Una luz incesante me incomoda. Me inquieta un peso sobre mi pecho y estómago, y también una tensión que pasa de mi cuello, oreja y por encima de mi cabeza. No tengo ganas de abrir los ojos, una sensación de pesadez y cansancio están sobre ellos. Presiento que quedaré ciega si dejo mi vista en aquella luz que perfora mis parpados cerrados. Pero no me queda de otra que dejar que la luz poco a poco entre en mi mirada; con lentitud, no quiero que mis ojos se quemen. Y es difícil llegar a la meta de abrir por completo los parpados, tengo que cerrarlos varias veces cuando un rayito de luz se filtra a mi vista, ocasionando una punzada de dolor en mi cabeza. A medida que mis sentidos van despertando, me percato que ese peso en mi pecho es un brazo rodeando con firmeza mi cabeza, apoyándola sobre un pecho; y una pierna gruesa y dura está enredada con las mías, pasando por encima de mi rodilla izquierda y bajando por mi pantorrilla derecha. Estoy desnuda y la persona que me mantiene contra su cuerpo, sin darme la oportunidad de moverme, también. Ahora no me importa que mis ojos se achicharren porque necesito saber quién coño está a mi lado. No me desespero del todo porque sé que los recuerdos llegarían a mi mente, pero es inevitable no sentirme alterada cuando en esos minutos no tengo ni idea de con quién comparto cama. Mi mirada queda pegada en el techo y entorno un poco los ojos, como si eso desaparecería el dolor perforándome la cabeza. Bajo la vista para observar un par de tatuajes repartidos sin orden alguno en la piel; el brazo tiene los músculos trabajados y descansan con pereza sobre mi pecho; la mano de ese brazo está apoyada en la cima de mi cabeza y parte de esa extremidad llena de dibujos da casi la vuelta a mi cráneo, rodeándolo por completo, pasando por mi cuello y oreja derecha; el lateral izquierdo de mi rostro está pegado a un pecho y el otro brazo hace de almohada debajo de mi cabeza. Reconozco enseguida la estructura de ese cuerpo, el calor que desprende y los tatuajes en el pecho que sólo puedo ver por el rabillo del ojo porque no puedo moverme. Ivanov. Meneo la cabeza un poco para subir la mirada. Mis ojos quedan admirándolo: su boca entreabierta con labios rosados, inhalando y exhalando muy despacio; sus parpados con venitas azules están relajados, ocultando su mirada oscura; el cabello lo tiene alborotado y le caen algunos mechones sobre su frente. Se mueve un poco, acercando mi cabeza a su pecho. Me voy a remover de nuevo porque me siento asfixiada, sin embargo los recuerdos de hace unas horas comienzan a llegar: me drogué, emborraché y tuve sexo con Ivanov. ¿Qué clase de mujer soy? ¿Una mujer decente hace esas cosas? Cuando subimos a la habitación le grité, diciéndole que podía irse para la mierda. En esos momentos lo último que quise fue verlo; necesité descanso, al contrario de él, que necesitó hablar conmigo. Después que Olexei respondió las preguntas que le hice, no hablé más con él ni con Ivanov; sólo con Zoa y con los dos amigos de Olexei. Reí y bailé cuánto me dio la gana con esos dos chicos que aún recuerdo sus nombres: Maksimilliam y Sascha. Cuando quise subir, Ivanov me siguió. No le hice caso en todo el camino hasta que llegamos a la habitación. Discutimos por primera vez como si fuéramos pareja, vociferé que era un mentiroso, que quería que me dejara en paz y que él sabía que las personas como Olexei no me agradaban. Y él me gritó que no era su culpa que Olexei tuviera una actitud de porquería y que olvidara lo que había sucedido ese día en la fiesta. Entre tantos gritos y reclamos sin sentidos, me besó con fuerza y le correspondí. Y terminamos haciéndolo, no con lentitud, tampoco con delicadeza; sino, todo lo contrario. Tengo sensación de incomodidad en mi cuello y labios; de seguro por los chupetones que me hizo y con la fuerza en que me besó y mordió. El cuero cabelludo me duele por las veces que apretó y jaló mis cabellos sin la mínima delicadeza. — ¿Bebé? Su voz ronca me hace subir la vista de nuevo. Me mira medio ceñudo por la luz filtrándose en