Combinación Perfecta |+21|

Capítulo 5.

— ¡Te estás acostando conmigo!

Está a punto de armarse un espectáculo y no estoy para esas mierdas.

Me dirijo al trigueño.

—Si puedo bajo en un momento —Le digo con una sonrisa forzada.

Él me ve con el ceño fruncido, sin entender qué estaba pasando.

—Él no se moverá de aquí.

Mi frente se arruga por su orden.

— ¿Es tu novio? —Pregunta el chico semidesnudo en la habitación.

—No.

—Sí.

Miro a Ivanov como si le salió otro ojo en la frente. Está tentando mis nervios.

—Me dijiste que no tienes novia —Demanda la chica al lado de él.

Sin voltearse para mirarla, manteniendo su vista en mí, le responde:

—Sí que la tengo. Ahí está —Hace un movimiento rápido con su mentón, señalándome.

—No seas cabrón —Escupo. Me vuelvo al trigueño, pidiéndole con la mirada que saliera de la habitación—. Si mi amiga pregunta por mí, dile que bajaré en un momento, ¿está bien?

Me observa por unos segundos, desconfiado; pero no le queda de otra que asentir resignado. Se encamina a la salida, pero de nuevo ese cuerpo más alto y fornido lo detiene.

Mierda, ¿pero qué le pasa? ¿Cuál es su problema?

— ¿Qué quieres con él? —Exclamo la pregunta, perdiendo la paciencia.

—Partirle los sesos.

Observo cómo el cuerpo del muchacho se tensa y su intención de irse se esfuma. Miro desde mi posición cómo ladea su cabeza hacia Ivanov.

Eso no sucederá, que le bajen a sus testosteronas porque ahí nadie se irá a los golpes.

—Hablemos nosotros dos —Le pido rápido a Ivanov—, ¿sí? Arreglemos las cosas.

Aunque no sé qué carajo arreglaríamos porque nada está fuera de lugar; pero para que deje ir al trigueño, que no sé su nombre, decido usar esa estrategia.

Ivanov no me mira, pero estoy segura que escuchó. Sin embargo, se acerca al chico quedando sólo a centímetros de distancia para advertirle:

—No te acerques a ella.

—Ella dejó claro que no eres su pareja.

Quiero darle buen un golpe por la cabeza a ese muchacho para que se largue de una vez de la habitación. Debe irse porque no quiero que se forme una revuelta. No hay necesidad de estar provocándose de esa manera, no existe un verdadero aprieto que los lleve a golpearse; no veo razón para hacerlo. No obstante, al parecer ellos piensan diferente, porque ahí están: tentándose con la intención de irse a los coñazos.

Eso me inquieta porque muchas veces fui testigo en peleas de Ivanov y en definitiva no quiero que se enfrente al trigueño; lo mejor es que ese chico se fuera por dónde llegó.

—Ella dijo que no eres su novio —La muchacha le habla a Ivanov, pero la atención de él está fija en otra cosa.

—Lo soy.

No hago caso a lo que dice porque sería como estar hablando con una pared si me ponía al nivel de él. Me acerco al trigueño para colocar una mano en su antebrazo y lo jalo un poquito hacia atrás, separándolo de la distancia que creó con Ivanov.

—Tienes que irte —Le pido una vez más.

—Me iba a largar pero este idiota está incitando mi paciencia.

Con velocidad me posiciono entre su cuerpo y el de Ivanov. Este último alza su puño con intención de plasmárselo en la cara al muchacho; pero cuando ve que el golpe se dirige a mí, cambia su puño, abriendo la mano para enredarla con fuerza en mi cabello, jalándome para quedar con la boca casi pegada a la suya.

—Dios, maldita sea —Susurra con los dientes apretados.

—Deben irse —Ordeno a la chica y al muchacho.

La atención de Ivanov está por completo en mí, así que el chico podría salir sin problema alguno de la habitación. Miro de reojo cómo él nos pasa y la chica de seguro también se va porque la puerta se cierra de un portazo, dejándonos a solas.

La respiración de Ivanov es acelerada y su aliento olor a chicle pega en mi rostro. Su mano estruja mis cabellos, jalando un par de mechones, tirando mi cabeza para atrás.

Sus escleróticas teñidas de un rojo muy tenue me indican que está drogado. Sin embargo, él controla demasiado bien su nota y también tiene alta tolerancia al alcohol. Además, si intenta algo que no me guste, lo detendría de corte.

— ¿Qué hacías con ese maldito aquí? —Suelta la pregunta con molestia, prensando su agarre.

—Primero que nada, suéltame —Mando severa, mirándolo directo.

Su vista se mantiene sobre mis ojos, tensa. Está inquieto pero intenta controlarse; lo sé por la manera en que frota los dedos de su mano libre. Soltando un suspiro de frustración, me suelta.

Acomodo mis cabellos en el medio de la cabeza y alzo la mirada para decirle:

—No es tu problema.

Las aletas de su nariz recta y masculina se expanden por la respiración profunda que envía a los pulmones. Pasa las manos con fuerza sobre su rostro; para luego llevarlas a su cabello oscuro, revolviendo los mechones. Su camisa desordenada tiene otro botón abierto, de seguro a causa de la chica.

¿Por qué está reclamándome algo que no debe? Yo no lo estoy haciendo y tengo más razón de peso para protestar; ¿La primera y más importante razón?: me encuentro en la misma fiesta que él. ¿Por qué buscaba a otra mujer para tener sexo cuando ya estuvo conmigo? No me importa con quién se acueste porque de seguro en las fiestas que no coincidíamos hacía desastre; pero acostarse con otra mujer, después de tener relaciones conmigo, en la misma fiesta; ¿no pensó que, tal vez, lo descubriría? ¿Es tonto?

De paso, tiene el descaro de reclamarme. Está mal.

— ¿Que no es mi problema? —Suelta una risa desconcertado—. ¡Te estás acostando conmigo!

—Lo sé —Digo tranquila—. Por eso, no me jodas.

—Anabelle —Me llama, pese a, que toda mi atención está en él—. ¿A qué juegas? ¿Qué quieres? Lo que sea, te lo daré.

Lo miro por unos segundos y a continuación digo una frase que ni siquiera pensé decir:

—Que me dejes en paz —Suelto, sorprendiéndome a mí misma—. Hasta aquí llega lo nuestro.




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