Como un perro, obediente pero travieso. Guille acudía todas las tardes a la plaza con su equipación favorita. Hoy, como siempre, se levantaba del suelo entre gritos después de una falta, para seguir jugando como si nada. Cosas de niños.
Tras un balonazo desviado la pelota salió despedida y Guille fue tras ella, sin darse cuenta de que se estaba alejando demasiado, entrando en el callejón prohibido. Si se enterara su padre…
Recuperó la pelota, pero al darse la vuelta escuchó algo. ¿Un maullido? ¡Le encantaban los gatos! Se acercó ilusionado, pero al llegar, se quedó paralizado.
Un niño desnudo se ocultaba tras los cubos de basura, balanceándose de un lado a otro. Guille intentó acercarse a él, pidiéndole que no tuviera miedo. Aunque su cara era deforme y su cuerpo extraño, sintió una misteriosa familiaridad. Entonces vio la cicatriz en su costado. Aterrado miró la suya. Eran idénticas.