Eleanor
—¿De nuevo en el baño?
—Parece que me ha caído mal el desayuno.
—¿Será el desayuno o algo más?
No entiendo su referencia.
—Qué más podría ser, Celine.
—Elli, no te hagas la tonta. Hace menos de un mes tuviste una noche loca con un bombón.
—¿Cómo sabes que es un bombom?
Achicó los ojos.
—Porque tan mal gusto no tienes.
—Estaba borracha. Ni siquiera lo recuerdo bien, pudo ser un viejo de cincuenta años.
—¿Y qué? Los adultos también son guapos, no importa la edad mientras se conserve bien.
—¿Cuál era tu punto? — digo antes de que se vuelva a desviar de lo importante.
—Ah, ¿no estarás embarazada?
Creí que iba a decir cualquier otra majadería a las que está acostumbrada pero no, dijo una peor.
—¿Embarazada? Claro que no.
—¿Y cómo lo sabes, Eleanor? Sabes, cuando tienes sexo y no te cuidas sueles quedar embarazada, no veo cual es tu sorpresa.
—Porque me arruinaría la vida, Celine. Pensar en un bebé no está en mis planes ahora y menos a futuro — nunca llamó mi atención ser mamá, no me gustan los niños y no tengo paciencia.
—Pues tus planes pueden cambiar, yo que tú me hago una prueba de embarazo ya mismo. Antes de que el parto te tome por sorpresa — se ríe.
Celine a veces me da miedo porque suele ser cierto cuando presiente cosas cómo estás.
—Debo ir a la farmacia. Después iré al departamento, nos vemos allá.
Ella toma rumbo hacia nuestro hogar, donde vivimos juntas desde hace un tiempo. Compartimos renta y todo eso, nos conocemos desde pequeñas.
Pido tres pruebas de embarazo en la farmacia, las meto a mi bolso y luego conduzco hacia mi departamento, okey, las manos me están temblando y yo estoy sudando frío.
No sé por qué presiento que algo dentro de mí está aparatosamente seguro de que estás pruebas saldrán positivas. Sé que es mejor hacerlas por la mañana, en el primer orín del día pero no puedo esperarme hasta mañana. La incertidumbre no me dejará dormir.
—¿Nerviosa? – palmea mi hombro. —Tranquila, es solo una prueba de embarazo, no el fin del mundo.
—Será el fin de mi mundo si sale positiva.
—Tampoco exageres, Eleanor.
Que ella quiera ser mamá no quiere decir que yo sea igual.
Sigo las instrucciones y espero los minutos que dice en las indicaciones. Por dentro un fuego me quema fuertemente, hasta siento unas terribles nauseas por estar en la espera.
—Míralo por mí –suplico.
—¿Segura que quieres perderte este momento?
Asiento.
No es un gran momento para mí, independientemente de lo que salga en la respuesta.
Celine toma las tres pruebas de embarazo y las observa, su cara no me dice nada y me asusta. No quiero que sea positivo.
—¿Qué pasa?
—Que seré una asombrosa tía.
Maldita sea.
—¿Hablas en serio? — murmuro.
—Si, las tres salieron positivas.
Se las arrebato de la mano y las veo, tiene razón.
Tres pruebas positivas… sería un milagro que fuera un fallo pero estoy segura de que no lo es.
—¿Qué voy a hacer, Celine?
—Primero que nada, tranquilízate. No es el fin del mundo, segundo, debes buscar al papá del bebé y decirle que estás embarazada. —¿Y cómo voy a decirle si no sé quién rayos es?
—No lo conozco, Celine. No tengo ni puta idea de quién es —me altero. Pronto estoy llorando, sintiéndome tan horrible.
Hay un bebé creciendo en mi vientre y no sé de quién es, soy una mala madre desde ya.
—Conoces el lugar donde despertaste, puedes ir allá a buscarlo.
—¿Y si solo rento por una noche? Pudo haber puesto otros datos.
—No vas a saberlo si no lo buscas.
Me quedo pensando.
— ¿Y si mejor no lo tengo?
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Es de mañana y he pasado por un café pesado, doble cafeína para que me quite el sueño. Anoche no pegué ojo, pensando en lo mismo. Las pruebas de embarazo positivas, es una porqueria esto que me está pasando.
Tengo ojeras, sueño, estrés acumulado y tengo que soportar a Malek, tengo suerte de que ayer no lo vi en todo el día pero hoy sí porque hay una reunión y todos los socios van a estar ahí.
—Quita esa cara.
—No tengo otra — murmuro.
En la entrada logro observar a Clarence hablando por celular.
Ese idiota, ni siquiera me apetece verlo.
—Eleanor — me llama —Ven a mi oficina.
Lo que me faltaba.
Dejo mis cosas en mi escritorio y me dirijo hacia su oficina, apuesto saber que es lo que quiere.
Al entrar, inesperadamente me coge de la cara y me besa, sin embargo enseguida lo quito de un manotazo. Es tan cínico, tan descarado.
—¿Por qué me besas sin mi consentimiento?
—Oh, vamos Eleanor. No me vas a decir que estás molesta por mi esposa.
—Debí creerle a todos cuando me decían que eras un patán, nunca me dijiste que tenías esposa, me humillas y ahora quieres besarme y hacer que nada paso.
—¿Te vas a hacer la digna? No recuerdas lo bien que la pasamos juntos.
—La pasábamos.
—Dijiste que estabas enamorada de mí — se ríe. Es un patán —Y ahora no quieres aceptar lo que te ofrezco.
—Vete a la mierda.
—Escucha, perra — me coge fuerte del rostro haciéndome daño —No te hagas la santa conmigo, anduviste tras de mi por meses, no te conviene hacerte la santa porque no te queda.
Lo logro empujar y salgo de ahí, es una faceta que jamás había visto en él.
Me voy a los baños y respiro hondo, un lugar muy poco agraciado para venir a tomar aire, lo sé.
—¿Estás bien? — una compañera me pregunta. —Tienes algo en la cara.
Si, los dedos pintados de ese cabrón .
—No es nada, seguro alergia.
Asiente y pasa a retirarse.
Ya unos minutos después salgo de los baños y voy a mi oficina, pero hay alguien más ahí.
—Nunca estás cuando te necesito.
—Buenos días, Malek.
—Buenos días, Eleanor. ¿Dónde estabas?
—En el baño — observa mi cara —¿Qué te paso en la cara?