Pretendo que por lo menos una disculpa salga de la persona frente a mí, pero ni un sonido brota de sus cuerdas vocales. Mis ojos no oscilan y su vista puesta en mí desde su altura tampoco.
Por unos segundos no hacemos más que eso: mirarnos.
De pronto la música a nuestro alrededor se escucha amortiguada; ¿la razón?: mi atención no está en otra cosa que en esos ojos grises y rasgados.
Ladea el rostro sin ningún tipo de expresión y sigue mirando hacia abajo, hacia mí; como si fuera menos que una cucaracha.
Una mano se envuelve en mi antebrazo.
— ¿Qué pasa? —Reconozco la voz enseguida.
Volteo hacia Ivanov y él tiene su atención fija en el tipo que lo alcanza en altura. Vuelvo el miramiento a la persona que no se ha movido de su posición, manteniendo la vigilancia sobre mí.
—Al parecer tenemos un ciego —La burla proviene de Venka.
Ladeo mi cabeza cuando un par de chicos se posicionan a los laterales del hombre: son sus refuerzos, como Ivanov y Venka son los míos.
Frunzo el ceño cuando sin aviso él suelta una risa con mofa.
Le paso las botellas de licor a Venka y me agacho al piso quedando más pequeña. Su risa provoca una reacción no muy favorable en mí y siento la necesidad de acuclillarme ante su cuerpo, rozando la cerámica del piso con mis dedos.
Un silencio atento cae en medio de nosotros. Rebusco en el suelo entre los vidrios de la botella partida y el que me parece más punzante y grande queda en mi mano derecha.
No me agradaba que se metieran conmigo ni que me retaran de esa forma porque yo no discuto, lo mío es tomar acción de inmediato.
Sin parpadear, de golpe y porrazo me levanto con el vidrio en mi mano, con las partes cortantes tentando mi piel a ser rajada y la parte punzante hacia afuera, en dirección al cuello del tipo que sigue viéndome con fijeza.
A pesar de ser veloz y no titubear en mi acción, el vidrio es obligado a detenerse antes de llegar a amenazar el cuello de él, quedando muy lejos del objetivo. Esa mano grande pegada a un brazo lleno de tatuajes, se envuelve con fuerza en mi muñeca, interrumpiendo mi meta.
Un arma sale de la nada apuntando la cabeza del hombre. El ambiente se inquieta cuando Venka apunta a uno de los tipos a los laterales del chico que me tiene agarrada y el otro acompañante apunta a Ivanov.
¿Cómo ha hecho Venka para apuntar portando todas las botellas? ¿De dónde sacó el arma Ivanov? ¿De dónde sacó el arma Venka?: no tengo idea.
Las personas a nuestro alrededor se alarman, dejando lo que están haciendo para alejarse.
¿Cómo era posible que él no haya soltado ni una disculpa? Está clarísimo que lo hizo a propósito. Había llegado desde enfrente; ¿Cómo no pudo verme?
Si estuvo con su vista en otra parte, pendiente de otra cosa, causando por accidente aquello, él debe explicarlo porque la actitud que está tomando me deja saber que chocó contra mí con toda la intención del mundo.
Bajan el volumen de la música cuando todos se percatan de lo que está pasando en ese espacio.
Esos ojos grises estaban retándome a soltarle un coñazo si tan sólo no me deja ir. No logré amenazarlo con el vidrio, pero de alguna manera si no mueve su culo fuera de mi vista iba cuando menos a reventarle una botella en la cabeza.
Ya no me importa sus disculpas, ya no me importa la razón por la cual chocó conmigo; lo que quiero es que aleje sus manos de mí; ¿por qué?: porque no quiero tener ningún tipo de contacto con personas como él. Me enervaba, me molestaba, me estresaba.
Él entorna los ojos y de repente desconecta nuestras miradas para ver hacia Ivanov. Por unos segundos se mantiene de la misma manera como conmigo: callado, nada más observando; pero lo diferente es que ahora sostiene mi muñeca en el aire.
—No esperé verte aquí —La voz que por primera vez escucho desde que hicimos contacto me hace tomar una respiración profunda. Es pesada, grave; un grito de esa voz podría hacerte sentir un ser inferior.
Pero ese no era mi caso. No era nuestro caso.
—Yo tampoco —Rebate Ivanov — Suéltala.
Una sonrisa ladina burlona se forma en los labios del tipo, tensando aún más su agarre en mi muñeca.
Me quedo mirando su mano envuelta en mi piel sin ninguna expresión en mi rostro.
Suelto el vidrio, tomándolo en el vuelo con mi otra mano y ahora sí mi objetivo es cumplido: el vidrio roza la piel de su cuello. Él pasa la lengua por su labio inferior, dejándolo brilloso y acentuando más el tono rosado.
Mi vista va a su mano enrollada sin perder fuerza en mi muñeca; mis ojos suben por su brazo de tez blanquísima que realza los tatuajes adornando su piel; sigo subiendo a la manga de su franela color vino y me detengo en sus ojos. Su sonrisa burlona desapareció, sustituyéndola una línea recta pero no tensa.
—Suéltame —Ordeno severa.
El arma de Ivanov se mueve más cerca quedando a centímetros de la frente del hombre y siento el calor de su cuerpo rozando mi espalda. Estoy en medio de dos tipos que miden más de un metro ochenta y con unos físicos matadores; pero en vez de estar derritiéndome por sus presencias, estoy cabreadísima. No con Ivanov, no con Venka; sino con el que tengo enfrente. Y no es una molestia nada más porque sí. Es un desagrado porque sé cómo es ese chico, y se sumaba a ese enfado el hecho de que estaba intentando meterse conmigo, trata de intimidarme, intenta que mis disculpas salgan cuando el que falló fue él.
Y eso casi me hace reír porque si estuviera consciente de que fue por mi causa el choque, sin duda desde hace rato hubiera ofrecido una disculpa; pero, ¿cómo iba a ser mi culpa si no estuve mirando por donde él me tropezó?
Así que no, de mi boca no saldría ni una sola jodida palabra de arrepentimiento.
—Suéltala, Olexei —Manda de nuevo Ivanov.
—Parece que aparte de ciego, sordo —Murmura Venka.
No puedo voltear para ver cómo están los chicos porque en momentos como esos la atención debe estar en el contrincante, y más si es uno fuerte.
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Editado: 09.03.2025