Cliché.

02.

Sus miradas estaban conectadas, él la miraba con una sonrisa ladina. Grettel apartó la mirada rápidamente, su corazón latía fuertemente.

¿Qué había pasado?

Una hora después, era momento del receso. Grettel era de aquellas personas con mucho miedo, insegura y tímida, para su mala suerte tan pronto sonó el timbre, todos salieron, dejándola sola en aquella grande habitación.

Pero no importaba, había algo que hacía ruido en la cabeza de Grett, el chico de la sudadera negra.
—Hola.

Levantó la mirada de golpe, una chica de cabello castaño atado en un moño estaba sentada en la silla de enfrente.

—Hola.— Respondió.

—Grettel ¿Verdad?

Ella asintió con la cabeza.

—Me llamo Melissa. un placer.

¿Qué debo hacer en estos momentos?, pensó.

Volvió a asentir con la cabeza en señal de "entendido".

—¿Quieres salir?

Grett miró a la ventana, enfrente estaba la papelería y a pesar de ser el descanso estaba llenísima, la piel se le erizó por completo y comenzó a sentirse pequeñita al notar la multitud.

—No, gracias.

Melissa la miró con la ceja fruncida mientras asentía con la cabeza, segundos después de levantó y se fue.

Eso había sido rápido pero lo único que Grett se quedó pensando fue en porque no había sido mas extrovertida, recalcando que era su culpa estar sola, no le costaba nada hablar mas, si hubiera aceptado no estaría sola.

Conectó sus auriculares a su celular, puso música y de nuevo comenzó a dibujar garabatos en aquella libreta. Estaba furiosa consigo misma.

Los pensamientos intrusivos recordando el pasado la perseguían a donde quiera que fuera, no importaba el lugar ni el momento.

Comenzó a sentirse culpable al recordar todo lo que había pasado hace dos años. Solo quería tener días alegres, pero hace mucho tiempo había olvidado lo que era la felicidad.
Suspiró pesadamente y echó un vistazo hacía afuera.

Y si, ahí estaba el. Riendo con dos chicas y un chico, el no se veía como ella; se veía alegre y seguro de sí. Estaba justo enfrente de su salón, aunque estaba de espaldas.

Arreglándose su cabello frente a la ventana del salón 108.
Grett frunció las cejas y cerró los ojos.

El se veía exactamente como aquellos chicos de las películas que claramente son unos patanes; cabello un poco largo, algo despeinado, sudadera negra y algunas cadenas de collares.

¿Por qué de repente me fijo en el?

—Oye.

Abrió los ojos y se encontró con una Melissa sonriente, traía consigo dos bebidas.
—Para ti.— Dijo extendiendo su brazo en donde tenía una.

Sonrió un poco asombrada por la acción. —Gracias.

Ambas hablaron hasta que terminó el descanso.
Melissa era una chica muy linda, Grett pensaba que le recordaba a las abejas. Tenía 16 años, al igual que ella. Su color favorito era el morado y era hija única.

Los días transcurrieron igual, aburridos. Bueno, ya no tanto gracias a Melissa ya que comenzaron a ser inseparables.

Y de un momento a otro, era 30 de septiembre.

Aunque Grettel aún no podía, o bueno, no tenía el valor de salir del salón. Le aterraba estar entre la multitud.

Conforme pasaron los días había conocido a dos chicas más: Violetta y Ophelia, quienes comenzaban a ser un poco más cercanas. Sobre todo Ophelia; una chica de cabello rizado y muy largo, la cual había tratado de ayudar a Grettel a integrarse en primer semestre. No había tenido suerte, Grettel no quería ser amiga de nadie, no después de lo que ocurrió.

Dentro de ella, no habia ninguna posibilidad de volver a ser feliz. Solo quería pasar desapercibida por los demas.

Oh, y aquel chico se paseaba frente al salón de Grettel, mirándola en muchísimas ocasiones. Al principio, Grettel pensó que eran simplemente casualidades, pero conforme pasaron los días, dejo de pensar eso. Sus miradas coincidían a cada momento, no importaba nada, como si fueran atraídos por una fuerza extraña.

No sabía quién era él ni por qué le prestaba tanta atención, pero había algo en su mirada que la intrigaba profundamente.
O quizás era por su actitud despreocupada en la que andaba por la escuela, la forma en la que sonreía o simplemente la manera en que se movía que la mantenía atenta.

La curiosidad de Grettel comenzaba a aumentar con el paso de los días.

¿Quién es?, se preguntaba a cada momento, no podía evitar sentir latir su corazón más fuerte cada que lo veía.

En fin, aquel día, era un triste 30 de septiembre, estaba lloviendo lo que bajaba los ánimos a cualquiera.

Las clases siguieron siendo aburridas, dos horas de geometría y trigonometría era lo peor del horario. Al finalizar las clases salió del salón con los auriculares puestos, con una mano llevaba un paraguas color rosa y con la otra trató de cambiar la canción.

Bobo celular. Pensó al ver que su ladrillo no respondía.

Y si, haciéndole honor al título del libro. Chocó con alguien, con alguien muy fuerte.

El pobre celular cayó al suelo, y casi le pasaba lo mismo a Grett. Auch.

—Disculpa— Dijo agachándose para recoger el celular. Menos mal no le había pasado nada.

Podía sentir su cara arder de lo roja que estaba, limpió con su mano la pantalla y comprobó si aún prendía.

—¿Grett?

Esa voz...
Levantó la mirada y pudo verlo. Alzó las cejas de la impresión.

—¿Alejandro?

—¡Grettel!—. Respondió abrazándola. —¡Vaya! Hace tanto tiempo no nos veíamos.

—Así es... Ven, te cubro.— Dijo Grettel intentando cubrirlo con el paraguas.

El sonrió —Muchas gracias Grett, ¿Cuántos años pasaron desde la ultima vez?

—Creo, que fueron 2 años.

—Parece que fueron cien. Y a pesar de eso sigues siendo un minion.— Dijo riendo.

—Y tu sigues siendo bobo.— Dijo entrecerrando los ojos — Ven, si lo sostienes nos cubrimos fácilmente los dos.

—Gracias Grett, siempre tan linda.




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