los ventanales. Se mueve para bajar el rostro y depositar un besito en mis labios. Suelta mi cráneo y aleja su pierna izquierda de las mías para estira su figura, colocando su cuerpo por completo boca arriba. Su brazo debajo de mi cabeza tiembla cuando jala todas sus extremidades con fuerza y luego vuelve a acercarse a mí para abrazarme. Siento toda la potencia de su cuerpo. Me volteo para pasarle una pierna por encima de sus caderas y un brazo alrededor de su cintura. Suelta un suspiro entre labios y comienza acariciar mi espalda con sutiles movimientos. Nos quedamos por un momento sin hablar, sólo sintiéndonos; hasta que él rompe el silencio: — ¿Recuerdas anoche? —Murmura con la voz adormecida, gruesa. Asiento. — ¿Me vas a dejar? Su pregunta me deja pensando. No sé qué voy hacer, así que opto por quedarme un silencio. Se separa para mirarme. — ¿Lo harás? —Insiste. Encojo mis hombros, ya que, no sé qué decisión tomar. Es un pecado atroz pedirle que deje de juntarse con una persona que es como su hermano, no tengo nada de derecho a pedírselo, y si lo tuviera, igual no le demandaría eso. Además, ¿por qué se molesta? Somos parejas nada más para tener sexo. ¿Había momentos que hacían titubear mi corazón? En efecto; ¿Estaba en la capacidad de dar el siguiente paso? No; ¿Quiero alejar a Ivanov para no tenerlo en esa situación? Por supuesto, no es justo para él. —Acepté tus condiciones para permanecer a tu lado, así que no te alejes de mí. Es cierto, pero si él estuviera en una relación amorosa conmigo dudo mucho que pudiera salir ileso de una situación como la que descubrí, sin querer, anoche. Siendo su novia y encontrarlo casi teniendo sexo con una chica; mi reacción sería tan violenta que podría hasta matarlo. Entonces, para ahorrarme esos malos ratos, prefería estar así. Y es mejor para él porque no tiene que cuidar su espalda de nada, ni estar ocultando cosas. Me separo de su agarre para sentarme en la cama. Debo encontrar a Zoa para llevarla a su casa y largarme a la mía. Además, no quiero seguir en esa conversación porque no tengo respuesta para darle. No hay ningún tipo de cobertura que tape por lo menos mis pies, así que solo me muevo para levantarme y salir de la cama; pero, una mano grande envolviendo mi muñeca me detiene. Me doy la vuelta y esa mano me empuja, obligándome a caer de nuevo en el colchón. Ivanov se acerca y toma mi rostro con ambas manos para besarme. Mis labios no dudan en responder su beso y mi lengua se adentra en su cavidad, explorando cada pared del interior de su boca. Poco a poco los besos se vuelven sexuales. Estoy a punto de separarme porque necesito bañarme e ir a mi casa, sin embargo sus manos con habilidad toman mis caderas y deposita mi cuerpo sobre su regazo. Rompo el beso soltando un jadeo cuando siento su abultamiento preparado chocar en mi parte íntima desnuda. Su pene está cubierto por una sábana blanca, pero aun así siento parte de la carne amortiguada por lo suave de la tela. La humedad comienza a fluir de mi vagina cuando reparte besos a lo largo de mi cuello, pasando su lengua por partes donde siento un poco de ardor, donde seguro están los chupetones. Aprieto mis piernas y suelto un quejido cuando me toma de la cintura y me empuja contra su protuberancia. Sube de nuevo su boca con la intención de llegar a mis labios, pero mi mano toma con solidez mechones de su cabello y jalo su cabeza para atrás, deteniendo su objetivo. Alza una ceja mientras me mira, para luego soltar una risa ronca que recorre cada parte de mi cuerpo, en especial los músculos internos de mi sexo. Lo suelto para levantarme un poco de su regazo y le quito sin titubear la sábana que cubre su desnudes. Se vio mojada la parte de la tela dónde mi vagina estuvo pegada. ¿Cómo no voy a estar escurriendo, si ese hombre recién despierto es la sexualidad hecha persona? Mis sentidos están más sensibles por estar recién despiertos. Mis senos se sienten pesados y los pezones están erectos. Las caricias de él en mi cintura, espalda y nalgas, van directo mi vientre, ocasionando un