Cliché.

15.

Grettel se sintió herida todo el día. La imagen de Nathaniel abrazando a la chica de cabello rojo se repetía en su mente, cada vez más clara y dolorosa. Sentía como si una mano invisible apretara su corazón, desgarrándolo lentamente con cada pensamiento.

Boba, boba, boba, ¿por qué mierda te enamoraste?. Se recriminaba a cada segundo.

Cada vez que lo pensaba, el dolor en su pecho se intensificaba. Se lamentaba profundamente haber conocido a Nathaniel, convencida de que nunca había sido sincero con ella. Cada momento compartido, cada sonrisa, ahora parecía una mentira cruel.

Al llegar a la cafetería, Grettel trató de distraerse con el trabajo, pero la angustia era implacable. Los clientes venían y se iban, y aunque ella intentaba sonreír y cumplir con sus tareas, sentía que estaba funcionando en piloto automático.

—Un bobba.

—Lo sé, soy una boba.— Dijo en voz baja, su mente divagando entre el dolor y la confusión.

—Un bobba.

—Lo sé, ¿Por qué tuve que enamorarme?— Seguía preguntándose, incapaz de sacudirse el sentimiento de traición y decepción.

—Grettel, un bobba de fresa.— La voz de Evan la sacó de su ensimismamiento, su tono un poco más firme de lo habitual.

Grettel parpadeó, volviendo a la realidad. Evan la miraba con una mezcla de preocupación y paciencia, como si entendiera exactamente lo que estaba pasando por su mente.

—Lo siento.— Murmuró, volviendo a centrarse en su tarea. Comenzó a preparar el bobba de fresa, sus manos moviéndose automáticamente mientras su mente seguía luchando con la marea de emociones.

—¿Estás bien, nena?— Preguntó María con preocupación en sus ojos, mientras limpiaba la barra y observaba a Grettel.

Grettel asintió nostálgica.
—Todo bien...

María frunció el ceño, sin estar convencida por la respuesta de Grettel. —Estás un, poco, distraída, ¿segura que todo está bien?

Grettel asintió nuevamente, tratando de mantener una apariencia de normalidad.
—Perdón, estoy en semana de evaluaciones así que estoy algo cansada.

—Eso te pasa por no elegir el bachillerato que te da pase directo a la universidad, es muy fácil estudiar ahí.— Mencionó Evan mirándola.

—Evan..., no le hagas caso, Grett.— María dejó el trapo y se acercó a ella, colocando una mano reconfortante en su hombro. —Te entiendo, las evaluaciones pueden ser muy estresantes. Pero si necesitas hablar o tomarte un descanso, dímelo, ¿sí?

Grettel forzó una sonrisa, agradecida por la preocupación de María, aunque su corazón seguía pesando como una piedra en su pecho. —Gracias, María. Lo tendré en cuenta.

María le devolvió la sonrisa con calidez antes de volver a su trabajo. Grettel intentó sumergirse en sus tareas, atendiendo a los clientes y preparando bebidas. Sin embargo, cada vez que tenía un momento de quietud, la imagen de Nathaniel abrazando a la chica de cabello rojo volvía a su mente, haciendo que su corazón se sintiera como si estuviera hecho de cristal roto.

Evan, observaba a Grettel desde la distancia, se acercó mientras ella preparaba otra bebida.
—Si necesitas un momento para despejarte, puedo cubrirte.—Dijo, aunque su tono seguía siendo indiferente, había una ligera nota de preocupación.

Grettel negó con la cabeza, intentando mantenerse fuerte.
—Estoy bien, de verdad. Solo necesito mantenerme ocupada.

Evan no insistió, pero su mirada mostró que entendía más de lo que decía. A veces, la mejor manera de ayudar era simplemente estar allí, incluso en silencio.

Las horas pasaron, aquel día había más clientes de los habituales, manteniendo a Grettel ocupada y, al menos temporalmente, distraída de sus pensamientos. Con cada bebida que preparaba, trataba de enterrar sus emociones, concentrándose en los pedidos y las sonrisas de los clientes.

Finalmente, llegó el momento de preparar la última bebida del día.

—Toma.— Dijo Evan dejándole un chocolate en su barra. —El chocolate es mágico, ayuda a aliviar las penas del corazón.

Grettel tomó el chocolate, apretándolo en su mano como si fuera un amuleto. Sus palabras resonaron en su mente.

Grettel miró el chocolate y luego a Evan, sorprendida por el gesto. Su rostro, generalmente tan frío y distante, mostraba una sombra de preocupación.

—Gracias...— Murmuró Grettel.

Evan asintió, manteniendo su expresión seria pero con una leve suavidad en los ojos.

—No tienes que agradecerme.— Dijo, antes de volver a su tarea.

Grettel se quedó unos momentos mirando el chocolate, dejando que el pequeño gesto de amabilidad le diera un respiro en medio de su tormenta emocional. Guardó el chocolate en el bolsillo de su delantal, sintiendo que, aunque fuera un pequeño gesto, significaba mucho en ese momento.

Pronto, la cafetería estaba casi vacía y las luces cálidas del lugar empezaban a apagarse mientras terminaban de limpiar y recoger. Grettel terminó de lavar la última taza, y al mirar a su alrededor, vio a María acercándose con una sonrisa cansada.

—¿Lista para irte?— Preguntó María, dándole una palmada en el hombro.

—Sí, gracias. Hoy fue un día largo.— Respondió Grettel, intentando sonar animada.

—Lo sé, pero mañana será mejor. Nos vemos mañana.— Dijo María, guiñándole un ojo antes de salir por la puerta trasera.

Grettel respiró hondo y se dirigió a la puerta principal. Al salir, el aire fresco de la noche la envolvió, y sacó el chocolate de su bolsillo, recordando las palabras de Evan. Desempaquetó el chocolate y le dio un pequeño mordisco, dejando que la dulzura se disolviera en su boca, brindándole un breve pero bienvenido consuelo.

Al día siguiente, cuando llegó a la escuela, Melissa se le acercó rápidamente.
—Vamos a la cafetería.— Dijo arrastrándola en dirección a su destino.

Ambas se sentaron en una mesa de la cafetería, rodeadas por el bullicio de otros estudiantes que charlaban y reían. Grettel se veía ensimismada, con la mirada perdida en el vacío mientras Melissa la observaba con atención.




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