Combinación Perfecta |+21|

Capítulo 7.

Acomodo la mejilla en mi mano izquierda. ¿Por qué daban la historia de Rusia en la universidad? ¿Acaso no fue suficiente con impartir esa materia en todos los niveles educativos que pasamos? ¿Por qué tengo un profesor que parece como si en cualquier momento va sacar un arma y matarnos a todos? Y justo con él voy mal. Qué maravilla la vida, ¿verdad? El salón está en silencio, los alumnos esperando las notas de los trabajos que recién entregamos al facilitador; porque sí, él decidió revisar los trabajos y entregar notas de una vez. La materia es pesada, clase que tenga la palabra "historia" me daba sueño; por eso, tengo el presentimiento de que rasparé. Si la materia es tediosa, el facilitador peor: él no tiene una metodología para hacer las clases menos fastidiosas, al contrario, como un robot daba todo al pie de la letra como sale en los libros y sus gritos, puedo apostar, se escuchaban en toda la institución. Un suspiro cansado sale de mis orificios nasales. Pasé todo el domingo haciendo ese bendito trabajo, con un dolor matador de cabeza, con los ojos irritados por no darles casi nada de descanso y con un humor de perros. Zoa no paró de enviarme mensajes para que le diera orientación; no obstante, ¿Qué orientación se le puede dar a alguien, cuando se estaba más perdido que esa persona? En las horas de clases del profesor, mi cuerpo mantuvo posición de interés, pero mi mente tuvo posición de todo, menos de atención; pensaba cosas que no tenían importancia justo cuando estaba en esa asignatura. Voy a repetir el semestre. Es un hecho. Estoy segura que todo lo que escribí en ese trabajo fueron puras tonterías, nada que ver con lo que el profesor transmitió a lo largo del semestre. Estoy jodida. La matrícula se iría para la mierda. Quiero voltear para mirar a Zoa, pero si alguien se movía el profesor pegaba un grito; y no gracias, no quiero que nadie me grite en esos momentos tan angustiantes. Que esté en la etapa más avanzada en cuanto a sistema educativo del país no quiere decir que los facilitadores sean menos estrictos; es todo lo opuesto: exigen más, meten más presión para que los alumnos de la institución académica salieran lo mejor preparados de allí. Y eso era excelente hasta cierto punto, ya que, en ocasiones fundaban tanto estrés que querías tomar la decisión de lanzarte por una ventana. Si así es en las universidades civiles, no quiero ni imaginar cómo son las instituciones académicas militares. Miro al profesor: su cabello pulcramente peinado, su vestimenta sin arrugas, el lapicero entre su mano derecha se mueve cuando es necesario, negaba con la cabeza y asentía de vez en cuando, y eso hace que quiera sentarme a su lado y ver qué trabajo está revisando. Siento la silla incómoda por la ansiedad que comienza a crecer en mi interior. Nadie hablaba, todo el ambiente ahogado en incertidumbre. ¿El profesor no siente inquietud por tener todas las miradas en ese espacio puestas en él? Su semblante está relajado, se ve tan tranquilo, como si está a solas en su casa. Un tic comienza a mover mi pie, subiendo y bajando mi pierna. La zozobra está abriéndose paso por todos los nervios de mi cuerpo. Si no fuera por el aire acondicionado del salón, mi cuerpo estaría sudando como puerco en horno. Unos golpes en la puerta del salón hacen que mis pulmones suelten el aire retenido en una exhalación y detienen el vaivén constante de mi pierna. El profesor eleva su mirada oliva, deja el lapicero en el escritorio y se