Cómo Escribir Bien (y No Morir en el Intento)

Líneas Literarias ¿Cómo escogerlas y cómo ser BUENO en ellas?

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Líneas Literarias ¿Cómo escogerlas y cómo ser BUENO en ellas?

Si piensas en el mundo de la literatura como una gran biblioteca, podrás darte cuenta de que la literatura está dividida en diferentes líneas y géneros, en este capítulo aprenderemos a escoger líneas literarias dentro de los géneros que queremos escribir y, sobre todo, aprenderemos la fórmula para DESTACARNOS dentro de ellas.

Antes de describir que es una línea literaria, deberíamos hacer un ejercicio mental. Si piensas en los colores te darás cuenta de que hay cinco colores primarios: rojo, blanco, azul, amarillo y negro. Sin tener ningún orden específico, lista derivados de colores primarios y después los derivados de esos colores derivados.

Aquí te va mi ejemplo.

Amarillo— Amarillo patito— Amarillo pálido— Amarillo miel— Amarillo oro— Dorado— Mostaza— Limón…

Verde—Verde olivo—Verde azulado—Verde pasto—Verde claro—Verde Pastel…

Rojo—Rojo Sangre—Rojo Pasión—Rojo Vino—Rojo bermellón…

Rosa—Rosa Fucsia—Magenta—Rosa pastel—Rosa claro…

¿Le van cogiendo la idea?

En literatura hay dos géneros principales.

Ficción y No ficción.

Todo lo demás sale de esos dos géneros. Ya sea suspenso, ya sea thriller, ya sea horror, romance, ensayos literarios, autobiografías, reportes, diarios, etc. Todo es derivado de esos dos géneros primarios de modo que lo que escribes es ficción o no es ficción.

Hay un punto que uno debe tener en mente cuando escribe en líneas literarias, yo por ejemplo escribo los dos géneros, y es el hecho de que cada línea tiene su propio patrón o su propio molde de como deben ir las historias dentro de esa línea literaria.

Por ejemplo, al escribir ensayos literarios sabes que hay un patrón: introducción, desarrollo, y conclusión. Hay patrones dentro de los patrones dígase: tipos de introducción, enlace de introducción con tesis, tesis y planteamiento de la tesis que va en el desarrollo.

Al salirte del patrón de la escritura de el ensayo, a pesar de que tu escritura puede ser buena, el resultado será hueco, sin estructura.

Es exactamente igual cuando escribes ficción.

En este capítulo al meternos en ficción ahondaré más en el género romántico que es el que escribo con más destreza.

El género romance es muy amplio tal y como es la paleta de colores. Hay muchos tipos de historias románticas, las hay de suspenso romántico, las hay de romance histórico, acción y romance, aventura y romance, erotismo y romance y las hay clásicas: romance rosa.

Cuando hablamos de romance rosa, mi mente se va a las novelas Harlequin que marcaron en su tiempo el epitome de la novela romántica ideal. Autoras Harlequin como Sara Craven, Sandra Marton, Carol Marinelli, Penny Jordan, Michelle Reid, Helen Bianchin y Lisa Kleypass, marcaron en su tiempo la tendencia escribiendo novelas cortas pero llenas de contenido sustancioso, demostrando que el género de romance rosa puede ser algo más que simplemente meloso y cursi (aunque lo es).

Las novelas Harlequin son una prueba de que se puede escribir un libro de menos de trescientas páginas que tenga personajes atractivos y una trama interesante, dividiendo sus subtemas en categorías como Deseo (novela rosa erótica), Tentación (novela de suspenso romántica y erótica), Bianca (novela romántica levemente erótica), Jazmín (novela rosa) y Julia (novela de comedia romántica).

Las novelas rosas de Harlequin tienen un patrón que traigo a mención porque es el patrón ideal para toda novela de romance:

Planteamiento de los personajes y el conflicto — desarrollo del conflicto — clímax del conflicto y momento de claridad— resolución del conflicto y conclusión.

Cuando escribía Boda Con el Torrente (pueden ir a leerla si quieren) y todas mis obras siempre me centraba en esa estructura. Sin embargo, en Boda Con el Torrente hubo cierta particularidad dentro la estructura y eso va con la construcción, planteamiento y desarrollo de los personajes y el conflicto.

Hubo un momento en el que los personajes mismos se orillaron hacia el final y ahí es donde el respeto literario hace su entrada triunfal (hablaremos de ello en otra ocasión). Una novela después de haber planteado sus personajes y haber atado los cabos debidamente de la trama principal no tiene otro remedio que concluir por respeto al lector y a los personajes, y sobre todo por precaución con el germen de la idea.

Digamos que estamos escribiendo una novela y volveremos con el ejemplo que usamos el capítulo anterior.

Una mujer emprende un viaje en tren hacia el funeral de la amante de su marido. En el camino se encuentra con un sastre que es su compañero de tren, el hombre, joven y apuesto, se siente intrigado por el silencio de la mujer durante el largo viaje, mientras intenta sacarle al menos un monosílabo que explique el porqué de su expresión sombría. Importunada por los intentos del sastre, la mujer se detiene a tomar aire en una estación, pero por accidente se ve incapaz de volver al tren, quedándose varada en un pueblecito remoto junto al obstinado sastre. Él, optimista, le sugiere que se queden juntos en una posada del pueblo y ella, molesta se niega, aunque termina cediendo cuando cae la noche.




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