Vitale camino hacia la casa, sintiendo el crujir de las piedras bajo sus pies. Tocó la puerta y espero pacientemente.
Escuchando el murmullo lejano de la televisión encendida.
Finalmente Domenico abrió la puerta.
—¿Vitale? Vaya sorpresa —dijo arqueando una ceja.
—He venido para saber qué has decidido. ¿Tomaste una decisión?
Domenico cerró la puerta y salió afuera con el. Se quedó en silencio por un momento... mientras recordaba todo lo que había reflexionado en el día.
—Creo que... si, eh tomado una decisión —dijo finalmente, su voz apenas un susurro.
—Perfecto... Dime —insistió Vitale, lo atravesaba con la mirada.
Domenico tomo aire y lo dejo salir.
—Tras pensarlo mucho, la noche anterior y todo el día de hoy... Eh decidido volver.
A Vitale se le formó una sonrisa en su rostro.
—¿Enserio? Perfecto, es bueno tenerte de nuevo —exclamó.
El aire fresco parecía vibrar con la energía renovada entre ellos.
—Acompáñame, tenemos un trabajo que hacer. Sube al auto —Le dijo Vitale, su voz sonaba con urgencia.
—¿Tan pronto? —preguntó Domenico, mientras caminaba hacia el vehículo.
Vitale abrió la puerta del auto y se deslizó dentro, bajando la ventanilla con un movimiento rápido.
—¿Que estás esperando? No hay tiempo que perder, Domenico. Luego te explico con más detalles de que se trata.
Domenico subió al auto, sintiendose sorprendentemente relajado. Sabía que no podía salir mal con un tipo como Vitale como compañero, alguien que sabía actuar ante cualquier situación.
—Perfecto, vámonos. Tenemos que hacer una segunda parada; creo que tenemos tiempo —dijo Vitale, su voz llena de determinación.
Mientras se dirigían a su siguiente destino, Vitale aprovecho para poner al día a Domenico sobre la situación. Esté sentía un poco de nervios y emoción; sabía que algo importante estaba por suceder.
Finalmente, llegaron a su siguiente parada.
—¿Por qué nos estacionamos aquí? Esté lugar es bastante desagradable —comentó Domenico, mirando con desdén la casa rodante desgastada.
—Si, la verdad es que lo es un poco —asintió Vitale—. Espérame aquí adentro; voy a atender algo.
Con pasó decidido, salió del auto y se acercó a la casa rodante, esperando encontrar a Dimitri dentro. Tenía expectativas, y Domenico observaba a lo lejos.
Finalmente la puerta se abrió con un chirrido, relevando a Don Dimitri.
—Ah, eres tu de nuevo. ¿En qué puedo ayudarte esta vez? —dijo Dimitri, cruzando los brazos con una leve sonrisa.
—Si, soy yo otra vez. Mira, necesito una pistola M9. ¿La tienes? —Pregunto Vitale, tratando de sonar casual.
Don Dimitri levanto una ceja.
—Si, la tengo —respondió con un tono que insinuaba que sabía más de lo que decía.
Se dió la vuelta y se dirigió hacia varios estantes, donde almacenaba diferentes armas.
—A ver... ¿Dónde estas, M9? —murmuró para si mismo mientras buscaba entre los estantes desordenados, su mente se centraba en encontrar el arma adecuada.
—¡Aja! Aquí estás, preciosa —exclamó Dimitri con una sonrisa satisfecha al encontrar la pistola—. Ahora voy por las balas.
Con un trapo en mano, pasó suavemente el paño sobre el metal brillante antes de abrir un cajón lleno de municiones de diferentes calibres.
Se acercó a Vitale y le entregó el arma, sintiendo el peso de la M9 en su mano.
—Aqui está —dijo Dimitri, con un tono casi reverente—. Pequeña pero letal. Son 200 dólares por ella.
Vitale tomó la pistola, sintiendo su frío metal contra su piel. Una mezcla de emoción y responsabilidad lo invadió.
—Aqui tienes —Saco 200 dólares de su bolsillo— un gusto hacer negocios.
Vitale guardo el arma adentro de su chaqueta, y se retiró del lugar, Dimitri solo se quedo observando como se retiraba del sitio.
Al llegar a su auto, Domenico lo esperaba con los brazos cruzados y con una gran curiosidad.
—Lo he conseguido —anuncio Vitale al abrir la puerta del vehículo.
Domenico frunció el ceño, mirándolo con confusión.
—¿A qué te refieres? ¿Que conseguiste? A esta distancia no pude ver nada —respondió, su voz cargada de curiosidad.
—Me refiero a esto —dijo Vitale, sacando la pistola de su chaqueta con un movimiento rápido y seguro.
Domenico se quedó boquiabierto.
—¡Guau! Hace tiempo que no veía una de esas. La última vez fue en circunstancias... diferentes.
Vitale, sintiendo la tensión del aire, guardó rápidamente el arma en su chaqueta.
—Es hora de ir a trabajar —afirmo Vitale, enderezandose y mirando hacia la calle—. No podemos perder más tiempo.
Domenico asintió, estaba listo para pasar a la acción.
Vitale manejó hasta la empresa que publica los periódicos, estacionándose frente al edificio iluminado por sus luces brillantes. Eran las 7:45 p.m., estaban listos para empezar con el primer pasó de su plan.
—¿Logras ver un Chevrolet cuya patente termine en 93? —preguntó Vitale, mientras giraba la cabeza de un lado a otro, buscando entre los autos aparcados.
Domenico se concentró, sus ojos recorriendo entre cada auto estacionado fuera del edificio, hasta que finalmente lo encontró.
—¡Bingo! —exclamó, señalando con entusiasmo—. Es aquel. Un Chevrolet que termina en 93.
Vitale dirigió su mirada hacia el auto indicado, sintiendo un alivio momentáneo.
—Tienes razón, te felicito —respondió con satisfacción mientras calculaba su próximo movimiento.
—¿Y ahora qué? —preguntó Domenico, mirando a Vitale con curiosidad—. ¿Cuál es el siguiente movimiento?
Vitale suspiró. Se inclino en el asiento del auto, permitiéndose un momento de relajación.
—Esperar... —respondió, su voz tranquila Pero firme—. Tenemos que esperar a que sean las 8:00 p.m. Cerrarán a esa hora, y cuando venga el dueño del auto, lo seguiremos hasta su casa.
Domenico asintió, mirando hacia el edificio con una mezcla de impaciencia y determinación. El murmullo del tráfico se mezclaba con sus pensamientos.
Editado: 06.01.2025