levanta, caminando hacia la puerta; para a continuación, abrirla. Mi ceño se baja con fuerza. ¿Qué hacen... — ¿Qué mierda? —–Escucho el susurro de Zoa detrás de mí. Sin poder contenerme, giro mi cuerpo para mirarla. Ella despega su vista de la puerta para conectarla con la mía. Su cola de caballo está mal arreglada, mechones de cabellos más cortos que otros se escapaban de la liga, dándole una apariencia de loca; ligeras ojeras se notan debajo de sus ojos y está pálida por el poco descanso que tuvo. ¿Quién nos mandó a ir a esa fiesta en vez de cumplir con nuestros deberes? Nadie. Si ella me hubiera recordado que teníamos ese maldito trabajo, estoy segura que no hubiera pisado esa casa; sino, quedado en mi hogar, con más tiempo y tranquilidad de hacer el trabajo. Observo como el profesor asiente y se mueve de la entrada para dirigirse a nosotros: —Levántense, jóvenes. Si antes estuve inquieta, ahora quiero lanzarme por la ventana. ¿Qué pasa? ¿Por qué ellos están ahí? La tela de mi abrigo gigante se desliza, quedando unos centímetros más abajo de la mitad de mis muslos cuando cumplo la orden. Sintiendo cada vez más ansiedad, formo en puños ambas manos debajo de las mangas del abrigo. Parpadeo varias veces cuando esas presencias imponentes entran al aula. Hay semejanzas en sus físicos pero a la vez no: los tatuajes esparcidos por sus brazos, la tez pálida, sus cabellos oscuros revueltos; uno al lado del otro se ven majestuosos y sobrepasan en altura al facilitador. Unos ojos oscuros se pegan en mi mirada. —Muy bien —Comienza hablar el profesor—, los alumnos que reprueben mi materia serán compañeros de Krylov y Kuzmin en el próximo semestre —Dice fijando su mirada en algunos alumnos, y soy una de los que mira —. Por favor, preséntense. Cada uno se presenta; comenzando por la primera columna que está cerca de la puerta. Ellos no emiten palabra, sólo mantienen en esos labios pegados una pequeña sonrisa amable. No entiendo qué está pasando. Ellos están en un semestre más avanzado. ¿Por qué están ahí? Si reprobaron esa materia, hubieran estudiado conmigo ese año; si reprobaron, ¿Cómo es posible que no repitieran el año? —Un gusto conocerlos —Habla una voz femenina detrás de mí—. Soy: Zoa Varenka Maslova —Se presenta mi amiga—. Y espero no verlos en el próximo semestre porque no quiero raspar. Ambos amplían la sonrisa, dejando a la vista sus dientes bien cuidados. Tomo una respiración profunda cuando es mi turno. —Hola —Mi voz sale firme. Tienen su mirada fija en mí y sus sonrisas amplias son sustituidas por unas pícaras, cómplices de que los cuatro actuamos como si apenas estamos conociéndonos —Anabelle Luzka Sotnikova: es mi nombre. Espero llevarnos bien. Se me quedan mirando por unos segundos. Siento las manos sudar, pese a, el aire frío del aula. ¿Qué hacen ahí? ¿Por qué? No entiendo nada. Presiono mis puños escondidos. Ellos voltean la mirada a ningún alumno en particular y el de ojos grises es el primero en hablar: —Olexei Zhora Krylov. Espero me cuiden mucho. —Ivanov Slavik Kuzmin. Encantado de conocerlos. Paso mi lengua por el labio inferior y trago saliva cuando siento la garganta seca. ¿Por qué me pasa esto? ¿Por qué, de repente, estudiarán conmigo cuando hace rato que pasaron mi matrícula? ¿Volvieron un semestre atrás, culminando el año escolar? ¿Tiene sentido eso? ¿Hablaron con alguien para que los atrasara? ¿Con qué fin? Es que por dónde lo mire no le veo sentido y tampoco lo veo posible. Es casi imposible que alguien regrese un semestre cuando