Comprada por el príncipe

Capítulo 4

(Gregor) 

La señora Milton me miró desconcertada, la ambición seguía refulgiendo en sus ojos, pero era claro que también estaba muy sorprendida.

—Al.. Alteza, eso es… inesperado —dijo mirando a la chica sobre su hombro—. ¿No desea al menos conocerla?

—No es necesario, solía ser mía, ya sé perfectamente qué estoy adquiriendo —le informé encogiéndome de hombros—. Le he dado bastante uso.

Otra mirada a la chica, esta vez cargada de reproche. La pelirroja solo negó levemente.

—Doncella, ¿eh? —refunfuñó la señora Milton con los dientes apretados, a lo que la chica solo la miró estupefacta.

Crucé ojos con Connor, para ver si él entendía lo que estaba sucediendo entre ellas, pero con la mueca que me hizo de vuelta me dejó saber que estaba tan perdido como yo.

Alexor se inclinó hacia delante, poniendo especial interés en la tensión que había entre ambas mujeres. Mi hermano mayor era un tipo perspicaz, si alguien podía adivinar lo que pasaba era él.

La señora Milton se giró de nuevo hacia nosotros, sus mejillas estaban enrojecidas.

—Qué vergüenza —se lamentó—. Altezas, espero que no dejen que este episodio empañe su opinión sobre mi establecimiento. Les garantizo que aquí jamás buscamos verle la cara a nuestros apreciables clientes. Si estuve diciendo que la joven era doncella, fue porque así ella me lo informó, jamás fue mi intención engañarlos para elevar el precio de la subasta. Yo también he sido engañada en esto, les pido mis más sinceras disculpas. Les aseguro que de ahora en adelante tomaré medidas para que esto no se vuelva a repetir.

La chica detrás de ella prendió en todos colores y me dedicó una mirada de odio que no entendí, ¿por qué parecía enojada conmigo? Y, ¿de qué rayos estaba hablando esa señora?

—Disculpe, pero me temo que no estoy entendiendo. ¿Qué tiene que ver esto con mi daga? —pregunté confundido.

La señora Milton abrió los ojos de par en par, de nuevo desconcertada.

—¿Daga? —repitió.

Alexor tomó mi brazo y se inclinó hacia mí.

—Lo que esta amable mujer está subastando se encuentra de pie detrás de ella portando un ajustado vestido —me informó mi hermano—. Y tú le acabas de decir que ya le diste un muy buen uso…

—¡Oh, no! —exclamé entendiendo todo—. Espere, estamos hablando de temas distintos. Yo a ella no la conozco —aclaré señalando a la pelirroja—. Jamás he… no digo que no me gustaría, pero es la primera vez que la veo en la vida… entre nosotros jamás… quiero decir… hasta ahora no…

—Ha habido una confusión. Nosotros no estamos interesados en esta subasta —intervino Alexor para salvarme de mi torpeza—. Hace unos días un hombre de apellido Logan estuvo aquí. Perdió todo lo que traía en los bolsillos en estas mesas de juego y, finalmente, apostó una daga. La daga es muy especial, tiene incrustadas gemas y también una inscripción, ¿le suena familiar? 

La señora Milton se quedó pensativa unos instantes, como si estuviera haciendo memoria.

—Creo recordarlo… ¡Sí, por supuesto! Una daga, ya sé de cuál hablan. Me pareció un objeto de valor, aunque no tenía idea que G.A. era usted, Alteza. La guardé en mi oficina, aún sigue ahí.

Connor fue quien suspiró de forma más evidente, compartiendo mi alivio.

—Se trata de un artículo importante para nosotros, estoy dispuesto a pagarle lo que usted determine…

—Ni lo mencione, Alteza. No es necesario que me pague nada, yo con gusto se la daré. Faltaba más, será un honor para mí devolvérsela —me interrumpió la mujer con aire generoso.

—¿En verdad? No tiene idea de cuánto lo aprecio, le estaré eternamente agradecido —dije con sinceridad.

—Así como también agradeceremos su discreción en el asunto —añadió Alexor en tono seco.

—Por supuesto, Altezas, mis labios están sellados —nos aseguró la mujer—. Instruiré a una de mis empleadas para que les proporcione la daga a la brevedad. Y ahora, si me disculpan, debo continuar con el negocio de esta noche. Ha sido un placer poder ser de ayuda.

La señora Milton se alejó de nuestra mesa, llevándose a la chica pelirroja con ella. En cuanto lo hicieron la realidad me pegó de golpe, había entendido lo dicho por Alexor, pero no fue sino hasta este momento que realmente entendí lo que estaba pasando: La subasta era por la chica. Ella estaba en venta y los hombres en las otras mesas iban a pujar para quedársela. Ya había escuchado antes sobre ese tipo de tratos, un arreglo temporal para tener una mujer a tu disposición día y noche, hacerla tu amante por tiempo indefinido y luego acabar sin compromisos. Era un arreglo conveniente para aquellos hombres solteros que no deseaban un compromiso sentimental, sino mera compañía de la cuál pudieran librarse sin culpas. La primera vez que escuché que sucedía, me pareció extraño, pero ahora que estaba siendo testigo presencial, lo encontré aberrante.

Observé a la joven caminando detrás de la señora Milton y me sentí enfermar, se veía tan bella, tan delicada… tan incómoda… en absoluto parecía conforme con lo que estaba pasando. Noté el brillo libidinoso con el que los hombres la miraban mientras la señora Milton la presentaba ante ellos y los odié. Quise borrarles sus sucios pensamientos de un golpe.




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