Ciudades de Humo

12. El desastre del circuito

—Mira que tienes mala suerte —le dijo Saud. 
Habían ocupado uno de los pocos sitios libres que había junto a las 
ventanas y, mientras la lluvia repiqueteaba contra los cristales, jugaban ya 
su tercera partida de cartas. 
—Sí —corroboró Dean. 
Trisha, sentada a su lado, no dijo nada. Estaba intentando ver la mano de 
Jake. Alice aprovechó su distracción para atisbar la suya. 
Je, je. Iba a ganar. 
—No es mala suerte —protestó Alice. 
—¿Ah, no? Y ¿qué es? —Saud la miró, divertido. 
—Que el mundo está en mi contra. 
—El mundo no está en tu contra —intentó animarla Dean con una 
sonrisa—. Vamos, no a cualquiera le ofrecen cambiar de grupo tan pronto. 

Eso es que estás haciendo algo bien. 
—Oye, es verdad. —Jake dejó otra carta en el montón—. ¿Crees que te 
cambiarán de grupo ya mismo? 
—Supongo que no. Max no me ha visto disparar y ni siquiera he hecho 
la prueba. 
—Ser avanzado molaría —murmuró Dean. 
Alice se encogió de hombros. 
—Pero primero me tocaría intermedio, ¿no? —dijo. 
—Si te pasaran directamente a avanzados, serías la segunda persona de 
la ciudad en conseguirlo. 
—Y ¿quién fue la primera? 
Todos miraron a Trisha a la vez. Ella no pareció muy interesada en el 
tema. 
—Los avanzados están sobrevalorados —dijo, simplemente. 
—¿No te gustó? —Alice la miró, algo nerviosa. 
—Claro que sí. Me encantó. Por eso digo que está sobrevalorado. 
Alice se quedó mirándola un momento, confusa. 
—Entonces, ¿están sobrevalorados o no? 
—Alice, es sarcasmo —aclaró Jake mientras observaba atentamente sus 
cartas. 
—¿Por qué os resulta tan difícil decir lo que pensáis y ya está, sin 
sarcasmos ni cosas raras? 
Al escucharla, Trisha puso los ojos en blanco de la manera más obvia 
que pudo. 
—Algún día se te quedarán los ojos al revés si sigues haciendo eso —le 
advirtió Alice. 
—Así dará aún más miedo. —Dean arrugó la nariz. 
Alice la miró. Sí que daba miedo. Pero, aun así, había descubierto que 
Trisha no era tan desagradable como pretendía aparentar. De hecho, era incluso simpática cuando se lo proponía, que eran muy muy muy pero que 
muy pocas veces. 
Bueno, formaba parte de su encanto. 
—¿Cuánto tiempo estuviste con ellos? —le preguntó. 
—¿Con quién? 
—Con los del grupo avanzado. 
—Una semana. Y, antes de que sigas indagando, te informo de que me 
echaron por romperle el brazo a un chico que hacía demasiadas preguntas. 
Alice escuchó una risita a su lado y, por un momento, no le hizo caso. 
Pero se repitió. Al volverse en esa dirección, vio que había dos chicas 
sentadas mirándolos con una sonrisa desdeñosa. Las reconocía de las clases, 
de las peleas del primer día y de las veces en las que se habían metido con 
Jake por ser, según ellas, «demasiado gordo como para estar en su mismo 
grupo». 
—¿Por qué jugáis a eso? —preguntó una de ellas con una mueca—. Es 
como... del siglo pasado. 
—Sí, sí. —La otra asentía con la cabeza frenéticamente, dándole la 
razón. 
—¿De qué hablan? —preguntó Alice, sin entender el problema. 
—De nada que tenga que importarnos —murmuró Saud—. Ignóralas, es 
lo mejor. 
—La gente de color no debería tener los mismos derechos que los demás 
—soltó una de las chicas, mirándolo, y Alice vio que Saud apretaba los 
labios en una dura línea. 
¿Qué era una persona de color? 
¿Una persona azul? ¿Roja? ¿Verde? ¿Había humanos de colores? ¿Por 
qué nunca había visto ninguno? 
—Mi padre decía que solo los idiotas ignoran a los demás cuando les 
hablan —añadió la otra chica. 
—Parecen un circo.

