Como ser un influencer Guapo

Capítulo 1 – Convencer a German

Convencer a German.

España,

Jena.

Era de noche y, como siempre, me sentía un poco nerviosa entrando en la casa de German. Hanna, su hermana, no podía apartar los ojos de mi móvil.

—¡Jen! —exclamó—. ¡No te imaginas lo que están diciendo en el colegio! Todos han visto el vídeo, hasta los profesores comentan algo… ¡Germán es viral!

German estaba en silencio en la cocina, observándonos con esa mezcla de fastidio y resignación que solo él sabe poner. Su padre, sentado en el sofá, ni siquiera levantó la cabeza para opinar; solo dijo con voz calmada:

—Si no está dispuesto a afrontar lo que conlleva la fama, mejor que no alimentéis más esto.

Yo respiré hondo, tratando de organizar mis argumentos. Esta era mi oportunidad, y no pensaba dejarla escapar.

—Mira —empecé—. Puede que esto sea un caos, sí, pero es también una oportunidad increíble. La gente está interesada en ti, en tu café, en tu forma de ser… Podrías aprovecharlo, aprender a manejarlo y hasta ayudar con la familia…

German gruñó, y de repente estaba frente a mí, sosteniéndome del brazo con firmeza, guiándome hacia su habitación.

—Quiero verte borrando ese vídeo ahora mismo —dijo, con la mirada dura.

—Escúchame primero —le respondí, sin perder la sonrisa—. Si lo que tengo que decir no te convence, pues lo borro y listo.

Se cruzó de brazos, mirándome fijamente, y con ese tono que solo él sabe poner:

—Habla.

Ahí estaba, frente a mí, desafiante y molesto, y yo con la certeza de que si quería convencerlo, tenía que ser rápida, persuasiva y un poquito traviesa. Porque esto no iba a ser solo un intento de influencer… esto iba a ser nuestro primer gran desastre juntos.

—Vale, Germán —empecé, sentándome en la cama mientras él seguía de pie, cruzado de brazos—. Mira, no tienes que volverte un influencer de golpe. Solo quiero enseñarte cómo funcionan las cosas. Nada serio… aún.

Él bufó y se dejó caer en la silla de su escritorio, cruzando las piernas y mirando mi móvil como si fuera un objeto peligroso.

—Jen… esto es ridículo. No entiendo por qué la gente querría ver a un chico sirviendo cafés como si fuera… no sé, un espectáculo.

—Porque, mi querido amigo, no eres solo un chico sirviendo cafés —le dije, con una sonrisa pícara—. Eres un chico sirviendo cafés con estilo, torpe, adorable… y con esa cara que nadie puede ignorar.

German rodó los ojos y resopló, pero un pequeño destello de diversión apareció en su sonrisa.

—Vale, ¿y qué quieres que haga exactamente? —gruñó—. ¿Bailar mientras hago café o algo así?

—Peor aún —dije, levantando el móvil—. Solo tienes que dejar que la gente te vea tal y como eres. Podemos hacer mini clips, explicando cómo preparas los cafés, tus errores, trucos… Cosas simples. Nada de tonterías de baile ni canciones ridículas.

Él me miró con desconfianza, pero no pudo evitar reírse un poco:

—Jen… eres imposible. ¿Sabes que estás planeando convertir mi vida en un circo digital?

—Sí… pero es un circo que te hará famoso, con seguidores que te adorarán, y además, podrías ganar un dinerillo extra —le guiñé un ojo—. ¿No quieres ayudar a tu familia un poquito?

German suspiró y, por primera vez en toda la tarde, bajó la guardia. Se recostó en la silla y murmuró:

—Vale, Jen… te escucho. Pero te advierto… si esto se me va de las manos, te hago responsable de cada comentario absurdo que me llegue.

—Lo primero —dije, acomodándome en la cama frente a él—, es crearte una cuenta de TikTok y un nombre artístico.

German arqueó una ceja, cruzándose de brazos.

—Negativo —gruñó—. Solo tengo 24 años y hago cafés, ¿ok? No soy un artista.

—Estúpido —le repliqué, riéndome—. Es solo para que tengas un nombre de pila, un nombre de influencer.

—Me conformo con German.

—Exigen German Garmendia, entonces no puedo ponerlo —dije, fingiendo dramatismo.

—¿Y quién es ese que me impide poner mi puto nombre que está en mi acta? —dijo, indignado.

Me eché a reír.

—Es un tío famoso, con más de 50 millones de seguidores, tiene más de diez años en las redes… básicamente un clásico de YouTube.

German suspiró, derrotado.

—Ok, ok… me rindo con German Garmendia con 50 millones de seguidores.

—Bobo —dije, riendo—. ¿Qué te parece Germy?

—Dios… esto es tan ridículo —resopló.

—Hay más opciones —continué, divertida—. No sé… El chico de los cafés?

German negó con la cabeza.

Suspiré, intentando no perder la paciencia.

—¿Y Gerkok? —dije, con una sonrisa traviesa—. Es como una combinación de tu primer nombre, German, con tu segundo nombre, Kork.

—Este me gusta más —dijo, sorprendiéndome con su aprobación.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.