¡Adorada virgen del spaghetti [7]!
Ayudar a una mujer embarazada, acompañarla al hospital hasta entrada la madrugada, acostarte y dar vueltas en la cama hasta las tres de la mañana, para luego tener que despertar a las seis; no es una comida muy saludable para digerir. Ni una que a Helen le apetezca repetir por el momento, aunque piense que salvar vidas siempre vale la pena.
La chef del Ricci sale de la cama más dormida que despierta para meterse a la ducha. En un día normal primero iría a preparar el café, pero es probable que se quede dormida en la encimera de la cocina. Por lo que la ducha en primer lugar la ayudará lo suficiente para mantenerse en pie. En un tiempo récord de media hora está lista para partir.
…
Durante la siguiente semana el trabajo en el restaurante la hace olvidar el incidente ocurrido con Lily, la chica rubia-rosa embarazada. Betty trabaja en un nuevo enfoque decorativo para el restaurante y Helen se vuelve loca diseñando una nueva carta con variaciones mediterráneas y florentinas. Rogando que el maître haga un excelente trabajo con la carta de vinos que de igual forma tendrá que evaluar antes de presentárselo a la jefa.
Es la primera vez que a Betty se le ocurre la idea desde que Helen trabaja allí, pero su equipo de cocina dice que lo hace con cierta frecuencia. Mas concretamente dicen que su jefa ve al restaurante como una habitación llena de cacharros tiene que sacudirse el polvo y renovarse.
…
Hoy es el día libre de Helen. Que lo aprovecha para dedicarse a mis cosas. Mañana veinte de mayo es la boda de su amiga Diana en Atlanta. Aprovecha la ocasión para enviarle flores y buenos deseos por correo. Su amiga sabe que no puede viajar en este momento, pero la fecha no puede pasar desapercibida.
Telefonea a una florería de Atlanta y encarga un hermoso ramo de margaritas que son sus favoritas. Y en cuanto llega a casa le envía un texto cariñoso, porque sabe que lo último que una chica tiene en mente en la víspera de su boda atender el teléfono cuando hay cosas por hacer.
Pasa el resto del día poniendo en orden los asuntos en su apartamento; ropa sucia, desorden, basura, facturas, víveres, etc. Mientras que en la tarde va a correr un poco como siempre que tiene tiempo disponible. Pasa casi una hora entera sudando, desfogándose y liberando la tensión acumulada de toda una semana de trabajo al frente de una exigente cocina.
Al llegar a su casa, la chef prepara un baño relajante y perfumado. Por supuesto, con aroma a lavanda, su fragancia favorita. Un aroma chispeante y energético a la vez que pacificador. Toda su línea cosmética tiene esencia de lavanda; desde el perfume que usa hasta el champú.
A pesar de que su trabajo no requiere trato con público y que paso más tiempo escondida en una cocina que en cualquier otro lugar, Helen nunca he perdido la costumbre de cuidar su cabello y oler bien, es una de las cosas que recuerdo de su madre. Quien le decía que lucir linda para sí misma era más importante que hacerlo para otros.
La chica ve el despertador en la mesilla al lado de la cama y son las nueve de la noche. Un día que casi termina. Y como cada semana, hay alguien que está a la espera su llamada.
Su padre.
Arthur Brown es un hombre sencillo, amable, hablador y carismático. Hace meses que no le ve, sigue con los abuelos en su hogar a las afueras de Atlanta. Quienquiera que lo ve, diría que es todo un don juan; pero entre toda la jovialidad de Arthur se esconde la tristeza profunda de haber perdido a la mujer que más amó, la madre de Helen.
Ella era de Venezuela. Vivía en un lugar llamado Choroní; un pueblecito costero muy conocido por sus hermosas playas, que son uno de los principales atractivos turísticos de ese país. Y allí fue donde se conocieron.
Ella trabajaba en un restaurante de comida típica a orillas de la playa, solo tenía diecisiete años. El padre de Helen en ese entonces rondaba los dieciocho, acababa de cumplirlos y se sentía todo un hombre; dice que fue amor a primera vista. Pasó una semana en las paradisíacas playas del lugar, en las cuales ambos se escapaban a escondidas. Eran jóvenes descuidados y por supuesto, Helen fue concebida en esa semana de ensueño.
Se mantuvieron en contacto desde la distancia, él llamaba con frecuencia y ella solo pensaba en el día en que pudiera verle de nuevo.
Cuando la madre de Helen se dio cuenta del embarazo, sus padres no tomaron muy bien la noticia y la echaron a la calle. Había decidido no decirle a Arthur sobre el bebé en camino pues pensaba que no sabría más de él. Tendría que salir adelante sola.
La suerte estuvo de su parte y no fue así. Cuando el joven padre lo supo, reunió dinero durante meses, vendió su primer auto para tener el dinero suficiente, comprar un pasaje y hacer que la chica estuviera con él en Estados Unidos, donde nació Helen. A pesar de algunas carencias, eran muy felices; por fortuna, los padres de Arthur no dieron la espalda a los jóvenes. Cuidaban a la pequeña mientras ambos chicos se labraban un futuro y trabajaban. Él como jardinero a medio tiempo, mesero los fines de semana y estudiante por las noches. Ella como niñera y doméstica en su mayoría. Así permaneció la rutina durante tres años.
La situación de los jóvenes se complicó por el hecho de que ella había llegado con visa de turista a este país, su situación migratoria requería que se mantuviera en el anonimato y trabajando con empleadores más permisivos, hasta tener dinero y pagar un buen abogado de migración. Pero un día, el viejo pervertido para el que trabajaba le pidió favores sexuales. Y por el hecho de negarse, utilizo todas sus influencias políticas.