Llevamos tres horas de caminata y llegamos a un lugar para nada bonito. Un bosque horroroso.
– No temas – apoyó su mano en mi hombro – Él está con nosotros mientras no soltamos la fe. Si te sueltas de mí, te vas a perder – tomé su mano con algo de timidez, sin embargo, ella la tomó con firmeza.
Nuestros pies comenzaron a caminar directo al sendero oscuro, estaba tan concentrado en el miedo que creo que Ary se dio cuenta de eso, a lo que me susurro, “no los mires, la mayoría te intentarán seducir para que los sigas”.
– Todo ser humano ha sentido miedo al menos alguna vez en su vida. Ese temor que nos paraliza y nos hace dudar de nuestras habilidades al momento de emprender un nuevo proyecto, realizar una meta o cumplir nuestro más grande sueño–comentó Ary mientras nos adentramos a la oscuridad– es normal sentirse así, pero lo que no es sano es no saber superar el miedo.
Seguimos caminando y mi cabeza empezó a idear temores. No podía seguir caminando, temía soltar la mano de Ary y perderme.
– Pensar no va a superar el miedo, sino la acción – dijo Ary –el miedo paraliza, eso no es nuevo. Te hace hundirte en pensamientos negativos y te impide tomar decisiones asertivas. Pero el hecho de quedarte estancado en el mismo sitio, sin siquiera haber tomado el impulso de dar el primer paso, sólo te hará sentir más miedo. La mente es muy poderosa, y darle cuerda no es lo ideal. Para contrarrestar esos pensamientos es necesario actuar, aún con miedo, y ver como este desaparece poco a poco a medida que emprendes el camino a tus metas. Algo tan simple como «hacer» es una forma de superar el miedo.
Hay que admitir que hay ocasiones en las que Ary pareciese poder leer mentes. Pero bueno, ya pasaron unas horas y seguimos caminando, pero según ella falta poco, muy poco.
De repente mil voces se hicieron presentes en mis entrañas. “Eres un inútil” “No sirve” “¿Por qué no vienes con nosotros a buscar el oro prometido?” Ellas se repetirán muchas veces provocando así, un ligero mareo. Esto trajo como consecuencia que soltase su mano.
–¡Liam! – Grito Ary.
Oí como me llamó, pero no podía más, no podía colocarme de pie. Había algo que no me dejaba pararme, no obstante, cuando sentía que me desplomaba, pude ver medio borroso como ella intentaba levantarme con todas sus fuerzas hasta poder mantenerme de pie.
– Ary…sigue hasta el final, yo no puedo–dije con franqueza y cansancio.
– ¡Si que puedes! – respondió – Nunca vuelvas a decir “no puedo”, al contrario, levántate, aunque no tengas fuerzas y por último no pienso dejarte aquí, soy tu guía y tu ayuda – tomó aire y agregó– El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. Los mancebos se fatigan y se cansan, los mozos flaquean y caen: Mas los que esperan a Él tendrán nuevas fuerzas; levantarán las alas como águilas, correrán, y no se cansarán, caminarán, y no se fatigarán.
Durante todo el resto del camino, Ary me la paso repitiendo “Él da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ninguna”. Pero bueno, lo logramos, cruzamos el otro lado. Aquella pesadilla interminable había terminado.
– Aún esto no termina Liam – habló la castaña –nos queda algunos obstáculos por pasar para poder llegar hasta el rey– se formó una leve sonrisa en la comisura de sus labios.