Como un perro abandonado, convirtiéndome en cenizas, las llamas recorriendo mi cuerpo. Cristales rotos arañan mi piel, rasgan mis cicatrices. Me derrumbo. Las lágrimas me inundan, como la lluvia en mis cañerías. Desnuda, incapaz de encontrar refugio. Mis viejos huesos crujen mientras una borrasca atraviesa mis grietas con un ruido ensordecedor, aunque dentro de mí sólo hay silencio. Mi corazón, un sótano vacío. Todo se quemó, todo desapareció.
Hoy solo veo oscuridad, mis ojos se cerraron. Un día fui hogar, acogí a una familia, pero el fuego nos lo arrebató todo. Ahora, las almas de quienes amé vagan por mis pasillos. Nadie juega en el jardín, nadie se balancea.
De repente, un chirrido rompe el silencio. Abro los ojos, aunque creí que nunca volvería a hacerlo. Un niño se mece en mi columpio, movido por una suave brisa. Algo se removió en mi interior, tal vez no esté todo perdido, quizá pueda volver a ser la casa que un día fui.