En el parque al que acostumbraban ir, David y su hermana Julia encontraron un tablero de ajedrez tallado en madera sobre una de las bancas. Emocionados, comenzaron a jugar. Para ellos era solo una partida más como las de casa, pero, conforme avanzaban los movimientos, una sombra oscura se cernía a su alrededor. Cuando el rey de Julia cayó, el viento chilló fuerte y el parque se sumió en un silencio sepulcral. David miró horrorizado a las sombras retorcidas que se llevaban a su hermana.