Había una cara delante de ella. Una niña rubia con rostro de ángel.
Aunque ella sabía que no lo era. Lo contrario, más bien. Llevaba un precioso peto rojo que le hizo querer tener uno igual.
—Alicia la fea —sonrió maliciosamente la niña mientras las demás se reían.
Intentó ponerse de pie. Notaba algo húmedo en su pecho. La niña, Charlotte, le había lanzado su bebida. Alicia sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas. Alguien la agarró del hombro para volver a empujarla contra el suelo. Se quedó sentada, escuchando las risas de sus compañeras. Especialmente la de Charlotte, que resonaba por encima de todas las demás.
* * *
Cuando Alice abrió los ojos, se sentía como si siguiera en el suelo, sentada
y con el pecho húmedo por la bebida. Pero no, estaba sobre un colchón
viejo en una habitación ocupada por otras veinte personas.
¡Alicia! Se llamaba Alicia. Era un avance. Era otra versión de su
nombre, en español. Pero ¿quién era? ¿Por qué soñaba con ella? ¿Era real?
Miró a su alrededor, los demás se estaban despertando. Sonaba algo a lo
lejos. ¿Una campana? Vio que Jake, en la cama contigua, se frotaba los ojos
y la miraba.
—Buenos días, Alice. —Bostezó—. ¿Qué tal tu pierna? Seguro que está
mejor.
Ella bajó la mirada y, en efecto, notó que su cuerpo ya no le molestaba ni
un cuarto de lo que le había dolido el día anterior. Todavía tenía la venda en
la rodilla, así que se la quitó y se sorprendió al ver que tenía un moretón
bastante feo, pero nada más. Era como si solo se hubiera dado un golpecito.
Por si eso fuera poco, las heridas de las manos casi habían desaparecido y
su cabeza estaba como nueva.
—¿Sorprendida? —preguntó Dean, en la cama que había frente a ella—.
Los milagros de Tina.
Vio que todos se ponían de pie y los imitó, todavía un poco confusa. Se
vistieron con la misma ropa del día anterior. Ella se olió a sí misma y se
preguntó cuán higiénico sería eso. Salieron de la habitación, las chicas se
dirigieron a un lado y los chicos a otro. Jake le hizo un gesto de despedida
mientras seguía a su grupo. Alice siguió a las chicas, sola e insegura.
Llegaron a un gran cuarto de baño compartido. Muchas la miraron de
reojo, curiosas. Aprovechó para hacer pis con cuidado de no tocar la letrina
y, cuando pasó por delante del espejo, se quedó paralizada.
Tenía una pequeña cicatriz en la ceja. Pero, por lo demás, era la misma
de siempre. Como si no hubiera cambiado nada esos últimos días, como si no hubiera huido ni hubiera estado a punto de morir en un accidente de
coche. ¿Cómo era eso posible?
—Oye. —Una de las chicas se acercó a ella con una bolsita—. Toma.
—¿Qué es?
—El neceser de higiene personal. Encontrarás un cepillo y pasta de
dientes, jabón, cosas para la regla..., todo eso. Si se te termina, avisa a Tina
y te dará más.
¿Qué acababa de decir de una regla?
Alice se cepilló los dientes a toda velocidad —y con alivio— y se lavó
las manos con jabón —cosa que también fue un alivio para ella, pues se
sentía sucia—. Miró a sus compañeras para ver si se ataban el pelo, pero
ninguna lo hacía. Al final, optó por hacerse una cola de caballo igualmente
y las siguió después de guardar el neceser en su cama.
Salieron del edificio y se dirigieron al campo de fútbol. Había cuatro
pilares pequeños colocados en él que formaban un cuadrado en el que
cabían varias personas. Allí estaba Rhett, de pie, revisando unos papeles
con aire aburrido.
En el instante en que vio a Alice, se le iluminó la mirada. Ella se sintió
incómoda, bajó los ojos de manera instintiva e intentó mezclarse con su
grupo para perderlo de vista. Entonces divisó a los chicos. Justo cuando iba
a alcanzar a Jake, que le sonreía, escuchó la voz de Rhett a su lado.
—Mira a quién tenemos aquí.
Ay, vaya.