está cursando uno avanzado. ¿Por qué alguien haría eso? Y si tienen una razón, no creo que los directivos lo permitirían. Aparte, no es posible ver un semestre con una materia fallida del anterior; así no funcionan las universidades de ese país. —Excelente —Da un aplauso sonoro el profesor—. Tomen asiento. Todos volvemos a sentarnos, incluso Ivanov y Olexei; ambos toman asiento en los últimos pupitres de la segunda fila cerca de la puerta del aula El profesor retoma lo que estaba haciendo y mis preguntas hacia los nuevos chicos de la clase, se esfuman. Necesito pasar. Dios. Ayuda. No quiero tener que soportar a ese instructor por otros cinco meses más. La cabeza me duele y el tic en mi pierna vuelve con intensidad. Quiero salir corriendo del aula, no soporto tanta tensión en el ambiente. No puedo, si siquiera, apoyarme en Zoa porque si me muevo el profesor me gritaría o sacaría del salón. Paso mis manos con fuerza sobre el rostro en un intento de controlar las ganas que tengo de soltar un grito de frustración. ¿Cómo es posible que una materia me coloque así? Presiento que un fracaso académico es peor que un fracaso amoroso; no lo confirmo porque nunca he tenido una relación estable con alguien, pero lo sospecho. El alma casi se me va del cuerpo cuando el profesor se levanta del asiento con todos los trabajos corregidos. —Tengo que felicitar a los que pasaron —Dice él— y decirle a los que se quedan conmigo que se pongan las pilas. El corazón me retumba con fuerza en el pecho; esa directa la tomo para mí. No entiendo nada de lo que comienza a decir porque quiero es saber si pasé o no. Reparte los trabajos en orden, felicitando a algunos y regañando a otros. Quiero voltearme a medida que él pasa por los pupitres, pero mi vista queda fija en el pizarrón. De pronto, no quiero moverme porque si volteo para ver al profesor: me levantaré, llegaré a dónde está él, le arrebataré los pocos exámenes que le quedan para tomar el mío y posterior a ello saldría del salón para terminar de una vez con esa maldita tortura. Pero no puedo volverme loca; ¿por qué?: Porque lo veré de nuevo el próximo año educativo; y no sólo a él, todos los profesores que vi en ese semestre, me darían clases de nuevo. ¡Todos los malditos temas que ya sé, los vería otra vez! —Varenka, se nota que no prestaste atención en ninguna de mis clases —Me tenso más. Está justo detrás de mí—. Cuando comencemos de nuevo, espero sea diferente. Se mueve y queda enfrente a mí. Mi semblante no expresa nada más que ansiedad pura. Él queda viéndome y siento que pasan minutos en el mismo estado: con nuestras miradas fijas. —Luzka, nos vemos cuando comiencen las clases. Un tiro dolía menos, un golpe en la teta dolía menos, una cuchillada dolía menos. Coloca el trabajo en el pupitre y se va al centro del salón para hablar con todos. —Que tengan excelentes vacaciones. Me despido. Y eso es todo, se va; me deja allí con la mirada pegada sobre el grandísimo CERO en tinta roja en la portada de mi trabajo. Risas de alegría y celebración se escuchan de algunos (pocos) jóvenes. Poco a poco los compañeros comienzan a salir del aula, pero mi cuerpo no se mueve. En el pasado, cuando las horas de esa asignatura acababan, era la primera en salir corriendo del salón. Ahora es diferente, quiero regresar el tiempo para prestarle atención a sus clases y así no permitirme estar en una situación tan deprimente. Estoy deprimida. Un fracaso académico, deprime. Me levanto soltando una exhalación. Volteo a mirar a mi amiga y al