Cita con un Desconocido

El desconocido encantador

Marcelo había llegado como una bocana de aire fresco a mi vida, era una persona divertida siempre tenía algo nuevo que decir y que platicar. Era una persona realmente inteligente cuando un tema le llamaba la atención pasamos horas escribiendo yo porque no conocía del tema y por qué expresar eso que tanto le gustaba y tenía que admitirlo me gustaba. Estaba tan sorprendida porque en dos semanas ya estaba cautivada por él, era hermoso despertar todas las mañanas y ver un mensaje de: ¡Buenos días, Heather!, era bonito saber que aun había alguien me notara atractiva o que hacía por lo menos el intento de conquistarme. Me sentía cómoda hablando con él porque tenemos tantas cosas en común: El amor por la poesía, el arte, la astronomía, la cocina y uno que otra cosilla. Era como si Marcelo fuera la otra mitad de mi otra rompecabeza que había dejado olvidado debajo de la cama y que la había sustituido por otra pieza que no era; Con mi esposo nunca tuve nada en común lo único era el mutuo desagrado que ambos nos teníamos.

Me levanté como todas las mañanas cuando vi que tenía un mensaje desde temprano de Marcelo, mi corazón dio varios tumbos al ver el emoticón en forma de corazón.

— "Buenos días, Heather, espero que te vaya muy bien en el trabajo, y no sabes cómo deseo algún día ser yo que te diga cara a cara lo bella que te ves en las primeras horas del día. Suerte linda".

Sonreí al ver el mensaje y le mandé un beso, me miré en el espejo y vi la maraña que tenía por cabello a lo que empecé a reír.

— Creo que no te gustaría verme así.

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Sali de una reunión que lastimosamente tuve que asistir para cubrir a mi superior mientras se follaba a una de limpieza, me despedí de algunos compañeros para luego caminar hasta el comedor para almorzar con mi mejor amiga, abrí los ojos sorprendida al ver la montaña de comida que tenía en la mesa no me imaginaba hasta sería una hazaña digna de un récord Guinness verla comer esos cinco platos de comida y dos potes de helado de fresa.

— Por favor dime que después de que comas no me harás sostener tu cabello mientras vomitas. — arrugue la nariz con solo imaginarme el vómito, era una persona muy asquienta y la más mínima cosa vomitaba como si cuerpo quisiera deshacer de mis órganos vitales.

— ¡Claro que no! — respondió con la boca llena de comida china. — Para eso está mi esposo, que sorpresivamente el que esta con los típicos síntomas de embarazo es el, mi mamá dice que tal vez sea una niña, pero la verdad no se. — metió otro bocado de comida, en eso vi un brillo en sus ojos la conocía perfectamente. quería saber de Marcelo. — ¿No hay algo de lo que quieras conversar?

decidí ignorarla mientras me comía mi arroz con pollo, pero la verdad necesitaba gritar a los cuatros vientos que estaba encantada con él.

— ¡Esta bien Daya! — hablé emocionada. — Fuiste mi Cupido, no sé qué decirte estoy tan emocionada con él, sinceramente no quiero ilusionarme porqué apenas han pasado dos semanas desde que empezamos a conversar, pero.... — Suspiré. — Es como si fuera todo lo que estuve buscando por tanto tiempo, tenemos tantas cosas en común que algunas veces me asusta porque me conoce mejor que mi mama, sé que es algo exagerado de mi parte, pero Marcelo es increíble, pero a la vez tengo miedo de que falle. — Miré mi plato con tristeza a lo que mi amiga tomó mi mano derecha para poder hablar. — La verdad no pensé que me afectaría tanto la separación de Antonio, después de todo me case enamorada de él y tu fuiste testigo de ese amor, tantas veces soñé con el en formar la familia perfecta tener a un hombre que estuviera a mi lado en las buenas y en las malas, pero fue todo lo contrario y sé que es algo estúpido de mi parte pero siempre a pesar de los años tenía la leve esperanza casi vaga de que Antonio otra vez volvería hacer el mismo hombre que me había jurado amor eterno en el altar. — Tragué saliva porque sentía cada vez un nudo en mi garganta. — Po eso tengo miedo de que me esté haciendo ilusiones y quizás al final no tenga nada con Marcelo, pero en serio quiero darme la oportunidad, si Antonio puede ser feliz porque yo no.

— ¿Él sabe que estuviste casada o más bien de que eres divorciada?

Negue ante sus palabras.

— Solo pienso decir poco a poco, me quiero ganar un poco más de su confianza, y luego le diré la verdad, así como él lo ha hecho conmigo.

— ¿Me podrías enseñar una foto de él? — preguntó Dayana con curiosidad, le extendí mi teléfono y ella empezó a revisar su perfil a lo que silbaba de vez en cuando haciéndome sonrojar. — ¡Maravillosa comida del cielo! — exclamo con picardía. — Marcelo Huntt tiene treinta y sietes años, me parece muy bien para ti amiga. — Me guiño el ojo. — Egresado de la universidad de las Carolinas, postgrado en psicología, es amante de la natación, por eso tiene ese cuerpo maravilloso. Pero lo raro es que solo ha posteado tres fotos de él, ¿enserio crees que sea o es un perfil falso?, porque la verdad es demasiado perfecto para que sea verdad. ¿alguna vez han hablado por teléfono, o han hecho una videollamada?

— ¡Claro que no! — Me sonroje y le quite de nuevo el teléfono mientras miraba su foto. — Ayer quiso hacer una llamada, pero me asuste, apenas puedo escribirle y ya hablarle es para que me dé un ataque de tartamudez como en mi examen final de la universidad.

Dayana se metió la última cucharada y sonrió.

— Sería bueno que escuches su voz y conozca mejor a ese hombre perfecto.




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