(Gregor)
Después de instalar a Aurora en la posada, Byru nos llevó a toda prisa hacia nuestro destino. Aunque poco importaba para este momento, de cualquier modo ya íbamos imperdonablemente tarde; motivo por el cual media fiesta se giró a vernos en cuanto hicimos nuestra aparición.
—Altezas, me alegra mucho que hayan llegado. Sean bienvenidos a mi hogar —se apresuró a saludarnos Lucas Durand, nuestro anfitrión por la noche y uno de los caballeros de mi padre.
El rey tampoco se hizo esperar, lo vi acercarse entre la multitud a paso furioso. Detrás de él venían Triana y la reina.
—¿Se puede saber dónde diantres estaban? —preguntó en un tono de mortífera calma, aunque sus ojos refulgían de deseos de darnos una tunda. La única razón por la que no lo hacía era porque estábamos rodeados de toda la alta sociedad, hecho que también explicaba su tono de voz contenido.
Alexor y Connor llevaron sus miradas a mí sin el menor disimulo, dando a entender a la familia que la culpa recaía en mí y en nadie más.
Me aclaré la garganta y adopté mi gesto más despreocupado, tal vez si actuaba como si esto no tuviera importancia, convencería a los demás de lo mismo.
—Tuvimos un ligero contratiempo, nada de relevancia, pero ya estamos aquí con la mejor de las disposiciones —contesté en tono bonachón.
La mirada torva del rey me hizo sentir escalofríos.
—Gregor Autumnbow, no juegues conmigo y contesta lo que pregunté —me ordenó en un tono algo más alterado.
El enojo implícito en sus palabras hizo que varias personas nos miraran de reojo. Claro que era muy ingenuo pensar que nadie nos estaba observando antes, éramos la familia real, no había persona aquí que no estuviera atento a cada uno de nuestros movimientos, solo que casi siempre lograban disimular su curiosidad. Sin embargo, el tono amenazante del rey era demasiado como para no azuzar el interés general.
Consciente de que estábamos en peligro de suscitar habladurías, mi madre decidió intervenir.
—Tal vez sea mejor aclararlo después —sugirió apretando el brazo de mi padre con cariño, para hacerlo entrar en razón—. Por ahora conviene disfrutar de esta noche tan encantadora.
El rey frunció los labios, pero accedió, entendiendo los motivos de su esposa.
—Hablaremos más tarde —musitó dedicándonos una mirada de pocos amigos y luego se dio la media vuelta, la reina lo siguió de inmediato, dejando sola a la generación más joven.
—Me aburría sin ti —le reprochó Triana a Alexor con un puchero.
—Lo siento mucho, no volverá a suceder, planeo asfixiar a Gregor esta noche mientras duerme —bromeó Alexor con el rostro serio.
—Inténtalo. No me iré sin una pelea —respondí en tono desafiante.
—Primero tendrás que sobrevivir a tu acosadora —susurró mi cuñada con un brillo divertido en los ojos.
Tristemente, entendí de inmediato a qué se refería Triana. Consideré la posibilidad de escabullirme fuera del salón, pero ya era muy tarde. Segundos después vi a Amanda Kloss y a su madre Loreta caminando hacia mí con la determinación de un par de leonas que han detectado a su presa.
—Aquí vamos —me lamenté en voz baja.
—Oh, Mandy viene hacia el amor —se burló Connor, haciendo reír discretamente a mi hermano y a su esposa.
—¿Por qué no se pudo haber fijado en ti mejor? —refunfuñé con amargura.
—¡Muérdete la lengua! No tendría yo estómago para aguantarme a las Kloss —respondió mi gemelo con gesto espantado.
Amanda Kloss llevaba años determinada a convertirse en mi esposa, estaba dispuesta a lo que fuera para conseguirlo y, lo más grave, contaba con la venia de su madre Loreta. Por supuesto que las Kloss no eran las únicas que buscaban atraparme en la red matrimonial, muchísimas familias del reino entendían la ventaja de formar parte de la realeza y deseaban que sus hijas llamaran nuestra atención; solo que nadie era tan molesto al respecto como Loreta y su hija.
Al principio no eran más que coqueteos odiosos, pero poco a poco la situación escaló a un punto intolerable. Lo que hacían ya rayaba en el acoso, no había evento en el que no se empecinaran por acaparar mi atención, intentaban sobornar sirvientes del castillo para obtener información privada mía para conocer mis gustos y encontrar una forma de engatusarme, además de que seguían de cerca mi agenda para urdir encuentros “casuales” entre Amanda y yo. Su determinación a tenerme era tal que Amanda ya había rechazado dos propuestas matrimoniales de candidatos perfectamente aceptables, todo por su obstinación de atraparme a mí. Incluso se rumoraba que las Kloss habían llegado al punto de sabotear a otras chicas que consideraban ser la competencia; se hablaba de vestidos quemados, zapatillas rotas, carruajes sin ruedas, salpullidos inexplicables y muchas otras argucias para impedir a esas otras jóvenes presentarse en las fiestas en las que yo estaba.
Ignoraba hasta qué punto esos rumores eran ciertos, lo que sí tenía por seguro era que Amanda estaba perdiendo su tiempo. Si bien era una joven de aspecto agradable, su personalidad era suficiente para hacerme salir huyendo, estaría loco si accediera a ligar mi vida a una mujer que era capaz de maquinar tanta maldad. Podía ser que a veces no tomara las decisiones más sensatas, pero tampoco era para tanto.