(Gregor)
Connor no dejaba de jalar mi capa, mientras Alexor refunfuñaba dando grandes zancadas detrás de nosotros de un lado al otro de la oficina.
—Para con esto ahora, ya no es gracioso —susurró mi gemelo.
—¿Y quién te dijo que busco hacerlos reír? —pregunté encogiéndome de hombros.
—No puedes comprarte una querida —se quejó Alexor a mis espaldas —. Nuestro padre va a lanzarte de la torre más alta del castillo en cuanto se entere de lo que hiciste.
—Puedo y lo haré —respondí desafiante.
—Alexor tiene razón, esto está mal por donde se le vea —intervino Connor—. Piensa en qué dirá mamá cuando sepa que compraste a una mujer.
—¡Pues no pienso decirle! Tampoco es que sea yo tonto —exclamé de modo teatral.
—Eso está seriamente en duda —masculló Alexor.
—En cuanto la señora Milton entre, le dirás que todo fue una broma y asunto acabado —me dijo Connor—. Ya estuvo bueno de perder el tiempo, debemos partir al baile y, por supuesto, es impensable que llegues del brazo de tu recién adquirida… señorita.
—Un tema a la vez, déjame cerrar el trato y ya me ocuparé luego de lo demás —dije despreocupado.
Nos encontrábamos en la oficina de la señora Milton, aguardando a que ella y la chica llegaran para cerrar el arreglo. La realidad era que mis hermanos no eran los únicos escandalizados por lo que pretendía hacer, a mí me tenía sobrecogido un sentimiento de incredulidad, pues no me parecía que fuera yo quien estuviera haciendo esto. Pero dar marcha atrás estaba fuera de cuestión. En primer lugar, era de vital importancia que le cerrara la boca a Alexor y le demostrara que yo no me andaba con niñerías; y, en segundo lugar, la idea de que esa chica acabara con cualquiera de los otros hombres del salón de apuestas era más de lo que podía soportar. La quería para mí, aun si para ello debía recurrir a un trato de moral tan dudosa.
Escuchamos las pisadas acercarse, segundos después entró la señora Milton seguida de la joven pelirroja.
—Alteza, esto es de lo más inusual —dijo la mujer al entrar—. Las pujas se hacen por escrito y gana quien más ofrece; no acostumbro a permitir que nadie detenga mis subastas de forma tan repentina. Quiero que sepa que estoy haciendo una excepción por consideración a quien es usted y espero que lo tenga en cuenta para que tome esto en serio, pues anteriormente me dijo que solo estaba interesado en recuperar su daga. Dígame, ¿en verdad desea quedarse con Aurora?
Aurora, qué lindo nombre. Volví a contemplarla, encantado por lo bella que era.
—Así es, tuve un cambio de parecer y me disculpo por la forma tan poco ortodoxa de hacer esto. ¿Cuál ha sido la oferta más elevada que ha recibido hasta el momento? Yo la duplicaré.
La señora Milton dio un respingo de sorpresa en su lugar, quiso disimularlo, pero quedó boquiabierta. Por otro lado, Alexor emitió el resoplido más desdeñoso imaginable.
—Eh… es… eh… bueno, cuando lo pone así —balbuceó la señora Milton anonadada—. Sin duda será un placer hacer negocios con usted, Alteza.
Una rápida firma a un pagaré y Aurora era mía para llevarla a donde yo quisiera. No me pasó desapercibido que ella no había dicho palabra en todo este tiempo, pero supuse que ya tendríamos tiempo para conocernos bien después.
Alexor y Connor estaban disgustados conmigo, lo dejaban claro con sus miradas de reproche.
—De nuevo debo solicitarle la mayor discreción posible, señora Milton —pidió Alexor deteniéndose un instante bajo el marco de la puerta antes de salir, a lo que la mujer asintió de inmediato.
Estaba tan agradecida por la enorme cantidad de dinero que iba a recibir de mí que no dudé en que fuera a hacer lo que le pidiéramos. Con este trato había cubierto la subasta, la daga y unos cuantos años de manutención.
Nuestro carruaje nos aguardaba en la entrada. El cochero se dispuso a ayudar a Aurora a subir, pero yo me le adelanté tomando su mano.
—Por favor, sube —dije en tono caballeroso.
Aurora hizo una breve inclinación para agradecerme y subió. Después lo hicimos nosotros tres.
La tensión dentro del carruaje se podía palpar. Alexor y Connor fulminándome con la mirada y Aurora mirando por la ventana, como si odiara estar aquí.
—Ahora sí —dijo Connor cortando el silencio—. ¿Cuál es tu brillante plan, genio? ¿En verdad pretendes que venga al baile con nosotros la señorita…?
—Katz —le aclaró Aurora entendiendo que se refería a ella.
—La señorita Katz —terminó mi gemelo.
—¿Te gusta Aurora o prefieres que te llamen de otro modo? —pregunté aprovechando que era la primera vez que hablaba.
—Mis amigos me dicen Aury —contestó tímidamente.
—Normalmente las puedes llamar como quieras, estás pagando… —masculló Alexor de mal humor a lo que Connor rio discretamente.
Ambos se ganaron una mirada de reproche. Sí, era claro qué era Aurora, pero no había necesidad de ser desagradable. Ella se encogió en su lugar, como si el comentario la hubiera herido.