cosquilleo divino. Hago ademán de prepararme para sentarme sobre él, pero me percato que no tiene el preservativo puesto. Me levanto de su regazo para buscar en los cajones de la mesa de noche. Venka cuando hace fiestas se molestaba en llenar de preservativos las mesas de todas las habitaciones. Tomo uno rápido y me devuelvo a Ivanov. Su mirada está fija en mí. Desgarro el protector con mis dientes, pero no saco el látex. Lo miro a la vez que me arrodillo entre sus piernas abiertas. El grosor y la longitud de su verga queda ante mis ojos. Saco la lengua y sin despegar la mirada de él, la paso con pereza por su glande; y sin perder un segundo meto por completo su masculinidad en mi boca. Observo como sus labios se abren, dejando salir un quejido. Chupo llenando de saliva la carne, colocándola de un rosado intenso. Bajo más la boca, tomando todo lo que mi interior puede, llevando la erección a mi garganta. Una de sus manos vuela a mis cabellos para sostenerme y comenzar a llevar el ritmo. Los gemidos que suelta, tanta masculinidad que emana, la mano tomando mis cabellos con autoridad, pese a, que mi cuero cabelludo duela: son factores que hacen que mi humedad se intensifique. Su sabor es exquisito; su carne suave asaltando con movimientos firmes dentro de mi cavidad, es excitante. Su mano se separa de mis cabellos. Succiono la carne y en breve causo un sonido intencional (como el de un chasquido) cuando succiono con energía su glande, sacando su verga por completo de mi cavidad. Separo el preservativo del envoltorio, lo coloco en mi boca y bajo el látex con ella sobre su pene. —Santa mierda —Gime ronco, mirándome con el ceño tenso. Me levanto de la cama para posicionarme de nuevo sobre su regazo. Empapada: así me encuentro; lo necesito rápido en mi interior. Tomo su pene para situarlo en mi entrada y agarro sus hombros para tener un aguante a la vez que él toma mi cintura, apretándola con fuerza. Bajo mi cuerpo sobre su masculinidad, con mucha lentitud, palpándolo a cada milímetro que desciendo. Un gruñido sale de su boca y echo la cabeza para atrás, gimiendo. Tomo asiento por completo sobre él. Lo miro fijo cuando comienzo a moverme sobre su pene, haciendo que los bultos de mis senos se muevan al compás. Ivanov deja ir mi cintura y apoya sus manos a cada lado de su cuerpo, dejándome tomar el ritmo que quiera. Inclina un poco su cuerpo para atrás, mirándome con perversión. Saca la lengua para mojar sus labios. Se apoya en una mano para subir la otra y tomar uno de mis pechos, masajeándolo con mucha sensualidad. Muerdo mi labio inferior porque me causa mucha morbosidad su mirada, sus toques sexuales, lo bien que se siente su cuerpo y lo delicioso que se siente su piel contra la mía. Mis fluidos mojan su pubis, el comienzo de sus piernas y parte de mi culo. Se acerca para tomar mi rostro y abrirme la boca con sus labios, adentrando su lengua de inmediato. La pereza con que mueve su lengua me hace soltar un gemido contra su boca. Suelta mi cara sin dejar de besarme para tomar de nuevo mi cintura y empezar llevar el ritmo de las embestidas. Los besos se vuelven casi imposible de dar cuando aumenta la velocidad de las penetraciones, haciéndome saltar con rapidez sobre su regazo. Mis gemidos no paran de salir, cortos y agudos, demostrando todo el placer que está enloqueciéndome. Los espasmos intensos en mis músculos vaginales me hacen saber una cosa: mi orgasmo que amenaza con parar mis movimientos. Sin embargo, él no permite que me detenga: con la fuerza que poseen sus brazos, dueños de unas manos aferradas en mi piel, me obliga a seguir saltando sobre su polla. La humedad que suelta de golpe mí llegada, hace que las subidas y bajadas sean aún más placenteras. Mi vagina succiona con exquisitez el grosor de su pene, como queriendo despegarlo de donde está para mantenerlo introducido en ella. Mi cabeza se mueve un poco para atrás cuando una de sus manos suelta mi cintura y vuela a mi cuello. Mi vista queda fija en su rostro cuando sé que el orgasmo está a punto de azolarlo a él también. Y no