Eleanor
—Tu papá te hizo un favor.
—¿Favor? No, claro que no.
—Por favor, Elli. Todos los padres quisieran tener conectes para ayudar a sus hijos a encontrar empleo.
A lo mejor en ese punto si tiene razón, pero en lo demás, no.
—Exactamente, llamó a su socio para que me diera el empleo.
—Estás capacitada.
—No lo sé.
—Ah, por cierto. ¿Sabes quién se va a casar?
—No, ¿la conozco?
—Si, Zuria. Se escuchan rumores que es con un hombre muy rico, puedes creerlo. La muy perra nos ganó.
—No es competencia.
—No para ti, pero para mí sí. Mis padres me pasan tirando comentarios agrios, dicen que me quedé para vestir santos.
—Tus papás están hechos a la antigua.
—Quién sabe.
—Yo mejor que nadie, lo supuse el día que tu papá dijo que la mujer es de la cocina.
—No le hagas mucho caso, está senil.
—Está más sano que tú y yo.
—Hablando de comida sana —tira el comentario—Escuché que estás viéndote a escondidas con el licenciado Clarence.
—¿Cómo sabes eso? —susurro.
—Por favor, parece que no conoces a las chismosas de Rocio y Paulette.
—¿Ellas te dijeron algo?
—No, las escuche chismosear en el baño. Dijeron que te vieron con él en su despacho.
—Claro, trabajo directamente para él.
—¿Besándose?
—Bien, tu ganas. ¿Tiene algo de malo? Estoy soltera y él también, ¿Qué de malo puede pasar?
—Vele, tienes casi veintisiete años. Sabes lo que está bien y mal.
—Ni idea a qué viene tu comentario.
—A nada, solo que a Clerance no le veo una buena pinta. Pero cuéntame ¿cuánto tiempo tienen de salir juntos?
—¿Salir? Bueno… no estamos saliendo como una pareja normal, aunque te diré que me gusta muchísimo, creo que me enamore desde que lo vi llegar a la empresa.
—Entonces solo están intentándolo.
—Algo así.
—Pero a ti si te gusta, se te nota cuando hablas de él. —para qué negarlo, si me gusta mucho, él no me ha dicho que salgamos o cosas así, pero también siente mucha atracción por mí.
—Tenemos tres meses saliendo.
Vemos llegar al licenciado con otro señor, escuchó que hablan sobre que la próxima semana vendrá alguien de fuera a trabajar un tiempo con ellos y que quieren que le den el mejor trato posible pues al parecer es alguien con mejores empresas que está.
Lo veo entrar a su despacho, tengo que hablar unas cosas con él y este es el momento para hacerlo.
—Ahora regreso.
Cojo mis cosas y me levanto, toco a la puerta y después entro.
—Hola, señor. ¿Está ocupado?
—No, señorita. Pase adelante — murmura. Cierro la puerta y ya tenemos la privacidad deseada.
—Quería hablar contigo.
—¿Sobre qué? — se levanta y viene hacia mí–. Te he dicho que me prendes mucho.
—La próxima semana es mi cumpleaños — le recuerdo. —Quería que vinieras a mi fiesta, mis papás siempre hacen algo.
Ríe de forma que no sabría descifrar.
—Te dije que lo nuestro es de esas puertas hacia dentro.
—¿Por qué no hacía fuera?
—Aún no es tiempo, Elli. Las cosas son mejores cuando es entre dos.
—Vale, esta bien. Yo comprendo.
—Me gusta que seas tan inteligente.
No te preocupes, esa semana puedes tomarla libre.
—No es necesario, solo necesito el sábado.
—Okey, como tú quieras.
Me coge del mentón y me besa, aun hay muchas cosas que no sé de él.
He preguntado, por supuesto, ¿quién no lo haría? Pero su respuesta me deja sintiéndome extraña. Él dice que no importa mucho su vida, que no necesito saberlo.
—Anda y dile a Yosseline que debemos hablar antes de que llegue el señor Hackett.
—Okey… oye— digo antes de salir.—¿Tú y ella tienen algo?
—¿Por qué la pregunta?
—Pues no lo sé, tonterías.
Salgo de la oficina y voy hacia la de Yosseline, no somos las mejores amigas, desde que empecé a trabajar aquí no me baja de niña de papá y que el puesto que tengo es gracias a él.
—Clarence quiere hablar contigo.
—¿Hablar? — se mofa, se pone un poco de perfume y se levanta. —Que nadie nos moleste.
Claramente lo hace para molestarme, nadie más que ella nos ha visto a Clarence y a mí en situaciones no tan favorables.
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—¿No irá a tu fiesta de cumpleaños?
—Él dijo que no puede y que es mejor que no lo haga porque así nadie sospecha de lo nuestro.
—¿Y por qué tiene miedo?
Me encojo de hombros, tampoco se qué responder.
—Ese hombre es muy raro, Elli. Yo que tu lo mandaba a la goma.
—Le quiero
—Pero él a ti no, y por cierto, en quince minutos viene el señor Hackett, tu lo vas a atender, fueron órdenes del jefe.
—¿No quieres hacerlo tu?
—No, escuché que es un viejo de cincuenta y tantos años y que es más ácido que un limón, no quiero quebrarme la cabeza atendiendo a un anciano.
Se ríe y se va a preparar su café porque sin café no funciona, según ella.
Voy al baño a retocarme el cabello y ponerme algo de perfume, tener a ese señor en la empresa nos ha puesto nerviosos a todos, pues se dice cosas muy cuestionables sobre su actitud, por eso nadie quiere o quería estar bajo su vista.
Al salir del baño me topo con una mujer alta y rubia, primera vez que la veo por acá.
—Hola, buenos días.
—Buenos días —No recuerdo que tuviéramos a alguien más en lista. —Sabes donde queda la oficina de Clarence.
—Oh, sí. Sé dónde queda.
—Gracias, muero por verlo.
—¿Eres su hermana? — pregunto llevándola a la oficina.
—No, soy su esposa.