—El negro, el friki, el gordo, la rara y la musculitos. Lo tienen todo. 
Alice miró a los demás. No entendía nada de lo que estaba pasando, pero 
todos parecían sentirse mal por las palabras de esas chicas. A excepción de 
Trisha, claro, que seguía bostezando como si no existieran. 
¿No iban a hacer nada? No sabía qué decían exactamente, pero estaba 
claro que no era nada bueno. 
Se volvió hacia ellas, muy diplomática. 
—Eso no es agradable —les dijo, señalándolas con un dedo acusador—. 
Hacéis daño a los demás hablando así. 
Las dos la miraron un momento y, acto seguido, empezaron a reírse. 
—¿Que no es agradable? Pero ¿tú de qué planeta has salido? 
—Aún no hemos podido salir de nuestro planeta el tiempo suficiente 
para que yo pueda proceder de otro —explicó Alice seria—. ¿Es que no 
tienes formación académica suficiente como para saberlo? 
A su lado, Trisha empezó a reírse sin siquiera intentar disimularlo. Era la 
primera vez que lo hacía, al menos delante de Alice, ¿qué le había hecho 
tanta gracia? ¡Solo había aportado un pequeño dato a la conversación! 
—¿Me estás llamando idiota? —preguntó una de las chicas, poniéndose 
de pie y acercándose a Alice, que también se levantó, instintivamente, 
todavía sorprendida. 
—Alice, olvídalo —le advirtió Jake, dejando las cartas de lado. 
—Tú cállate, niñato —le espetó la chica—. No te metas. 
Alice la miró, perpleja ante tan malos modales. Se sintió un poco más 
segura de sí misma cuando vio que era más alta que ambas. Además, las 
había visto peleando en clase y no eran, precisamente, las mejores del 
grupo. 
Alice era mucho peor que ellas dos, pero sabía que no sería tan 
catastrófico como enfrentarse a Trisha. 
—No lo llames niñato —exigió Alice, que no sabía muy bien qué 
significaba esa palabra, pero, por el tono en que la había dicho la otra, le había sonado mal. 
—¿Y qué harás si lo hago? —La chica dio un paso hacia ella. 
Acto seguido, la empujó por los hombros, para provocarla. Alice dio un 
paso atrás, sorprendida. ¿Es que quería pelearse? ¿Eso es lo que hacían los 
humanos cada vez que había una disputa? 
—Venga, defiende a tu amiguito —la provocó, mientras la otra seguía 
riendo. 
—No me toques —masculló Alice un poco perdida. 
—¿Te pondrás a llorar si lo hago? 
—Creo que deberías callarte —advirtió—. Me da la impresión de que no 
tienes nada bueno que decir. 
—¿Y qué? ¿Me vas a callar tú, tabla de planchar? 
—No, lo haré yo. 
No dejaron de mirarse cuando intervino Rhett, que acababa de entrar. 
Interpuso un brazo entre ellas y Alice se dio cuenta de que se habían 
acercado mucho la una a la otra. El instructor la apartó y Alice quedó 
flanqueada por sus amigos, que también se habían puesto de pie. 
—¿Qué está pasando? —preguntó Rhett, cruzándose de brazos y 
mirándolas una a una. 
Parecía enfadado, así que Alice optó por decírselo ella. O al menos lo 
intentó, porque se le adelantaron enseguida. 
La otra chica cambió la expresión por completo. Pasó de mirar a Alice 
como si quisiera matarla a llorar. Alice se quedó tan desconcertada que no 
supo qué hacer. La chica sollozaba como una histérica. Trisha puso cara de 
asco. 
—¡Me estaba amenazando! —gritó, señalando a Alice. 
—¿Quién te amenazaba? —Rhett ni se había inmutado. 
—¡Ella, la rara! ¿Quién va a ser? Está loca. Decía que esta era su cama e 
intentaba sacarme por la fuerza.



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En el texto hay: futuro, amor, amistad

Editado: 09.01.2024

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