tarda en llegar: su mano se aprieta con fuerza en mi cintura y la que tiene posada en mi cuello, se tensa, cortando un poco el aire a mis pulmones; pero no me importa, se siente rico, él se ve rico: cómo las venas de su cuello brotan y la fuerza que su cuerpo desprende en un intento de controlar la intensidad con la que llega su orgasmo. Cuando su respiración se calma, baja la mano de mi cuello y despega la otra de mi cintura para atraerme a su cuerpo y abrazarme con energía. Devuelvo el abrazo, rodeando su torso con mis brazos. Nos quedamos así, tranquilizando nuestras respiraciones, él aún sin salir de mí. Luego de pasar unos minutos en absoluto silencio, decidimos levantarnos para ducharnos. Es rápido, pero al mismo tiempo placentero, lleno de paz. Salimos del baño para vestirnos y luego dejamos la habitación que hicimos nuestra desde que pisé esa casa. Bajo las escaleras para ir a la cocina, con Ivanov detrás de mí. Porto el vestido de la fiesta porque mi bolso estaba en otro lugar y no saldría desnuda por el pasillo de las habitaciones nada más para buscar otro conjunto de ropas. El lugar es un desastre total, pero Venka no se preocupaba por eso: con una llamada que hiciera llegarían enseguida para dejar el lugar impecable. Tampoco sería problema despertar a los cuerpos esparcidos en el piso: con cubetas de agua fría, activarían rápido sus sentidos. La puerta de la cocina está abierta y me deja ver quiénes están ahí. Mis pasos amenazan con detenerse y volver por donde vinieron; pero, ¿por qué? Que se jodiera. Camino adentrándome al espacio. Las miradas no tardan en posarse en nosotros. Y veo a mi objetivo: Zoa. Ella si está cambiada con un conjunto de pijamas: short cortísimo, una blusa de tirantes y no viste sostén. Tiene su cabello anaranjado en una coleta alta y no está maquillada, exponiendo las pecas alrededor de su rostro. Es preciosa; y rodeada por cuatros hombres se ve como una cordera en medio de leones. Me acerco y tomo asiento a su lado. Ivanov se sienta al lado del chico llamado Sasha. Agarro una rodaja de pan tostado, lo unto con mermelada de melocotón y lo llevo a mi boca. — ¿Qué hiciste anoche después que dejé el grupo? —Le pregunto a mi amiga. —Bailé hasta que mis pies estuvieron a punto de reventarse, me drogué al punto de tener una hemorragia nasal y después subí a dormir —Responde ella. Asiento terminando de comer con rapidez el pan. Los chicos están hablando de cosas sin ninguna importancia, como: mujeres, drogas y fecha de la próxima fiesta. Tomo un plato y sobre él coloco cinco panqueques; agarro el chocolate derretido, mojo las torticas, cojo un cubierto y empiezo a comer. —No hay necesidad de preguntar qué hiciste —Dice Zoa. La volteo a ver y ella señala mi cuello. En el baño me pude dar cuenta de los moretones adornando mi cuello; se ven muy oscuros sobre mi piel blanca y algunos son más grandes que otros. —Anabelle —Me llama ella. Su semblante cambia, haciéndome preocupar. — ¿Qué pasa? —Pregunto de inmediato, con la comida a medio comer en mi boca y el ceño tenso. Muerde su labio inferior con fuerza para soltarlo después. Me está asustando. —No hemos hecho el trabajo de mañana. Parpadeo un par de veces intentando recordar de qué trabajo está hablando, pero lo único que llega a mí es pura confusión. —Estaba esperando a que despertaras para irnos. —Espera un momento... —La detengo— ¿de qué me estás hablando? Ella me ve con el ceño bajo. —Morosov —Murmura. Y ahí me llega. Trago sin masticar del todo. ¡Vamos malísimo en esa materia! Y ese trabajo es lo único que puede salvarnos de no reprobar y repetir todo un año. —Maldición —Susurro mirándola fijo. Ella asiente comprendiendo lo perturbada que quedé. Me levanto de la silla como un resorte y lo mismo hace ella. Tomo un panqueque con la mano, embarrando mis dedos de chocolate. — ¿Para dónde vas? —La pregunta exclamada fue hecha por la voz grave de Ivanov. — ¡A casa! —Grito la respuesta porque ya estoy fuera de la cocina — ¡Nos vemos en la universidad!
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