Mi mente no quiere comprender lo que hace algunos minutos dijo el doctor Staller. Es imposible que esto sucediera. Estoy sorprendida, pero sobre todo preocupada. No es para nada lo que me esperaba.
Verlo frente a mí, inconsciente, tendido en la cama de hospital, mientras el doctor me dice lo que tiene, me deja en un estado de shock supremo. Pensé que no sería nada, que todos exageraban. Pero me equivoqué.
Mi cuerpo tiembla con preocupación. No sé qué hacer. No quiero pensar en nada. Pero es imposible no hacerlo cuando tengo al hombre que me salvó del orfanato en esta situación, el que fue un verdadero padre para mí por más que haya cambiado rotundamente desde que mi madre murió. Sigue siendo aún uno de mis héroes.
Con lentitud, estiro mi brazo derecho hacia un lado e intento tocar el respaldo de la silla más cercana para poder sentarme y así intentar captar la información adquirida. Siento cómo todo mi interior se desmorona y le da paso a un sollozo que sale de mí sin darme cuenta. Atónita, furiosa y sin palabras, me pregunto quién podría ser el hijo de puta o los hijos de putas que le hicieron esto a mi padre. Estoy confundida y es por eso que mi mente comienza a pensar en las razones del porqué lo atacaron con tanta brutalidad como para causarle esto.
Dejarlo en este estado.
Otro sollozo de mi parte se escucha en la habitación de hospital.
Mis hermanos, Tyler y Sam, hacen lo mismo que yo: intentan alejarse de la realidad para poder ensimismarse en la preocupación y en los pensamientos sobre esto. No quieren que alguien los sostenga y vea cuán débiles son. En mi caso, no finjo que no me preocupo, dejo ver a todos lo vulnerable y frágil que me encuentro al ver a mi padre en un estado de inconsciencia.
Mi padre tiene un traumatismo cerebral.
Se me para el corazón cuando escucho de forma interna la voz del doctor cuando nos dice aquello. Aquel recuerdo me atormenta. No puedo comprenderlo, pero luego de varias veces de repetírmelo, logro conseguir información sobre el tema, a pesar de ser escasa.
Mi padre se encuentra sumido en un coma, algo que —al parecer y por lo que entendí de todo lo que dijo el doctor Staller— es parte del traumatismo cerebral.
Recordar las palabras que usó el doctor no hace nada para que mi mente se despegue de esas palabras: «Estado de coma».
En mí todo se rompe cuando me doy cuenta de lo que se trata e intento negarlo, pero sé que es verdad, que está pasando. Nunca pensé que le pasaría esto a mi padre. Por más que Staller me diga que el coma que William tiene es a corto plazo, no hace nada para mejorar mi estado cuando luego me explica que podría tener amnesia al despertar. No es duradera, pero la tendrá por unas semanas y se irá acordando de las cosas poco a poco. Dice que no lo tenemos que forzar a recordar, ya que eso no serviría y lo confundiría más.
Lloro mucho más por la angustia. El hombre que jugó conmigo en cada momento de mi vida, el que me besaba cada noche y me susurraba cosas divertidas al oído, está junto a mí, acostado en una puta camilla de hospital.
¿Cómo me hace sentir eso?
Como la mierda. Me destroza con fuerza y tremenda intensidad. Siento una parte de mí totalmente vacía. Bueno, mejor dicho, otra parte de mí. Ya tengo tres huecos que nadie puede llenar nunca a parte de ellos. La pérdida de mi madre, el alejamiento de Damon y mi padre.
Solo espero que Damon me perdone para que ese espacio se vuelva a llenar y que mi padre se recupere para que pase lo mismo con el hueco que él abarca en mi pecho. Rezo porque eso pase.
Para ningún hijo es fácil recibir esta noticia, mucho menos para mí, una niña adoptada. No sé lo que le pasó a mis familiares biológicos y no quiero saberlo, pero pensar que los perdí y ahora podría perder a un miembro más de la que siempre consideré mi verdadera familia es duro. Solo me quedarían mis hermanos. Son las únicas personas en las que podré confiar si la suerte no está del lado de mi padre.
Les dejo ver a todos que necesito a alguien que pueda abrazarme durante el tiempo que necesite, que intente calmarme y me diga que todo va a estar bien, que no me preocupe, porque mi padre va a despertar.
Necesito a Damon. Sus brazos tranquilizadores y su cuerpo protector para que me sostenga cuando yo caiga en los repentinos ataques de llanto. Pero sé que tendré que aguantarme. No puede estar aquí conmigo y tengo que lidiar con ello a pesar de que me cueste.
Antes de poder seguir pensando en él, Tyler se levanta con lentitud y se encamina hacia mí. Sus ánimos se encuentran por el suelo. Tiene ojeras debajo de sus ojos y su postura es de evidente derrota. Se ve demacrado. Ya son como las dos o tres de la mañana y ninguno quiere irse a casa. Ninguno quiere dejar a papá. Prefiero dormir aquí, en el hospital, que hacerlo en mi casa. Es mucho mejor estar con mi padre cerca, a unos centímetros de mi silla. Su cuerpo está tendido inerte en la camilla, con máquinas y tubos a su alrededor, mientras una sábana blanca cubre la mitad de su cuerpo. Se encuentra pálido, algo que es un poco extraño, porque siempre tuvo la piel bronceada. Muy pocas veces se puso de este color blanquecino, una de esas fue cuando estuvo resfriado.
—Iré a comprarnos algo para comer, Nat —dice mi hermano parándose junto a mí. Estoy encorvada hacia la cama de mi padre, los brazos apoyados a uno de sus costados, mientras mi cabeza está levantada para ver todas las facciones de su cara.
—No tengo hambre —respondo con voz ronca y desanimada para darle a saber, por mi estado de ánimo, que no estoy para comida ahora.
—Te traeré algo; tienes que comer. Desde que vinimos no comiste nada y tienes que hacerlo. —Una vez dicho eso, sale de la habitación.
Durante las largas horas que nos encerramos en la habitación de mi padre, ninguno se movió de su lugar. Sam se la pasó viendo la pared frente a su asiento y Ty movía su pierna de arriba abajo hasta que se levantó y decidió ir a comprar algo para comer. No creo poder ingerir algo ahora. No tengo ánimos ni ganas de hacerlo. Mi estómago no pide nada, pero si alimentarme hace feliz a mi hermano —por más pequeña que sea la porción— comeré. No quiero que se preocupe por mí cuando ya tiene mucho con papá.