instante me doy cuenta que está furiosa. —Mataré a Venka —Murmura con los dientes apretados. Se levanta del asiento, golpeando con fuerza la mesa con sus palmas y voltea sus ojos verdes intensos a mí. — ¿Por qué hizo esa fiesta cuando no le tocaba? —Exclama la pregunta—. ¡Mataré a Venka! Ruedo los ojos. —No es culpa de él —Reprocho —. Es nuestra culpa por casi dormirnos en las clases de ese tipo. Ella se me queda viendo, respirando con rapidez; para después cerrar los ojos y soltar un suspiro abatido. —Nos jodimos. Envuelvo mi mano en su antebrazo y la jalo para que comience a caminar. —Yo estaré para ustedes la próxima vez —Mi cuerpo respinga, reaccionando ante aquella voz —, para que no se duerman. Olexei e Ivanov están parados en la entrada del salón, como esperando a que finalizáramos nuestros lamentos para salir juntos del aula. Me detengo un segundo para mirarlos sin expresión en mi rostro; a continuación, comienzo a caminar fuera del aula, arrastrando a mi amiga en el proceso. El largo pasillo queda ante nuestros ojos. Es la salida de clase de todos los semestres y la universidad está abarrotada. Siento a alguien perseguirnos y me doy vuelta un momento. Sus grandes cuerpos están a unos cuantos pasos detrás de nosotras, siguiendo nuestros pasos. Hago como si no vi nada y sigo caminando a los casilleros. —No entiendo ni mierda —Susurra Zoa — ¿Por qué están en nuestro semestre? —No sé. Varias chicas nos ven curiosas para luego seguir sus miradas detrás de nosotras. Sé qué están mirando; o mejor dicho, a quiénes están mirando. Siempre había alguien súper atractivo en las unidades educativas; en la universidad que elegí para sacar mi título, son ellos. Ivanov se la pasaba a mi lado en la universidad cuando se podía; pero, ¿Olexei? ¿Con nosotras? ¿Con Ivanov? Es como si, de golpe, todo se puso de cabeza. Estoy tan confundida que es difícil no querer hacer preguntas. Llegamos a los casilleros y pongo la clave en el panel táctil. La pequeña puerta se abre y tiro con frustración el trabajo adentro del cubículo. Por el rabillo del ojo puedo ver cómo Ivanov se apoya a un lado de mi casillero y otra presencia se coloca detrás de mí. Estampo la puerta del cubículo porque tengo muchos sentimientos encontrados y me volteo por completo para darles cara a los dos chicos. — ¿Cómo es posible? —–Pregunto de una —. No entiendo nada. Los ojos grises de Olexei se achican un poco por la pequeña sonrisa en sus labios. —Estamos haciendo las cosas se deben. Frunzo el ceño. — ¿De qué hablas? —Reprobamos esa materia —Explica Ivanov —, pero el dinero lo puede todo. —Pagamos todos los años para que nos pasen —Termina Olexei. Quedo en blanco. — ¿Tienen cargo de consciencia ahora? —Zoa escupe la burla. —No. —Pero si no hacemos las cosas como son, eso dice muy poco de nosotros —Informa Ivanov —. Así que, decidimos estudiar cómo debe ser. Primero: ¿a qué se dedican ellos o sus padres para poder mojarles la mano a los directivos de la universidad?; Las personas encargadas de ese sitio tienen el suficiente dinero para no necesitar el de alguien más, ¿Entonces, cuál fue la cantidad ofrecida que los terminó comprando?; Segundo: ¿Por qué, de pronto, ellos quieren hacer las cosas correctamente cuando al final igual se graduarían?; Pagando, pero se graduarían. ¿Qué obligación tienen de hacer las cosas correctas cuando no tienen la necesidad? — ¿Y por qué quieren hacer las cosas bien? —Pregunto desconfiada. —Imagínate graduarme siendo un analfabeta total —Se burla Olexei. — ¿Y por qué no