Codo a Codo ©

Capítulo 1: Bienvenidos a California

Canción 1: https://youtu.be/bZ_BoOlAXyk (David Garrett - Viva La Vida)

1

El sol caía lentamente, el mar, chocaba contra la arena blanca mientras las gaviotas sobrevolaban la playa en busca de comida. Las personas disfrutaban del hermoso paisaje que la naturaleza les regalaba, la brisa cálida de un verano que se alejaba golpeaba los rostros de la multitud en la costa.

Un niño corría al borde del océano junto a su cachorro que lo perseguía mordiendo sus pequeños y diminutos talones, el reía al mismo tiempo que las olas mojaban sus pies y la arena salpicaba su pantaloncito verde con palmeras dibujadas.

Todo el mundo era feliz en esa ciudad, todo era hermoso.

O eso es lo que se veía a simple vista, porque si vuelves a hacerlo, si le echas otra ojeada pero esta vez, con algo más de atención, podrás descubrir todo aquello que quieren ocultar.

Todo lugar bello tiene su lado oscuro.

—Amor quítate ese aparato por favor —Pidió la señora Monroe desde el asiento del copiloto.

El joven castaño de puntas rubias lanzó un gruñido, era la cuarta vez que su madre le pedía tal cosa y las últimas tres, fueron para avisarle que pararían al baño en la próxima estación.

—Auriculares mamá, se llaman auriculares —Rodó sus ojos grises mientras obedecía el pedido de su progenitora.

—Despierta a tu hermana, estamos llegando... —Ordenó la mujer ignorando completamente la explicación de su hijo.

—¡Yupi! —Celebró falsamente mientras le quitaba la almohada en la que la joven estaba apoyada.

Fue entonces, que, ante tal acto macabro, la chica se despertó de un susto.

—¡¿Qué te sucede imbécil!? —Exclamó mientras se frotaba los ojos.

—Estamos llegando... —Le respondió con satisfacción.

Y así era, habían llegado, después de exactamente diez horas de viaje y de cruzar tres estados, los Monroe estaban llegando a su nuevo hogar: Santa Mónica, California. Específicamente, calle Wallace 431.

Si, estaban en aquel lugar hermoso.

Liam bostezó con cansancio, de las diez horas que el viaje duró, el solo había dormido dos, no fue porque no podía hacerlo, sino porque se la pasó viendo los capítulos de su serie favorita y ahora, la gran maratón le estaba cobrando las horas de insomnio.

Sus parpados se comenzaron a cerrar, aunque él no lo quisiera, le era imposible mantener los ojos abiertos; el auto avanzando sobre el pavimento y la música lenta de su madre lo ayudaban a dormir desde pequeño, solo que ahora, lo que menos quería era dormirse.

Y después de varios minutos de intentar quedarse despierto, se rindió al peso de sus parpados y se acomodó lo mejor que pudo sobre el respaldar del asiento.

Suspiró por última vez, y a la par de ello, el auto se detuvo de repente, haciendo que su cuerpo se abalanzara hacia el asiento del piloto, despabilándolo al instante.

—Familia, hemos llegado. —Pronunció su padre con una sonrisa de oreja a oreja.

—Genial...—Musitó enojado, parecía como si el destino no quisiera que fuera feliz.

—¡Apresúrense! —Grito su madre eufórica. —¡El camión de la mudanza llegó ayer, tenemos nuestras cosas adentro! —Explicó la mujer bajando del auto.

—Odio esto... —Dijo por lo bajo el joven, cruzando sus brazos y haciendo puchero como un niño de tres años.

—¿Oh qué sucede pequeño? —Preguntó con falsedad su hermana mientras acercaba su rostro al de Liam. —¿Extrañas a tu novio Connor? —Añadió mostrando una sonrisa burlona.

Liam lanzó un gruñido y abrió la puerta izquierda del auto para salir afuera, dejando a su hermana sola en el auto. Connor no era su novio, por supuesto que no lo era, solo era su mejor amigo desde los cinco años, y que ahora, se encontraba a miles de kilómetros de él.

—¡Mamá! ¡Liam me ha dejado hablando sola! —Dramatizó la chica al salir del auto, cerró la puerta detrás de ella y corrió hacia adentro de la casa con las manos sobre los ojos.

—Inmadura... —Murmuró su hermano colocándose los auriculares.

Antes de entrar, observó las afueras de la vivienda: era la más grande del country, como siempre, sus padres —sin presumir obviamente—, habían gastado un dineral exagerado por unas de las grandes mansiones en uno de los mejores barrios privados de la ciudad.

Suspiró cansado y lentamente, se dispuso al entrar en la vivienda.

Bienvenido a California, pensó al cruzar la puerta.

2

La familia Monroe se encontraba sentada en el gran comedor, rodeados de centenares de cajas cerradas con cinta adhesiva. Melissa había preparado una pasta instantánea y al parecer, no había seguido con exactitud las indicaciones, pues, lo que deberían ser unos ricos macarrones con queso, se habían convertido una masa dura que no se despegaba de los cubiertos.

Liam por su parte, intentaba introducir un poco en su boca, pero en cuanto lo logró, se arrepintió al sentir como la pasta se pegaba en su paladar.




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