercibido ante los ojos de los demás. Pero no cualquier club podría llenar las necesidades del artista, sólo los más concurridos servían a este propósito. Su sensual naturalidad lo convertían siempre en el centro de las miradas allí donde fuese y sin embargo, nadie lo miraba como un idol en los clubes. Por alguna razón, en lugares así, Jungji solía convertirse sólo en un simple y ordinario chico guapo.




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