comienzan desde el primer semestre? —Rebato. —-Porque retroceder una matrícula es suficiente para nosotros. — ¿Por qué? —Pregunto. —Porque sólo pagué el semestre pasado para que me pasaran —Ivanov le da una mirada reprochadora a Olexei. Todo se revuelve de nuevo. ¿Qué quiere decir con eso? Olexei dijo otra cosa. —De mi parte pagué todos los años —Habla él —; pero, como retomé la amistad con Ivanov, decidí seguirle los pasos. —Si quieres seguir los pasos de tu amigo, ¿por qué no vuelves a comenzar todos los semestres? –Pregunta Zoa, situándose a mi lado. —Porque estaré donde esté Slavik. Me pongo a pensar y todo lo que están diciendo tiene sentido. ¿Quién no compraba a alguien o algo con el dinero justo? Además, es problema de ellos si quieren desperdiciar su dinero de esa manera; ¿Para qué pagaron para avanzar cuando al final decidieron atrasarse? Entiendo que no quieran ser analfabetas cuando se gradúen, pero... vamos, tuvieron que pensar eso antes de gastar dinero en vano. Me volteo para salir, quedando de perfil a Olexei; pero el cuerpo altísimo de Ivanov me bloquea. — ¿Me dejas salir? —Pido. Ladea su cabeza para mirarme con tranquilidad. — ¿Para dónde vas? —Al comedor. Asiente. —Vamos. Se da vuelta para comenzar a caminar y Olexei lo sigue. Me quedo parada como una idiota, mirando sus espaldas anchas ceñidas a las franelas que visten. —Tienen muchísimo dinero —Zoa no pregunta, confirma. Y no puedo estar más de acuerdo con ella. No sé qué clase de vida tienen porque antes no me importó; ni siquiera sé qué auto tiene Ivanov porque nunca fui tan cercana a él. Pero ahora la curiosidad despertó: quiero saber qué tipo de vida tienen esos dos chicos; ¿Sus padres son políticos como los de Venka?; ¿Tienen negocios repartidos por la ciudad? Una mueca se forma en mi cara cuando me doy cuenta que pasaré cinco meses siendo cercana a Olexei, y quiero estamparme la cara contra el casillero. Él estudiará conmigo al igual que su amigo Ivanov; ¿Y adivinen qué? Lo más seguro sería que Ivanov me haga compañía cuando saliéramos de clases; y eso significa que, lo más probable, Olexei también. Así que, presiento que estaremos juntos la mayoría del tiempo en la universidad. ¿Las cosas no pueden ir en dirección más contraria? Comienzo a caminar con Zoa a mi lado. Entramos al comedor y está lleno. Los chicos están haciendo fila para tomar las bandejas de comida y nos acercamos a ellos. Por mucho que quiera estar alejada, no voy a poder; ¿por qué?: porque la curiosidad que creció en mi interior está manejando mis decisiones. Y no voy a ir hasta el final de la fila cuando puedo aprovechar que ellos están más cerca de la comida. Había dicho que no quería estar cerca de Olexei; pero, él es amigo del chico con el que me estaba acostando y quiero saber cómo es que Ivanov tiene tanto dinero, tanta influencia en lo que quiere comprar. De modo que, si tengo que aguantarme las estupideces de Olexei, lo haría con tal de obtener las respuestas que quiero. Le dije a Zoa que no contara conmigo cuando me dijo que su curiosidad hacia ellos aumentó; sin embargo, dije eso en unas circunstancias diferentes: en esos momentos nada nos obligaba a estar juntos. Ahora es distinto: estaríamos cerca la mayoría tiempo, próximos; ¿por qué?: por mi falla académica y por la decisión de ellos. Así que, si estaré más tiempo con esos dos chicos, debería saber con quién me estoy juntando. Quiero saber con qué clase de hombre me estoy revolcando: ¿Qué hace? ¿De dónde viene toda esa finanza? Me coloco a