Club de Manualidades Alternativas

Primera Sesión

Julián y Daniela la asesinaron, obvio que lo dejaron como un secreto. El problema que surgió fue debido a que él no tenía por secreto el hecho de practicar brujería. Los otros chicos del grupo querían contactar a Antonia, quien supuestamente había fallecido en un accidente, que la llevó a cortar su vena yugular con una pecera.  No fue un accidente, fue calculado.

Pasó una semana entera, Cassandra, Pedro y Ezequiel seguían insistiendo, querían contactar a Antonia, su «amiga». Julián hizo advertencia tras advertencia, pero no fue útil, ellos hacían caso omiso. Estaban decididos a hablar con ella por última vez.

Fue entonces cuando yo decidí infiltrarme. Me colé al tablero antes que cualquier otra entidad pudiera hacerlo. Pude ver una leve sonrisa en la cara de Julián y Daniela, les salvé el pellejo, tal vez. Lo dudo, Antonia no tenía interés alguno en volver a hablar con alguno de esos chicos. Solo los utilizaba para su propia conveniencia.

Los convencí de reunirse conmigo en el instituto el miércoles. Aceptaron, fue fácil.

Daniela coordinó todo, habló con el inspector para crear un nuevo extraescolar, lo llamó “Club de Manualidades Alternativas”. La fachada era que trabajarían con manualidades ecológicas que difundirían la conciencia social. Una muy buena fachada, en realidad, se dedicarían a encerrarse en una sala de clases y rendirme homenajes, a cambio de algo; yo les concedería deseos.

Te habrás preguntado qué rayos soy yo, ¿no? Bueno, es momento de decirlo. Soy un demonio, y mi nombre es Patrick. Lo que te contaré ahora es la historia de cómo arruiné la vida de cinco adolescentes para siempre —también sus almas—, ¿estás listo para este recorrido? A mí me encanta.

Llegó el miércoles, la primera reunión de los chicos. Consiguieron que el profesor de artes accediera a entregarles el salón de artes. Daniela le pidió el favor, y como era buena en su asignatura, no fue difícil que aceptara.

Lo único que faltaba era un profesor, o profesional del área encargado, eso fue fácil, era yo. Con un título falso de pedagogía en artes y mi fachada atractiva, fue fácil hacerme pasar por un humano real.

Ellos me esperaban en el salón, cuando llegué. Estaba decidido a que la primera reunión fuera «divertida», por lo que los hice sentarse en un círculo. Cada uno tomó una silla aleatoria y armaron un círculo en la parte delantera del salón. Miré a quien tenía al frente, un chico de piel cálida, trigueño. Sus ojos inspiraban un sentido de timidez, él era tímido, totalmente. No me dirigió la mirada en ningún momento.

— ¿Cómo te llamas? —pregunté.

—Mi nombre es… Ezequiel. — se le veía intimidado, era por mí.

—Es un placer hablar cara a cara contigo, ¿no?

No respondió nada.

—Ezequiel, ¿qué es lo que deseas?

Me miró a los ojos, para luego cohibido mirar a su grupo de amigos. No sabía si decirlo en voz alta, así que lo alenté. Extendí mi mano hacia él, con la palma mirando hacia arriba. Fue un gesto que lo centró en mí, y lo hizo mirarme con cierta calidez.

Empezó a articular su deseo:

—Me gustaría poder hablar con mi madre — pausó —, de nuevo.

La madre de Ezequiel llevaba dos años de fallecida. Él aún no superaba lo que había pasado, fue repentino, sin ningún aviso. Ella siempre parecía estar feliz, pero al parecer no era así en realidad, por eso tuvo que haberlo hecho. Desde ese momento, Ezequiel sentía que no tenía un lugar seguro, o una persona en la cual confiar, ya que todos se terminarían yendo.

Buscar una forma de cumplir el deseo, y a la vez castigar al chico sería interesante. ¿Estaba dispuesto a matarlo?

Tal vez no se reencontrarían tras la muerte, no era seguro el destino del chico, y yo debía conocer el paradero de su madre.

Era un desafío que estaba dispuesto a superar.

—Tu deseo será concedido. — dije, para avanzar con la reunión.

Miré a quien estaba a su lado derecho, una chica rubia de ojos azules y piel cálida, que no dejaba de sonreírme.

— Es tu turno. — dije, mirando hacia ella.

No respondió, se quedó sonriendo. El chico a su derecha le dio un golpe leve con su codo, entonces ella reaccionó.

— Turno de qué. — dijo.

No, imposible, lo más seguro era que me pidiera alguna estupidez, ya estaba sacando un perfil de la joven, quien ya no sonreía, pero me miraba con fascinación. Joder, qué inocente.

 Puse mi pierna derecha sobre rodilla izquierda, una posición que supuse inspiraría respeto. No fue del todo necesario, pero me gusta dominar, es divertido.

— ¿Cuál es tu nombre? — pregunté.

—Cassandra, ¿y el tuyo? — preguntó, sonriendo.

No estaba seguro si responder o no.

—Mi nombre es Patrick. — respondí, para luego oír risas de algunos presentes, no le di mucha importancia.

Cassandra me miraba de pies a cabeza, empezaba a irritarme que me robara tanta energía.

— ¿Cuál es tu deseo? — pregunté.

Ella miró a su derecha, para encontrarse con el joven a su lado. Era un drástico opuesto a ella, llevaba el cabello negro azulado, piercings en la cara y delineador en los ojos.  Además de llevar un aire melancólico. Intercambiaron miradas, ella pedía misericordia de forma no verbal. Y él se veía irritado, a punto de estallar.

—Quiero que la luna sea más grande. — respondió.

— ¡No puedes pedir eso! — el joven de cabello azulado exclamó.

Las cosas se ponían interesantes.

— ¿Por qué no? — preguntó Cassandra.

—Ya te explique que vas a causar millones de muertes, Cassie.

—Juli…

—Pide otra cosa. — dijo él, grave.

—Está bien.

Ella empezó a hacer muecas con la cara, mientras pensaba en un nuevo deseo, supuse que se demoraría en decidir uno, así que seguí con “Juli”, quien estaba a mi izquierda.

— ¿Cómo te llamas? — pregunté.

—Julián. — respondió, seco. Noté que tenía los brazos cruzados, ese gesto indica bloqueo hacia el exterior.




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