las 9:30 p.m. llegaron al edificio de Mark, Vitale se bajó en silencio del auto, sin decir ni una palabra, Domenico salió del auto, y decidió esperarlo allí afuera, prefirió no entrar.
Vitale entro con pasó firme, su confianza era palpable mientras subía las escaleras. Al llegar a la puerta de Mark, noto que estaba cerrado con llave, desde adentro provenían sonidos, como murmullos y un leve golpe.
Con una mezcla de curiosidad y determinación, Vitale decidio tocar la puerta, su mano firme. La espera se sentía interminable.
Finalmente, Mark Blaze abrió la puerta, y la primera impresión de Vitale fue de sorpresa. La expresión de Mark era un reflejo de agotamiento y frustración, como si hubiera estado lidiando con sus propios demonios.
—Así que eres tú, Vitale —dijo Mark, su voz sonando diferente, como si cada palabra le costara un esfuerzo monumental.
Vitale notó que en su mano derecha sostenía una botella de whisky, claramente en un estado avanzado de embriaguez. El olor del alcohol se filtraba incluso antes de que Mark hablara.
—Escucha, el trabajo ya está hecho —dijo Vitale.
La tensión en el aire era palpable; Vitale sabía que no solo se trataba del trabajo, sino también del estado en el que encontraba a Mark. Se preguntó si esa botella había sido su única compañía en las últimas horas.
—¿Ya lo resolviste? —dijo Mark, dando unos pasos hacia su oficina con dificultad—. Me parece perfecto.
—Eso dije, ya está resuelto. Solo pasaba por el dinero —su voz sonaba sería.
—Ah, el dinero claro, —Abrio un cajón y saco varios fajos—. Hablas de esto.
Mark caminó lentamente hacia Vitale, su andar tambaleante revelando su estado. Con un gesto casi mecánico, le entregó el dinero, murmurando apenas—Aquí tienes—. El aliento a alcohol que emanaba de su boca era casi palpable, un recordatorio de sus excesos.
Vitale sintió una mezcla de repulsión y resignación mientras agarraba el billete. Sin decir una palabra, lo guardó en su chaqueta con movimientos automáticos, como si estuviera tratando de deshacerse del peso que representaba esa transacción.
Se dio la vuelta, sintiendo que cada paso hacia la salida lo alejaba no solo del lugar, sino también de una conversación que sabía que nunca se llevaría a cabo.
Vitale salió del edificio, sintiendo cómo los ruidos del tráfico lo envolvían de nuevo. Se acercó al auto estacionado, donde Domenico lo esperaba.
—¿Te pagó? —preguntó Domenico, su entusiasmo evidente.
—Sí, tres mil dólares —respondió Vitale, tratando de sonar casual.
—¡Wow! Eso es un dineral. Tengo un lugar perfecto para festejar. ¿Qué te parece? —dijo Domenico.
—¿Un lugar para festejar? —replicó Vitale, levantando una ceja—. ¿A cuál te refieres?
Domenico se inclinó hacia adelante, como si compartiera un secreto—. Conozco un club que hace grandes fiestas, también tiene distintas bebidas de toda la ciudad y un ambiente increíble. Te va a encantar.
Vitale dudó un momento, sopesando sus opciones. La idea de celebrar parecía atractiva, pero también había algo en su interior que le decía que debía ser cauteloso.
—Sube al auto —dijo Domenico, con una sonrisa—. Iremos al club “Nottinpart”.
—De acuerdo —susurró Vitale, dejando escapar un suspiro resignado—. No has cambiado en ese aspecto.
Mientras Domenico encendía el auto, Vitale miró por la ventana, observando cómo las luces de la ciudad pasaban rápidamente. La noche era tranquila, las estrellas brillaban como pequeños faros en el cielo oscuro, y la luna iluminaba el camino con su suave resplandor.
Finalmente, llegaron al club. Desde afuera, “Nottinpart” se veía vibrante; luces moradas y azules parpadeaban y los sonidos de música y risas se escapaban por las puertas abiertas. La energía del lugar era palpable.
Domenico y Vitale se bajaron del auto, sintiendo cómo la música vibrante del club les daba la bienvenida. Caminaron hacia la entrada, pagaron su entrada y, al cruzar las puertas, fueron recibidos por una explosión de luces y sonidos. La energía del lugar era contagiosa; risas y conversaciones se mezclaban con ritmos pulsantes que hacían vibrar el suelo.
—Por lo que veo, Domenico ya se fue a divertirse —se le escapó una sonrisa a Vitale mientras observaba cómo su amigo se perdía entre la multitud.
Vitale decidió buscar su propio refugio en medio de ese torbellino. Se acercó a la barra, donde el ambiente era un poco más tranquilo, y se sentó en un taburete de cuero desgastado. El bartender, un hombre de cabello desordenado y una sonrisa amistosa, se acercó.
—¿Qué te traigo? —preguntó el bartender, limpiando un vaso con un trapo.
—Solo un vaso de whisky, por favor —respondió Vitale, sintiendo que necesitaba algo fuerte para relajarse.
Mientras esperaba su bebida, observó a su alrededor: parejas bailando, grupos de amigos riendo y disfrutando.
A su lado, un hombre se tomaba unos tragos. Notando la llegada de Vitale, giró su cabeza hacia él con una sonrisa amistosa.
—¿Qué te trae por aquí? —preguntó el hombre con buena actitud, inclinándose un poco hacia adelante, como si realmente le interesara la respuesta.
Vitale lo observó brevemente, notando la chispa en sus ojos y la forma en que parecía disfrutar del ambiente. Tomó su vaso con whisky que le había servido el bartender y, tras un sorbo, respondió:
—Nada en particular, solo disfrutando de la noche —dijo Vitale, sintiendo cómo el calor del whisky comenzaba a relajarlo un poco más.
hombre asintió, como si comprendiera perfectamente esa necesidad de desconectar.
—¿Cómo te llamas? ¿Estás solo? —preguntó el hombre, mirándolo con curiosidad.
Vitale arqueó una ceja, un poco sorprendido por la cantidad de preguntas.
—¿Siempre haces tantas preguntas? —respondió, soltando un ligero suspiro—. Me llamo Luca Vitale. ¿Y tú?
El hombre sonrió, como si la curiosidad fuera parte de su encanto.
Editado: 06.01.2025