un lado de Ivanov. Él me mira y sonríe. El corazón me salta un poco en el pecho por lo bonito que es. — ¿Quieres acompañarme un rato en la casa hoy? —Me pregunta. Me asombro, pero no lo demuestro. Quiero ser más cercana a él para cumplir mi propósito, pero no pensé que la oportunidad llegaría tan rápido. ¿Conoceré a sus padres? ¿Tiene hermanos? ¿Tiene mascotas? ¿Su casa es como la de Venka? —Claro —Digo de una vez. —Zoa también puede venir —Ofrece a mi amiga. —Sascha quedó encantado con ella —Murmura Olexei mirándola. ¿Sascha y Maksi viven con ellos? ¿Por qué? ¿Son hermanos? — ¿Por qué? —Interroga ella con el ceño fruncido. —Dice que te mueves bien. Mis ojos se amplían ante eso. ¿Cómo que se mueve bien? ¿Se acostó con Sascha? Zoa se percata de mi expresión porque me informa: —Bailamos mucho —Explica. — ¿Pueden faltar hoy a sus casas? —Pregunta Olexei. Lo miro ceñuda. — ¿Para qué? —Cuestiono extrañada. Se encoje de hombros. —Para drogarnos. Sin querer, la risa sale de mi boca. — ¡Estamos comenzando la semana! —Exclamo. No es normal; ese chico no es normal. Con razón tiene que pagar cada semestre para que pase de año. —No hay horario para drogarnos —Dice mirándome medio sorprendido por mi risa— Además, terminamos el semestre y sabes que repetirás. No hay responsabilidades de por medio. Toda sonrisa se va de mi rostro cuando recuerda mi fracaso y ruedo los ojos, mirando en otra dirección. Llegamos a las señoras que estaban atendiendo a los estudiantes. Agarro una bandeja y paso primero. Vamos en fila para que coloquen los alimentos en los recipientes. —No veo fallas en su lógica —Habla Zoa—. Está bien, es buena idea. No digo nada, ya que, mi amiga tomó la decisión sin siquiera echarme una mirada para ver si estoy de acuerdo. — ¿Será tipo fiesta? —Pregunta ella. —Más privado —Responde Ivanov, serio. Volteo para mirarlo por un momento para luego tomar mi bandeja llena de comida e ir a sentarme en algún mesón libre. Escucho los pasos de ellos detrás de mí. — ¿Cuántos irán? —Interroga Zoa—. ¿Estará Venka? —Sí —Responde Olexei. — ¿Estarán tus amigos? —Cuestiona ella. —Sí —Vuelve a contestar Olexei. Ivanov se posiciona a mi lado, pero no dice nada. — ¿Cuántos de tus amigos estarán? —Pregunta mi amiga. —Contando a Sascha y Maksi: cinco —Dice él. — ¿Y quiénes más irán? —Sigue hablando ella. — ¿No puedes esperarte a estar ahí, mujer? —Espeta Olexei. —Estaré en una casa desconocida, con chicos desconocidos. No me juzgues —Reclama Zoa. — ¿En las fiestas de Venka eres así? —Refuta él. —Las fiestas de Venka son públicas, no privadas. Sin poder evitarlo, me siento nerviosa. ¿Cinco amigos de ellos estarán en la casa? ¿Esos cinco chicos son sus únicos amigos o una pequeña parte de un grupo más grande? ¿Cuántas personas estarían ahí? ¿Cómo serían sus fiestas?; Olexei dijo que nos drogaríamos, así pues, algo elegante no debe ser; ¿Sus padres permitían eso?; Venka puede hacer fiestas porque sus padres viajaban, la mayoría del tiempo, la primera semana de todo los meses, luego se quedaban en la casa a descansar por dos semanas y después volvían a viajar. El viernes que pasó a Venka no le tocó hacer fiesta porque se suponía que sus padres iban a volver de viaje; pero, al parecer eso no sucedió. No conozco nada de los dos chicos comiendo con nosotras en la misma mesa de la universidad y quiero que eso cambie, deseo conocerlos a profundidad para saciar mi curiosidad. Y Olexei me tendió la oportunidad en bandeja de oro.




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