Alice se dio la vuelta casi como si esperara una sentencia de muerte.
Estaba tan cerca de él que lo que tenía delante de la cara era su pecho. No
se atrevió a subir los ojos y, honestamente, se sintió un poco ridícula. Solo
alcanzó a percibir que había esbozado una sonrisita divertida.
—Carne fresca —anunció dramáticamente—. Hoy vamos a ver si sabes
defenderte.
Alice miró a Jake, Dean y Saud de reojo. El primero esbozó media
sonrisa, negando con la cabeza. Alice supuso que eso quería decir que era
normal.
—Y de la zona de los androides, nada más y nada menos —siguió Rhett.
Alice notó aún más miradas clavadas en ella. No sabía cómo reaccionar. El
profesor la rodeó y, al perderlo de vista, dedujo que se había quedado justo
detrás de ella, porque dejó de escuchar pasos en la hierba—. Creo que
nunca había conocido a nadie de esa zona.
Volvió sobre sus pasos para quedar delante de ella, y la miró con una
ceja enarcada.
—Sabes hablar, ¿no?
—Sí —murmuró irritada—. Algo me enseñaron.
Escuchó algunas risitas, pero Rhett no pareció molesto. De hecho, se
limitó a chasquear la lengua.
—¿Cuánto creéis que durará sin que la echen del cuadrilátero de una
patada?
—Diez segundos —dijo una chica.
—Era una pregunta retórica, Annie, pero gracias por demostrarnos que
se te da mejor meterte en un ring que ponerte a pensar —le soltó Rhett, y
empezaron a escucharse más risas. Volvió a centrarse en Alice—. No te
creas que por ser de la zona de los raritos lo vas a tener más fácil que los
demás.
Alice por fin se atrevió a mirarlo a la cara, pero se arrepintió enseguida.
Sin querer, su vista se había desviado de forma muy obvia a la cicatriz y él
se había dado cuenta. Volvió a bajar la cabeza, sintiendo una oleada de
tremenda incomodidad. Rhett, por su parte, fingió no haberse percatado.
—Observa a los demás y verás cómo son los movimientos básicos —
finalizó—. Tú, vete al cuadrado.
Alice estuvo a punto de moverse, pero comprendió que estaba mirando a
la chica que había hablado antes. Era bastante delgada, pero tenía la cara redonda. Respiró hondo y obedeció. Alice se había librado, menos mal.
Como contrincante, Rhett escogió a otra chica de la misma anatomía que
Annie. Parecía una pelea bastante justa.
El profesor se situó entre Alice y Jake e hizo un gesto con la mano. Ella
no sabía muy bien qué esperar. Frunció el ceño cuando vio que las
combatientes se inclinaban ligeramente hacia delante y se miraban. ¿Qué
tenían que hacer?
—¿Con quién vas? —le preguntó Rhett a Jake en voz baja.
—Annie no es muy buena. Con Jenell.
—Sabia decisión.
Entonces, una de las dos, Annie, dio un paso hacia delante y levantó los
puños.
—¿Eres diestra o zurda? —le preguntó Rhett a Alice de repente.
Ella lo miró sin comprender.
—Cuando tienes que hacer algo con las manos —insistió—, ¿se te da
mejor con la derecha o con la izquierda?
—Con la izquierda.
—¿Zurda? Bueno, mejor. Así distraerás a tu oponente. —Él se inclinó un
poco en su dirección y señaló a Annie—. ¿Ves cómo está? Esa postura es
defensiva y muy básica. Rodillas ligeramente dobladas, cuerpo ladeado...,
debes tener siempre la mano buena más alejada del rival que la mala.
Alice asintió, medio fascinada, mientras veía a Annie y a Jenell moverse
por el cuadrado sin perderse de vista. Mantenían la postura que Rhett
acababa de explicarle. Entonces, Jenell apoyó todo su peso en un pie y
lanzó un puñetazo que Annie esquivó.
—No metas el dedo pulgar en el puño —añadió Rhett—. Podrías hacerte
mucho daño. Y cuando vayas a atacar, adelanta siempre el pie contrario. La
cadera se moverá con tu brazo y te proporcionará más fuerza. ¿Lo estás
entendiendo?