Compilación de Microrrelatos Intrascendentes.

XI. Algo de Dolor.

A orillas, le colgaban las piernas, así, en lo más alto de un edificio. Su cabello era lila, corto a la altura de sus orejas. Sus ojos, de pupilas negras. Su piel, pálida. Esbelta. ¿Y qué hacía así, sentada allí? En simples palabras, quería morir. ¿Puedes ver sus muñecas, cubiertas por vendajes, de lila color?

No tenía ningún otro objetivo más en mente, en aquel instante, que morir. Largo rato solo estuvo mirando el horizonte rojizo del atardecer, balanceando sus pies, hasta que casi era de noche, y entonces se puso de pies, limpiando su falda, una corta falda negra, con sus manos.

Entonces, llegó él. La tomó desde atrás, la detuvo antes que diera el último paso hacia delante. La volteo, y la vio a los ojos.

—No lo hagas —Le dijo.

Ella, no dijo nada, solo lo vio durante unos segundos a los ojos, sin más. Y luego, echó a llorar contra su pecho. No sabía que hacer, en realidad quería morir, pero él estaba allí, ¿por qué estaba allí? ¿Por qué aun tenía que haber gente que la quería viva? ¿Acaso era una especie de mascota, cuyo único motivo de ser era vivir por otros, solo porque estos querían que viviera? Se decía, bastante seguido, a sí misma que, al morir nada de eso importaría, la pena, la tristeza, el dejarlos con ese dolor, sin embargo, aun vivía, y el dolor de hacerles eso le carcomería hasta los últimos microsegundos de su vida.

—No lo haré, no lo haré —Le dijo, sollozó, mientras aun lloraba en su pecho. No lo haría. Por él, por mamá—. Perdón —Agregó, llorando con más fuerza.

Bien, está bien, estaba bien, perfecto, viviría por ellos, aunque para ella no tuviera sentido ya vivir. Sería una mascota. ¿Eso estaba bien, sí? Los haría felices. Lo abrazó, rodeó su cuerpo, se aferró a él.

—Vamos a casa, Green —Le pidió, viéndolo desde abajo, alzando su vista, contra su pecho. Era alguien alto. Ya no lloraba.

Él la envolvió también con sus brazos. Le sonrió con ternura, también con tristeza. Ella sintió vergüenza. Él la amaba tanto, y ella lo sabía.

—Vamos a casa —Replicó, y dejó de rodearla con sus brazos, para tomarla de la mano. La alejó del vacío. Ya era de noche.

Tomados de la mano, emprendieron el camino a casa, ella simplemente no dijo nada, abrazada contra su cuerpo, contra su calor, recostada contra él, con su mente llena de pensamientos, pensamientos de culpa, vergüenza, odio, tristeza, pero sobre todo, solo vacío.



#1754 en Otros
#402 en Relatos cortos

En el texto hay: detodo, microrelato, microcuento

Editado: 07.08.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.