(Aurora)
El posadero trajo mi cena poco después de dejarme en una de las habitaciones. Comí con voracidad hasta limpiar los platos, ni siquiera me di tiempo de degustar los alimentos, solo necesitaba acallar el hoyo de nervios que se había formado en mi estómago. En mi mente revivía una y otra vez el trayecto en carruaje, lo humillante que había sido adoptar una actitud tan sumisa ante el príncipe con sus dos hermanos de testigos. Y había otra cosa, ya sabía yo que jamás me iba a sentir a gusto con quien fuera el hombre que pagara por tenerme, eso lo tuve claro desde el momento en que mi tía me hizo la sugerencia de acudir con la señora Milton, pero ni en mis sueños más alocados me pasó por la cabeza que iba a ser comprada por un príncipe ¡y que resultara ser tan guapo! No solo el príncipe Gregor y su gemelo eran apuestos, su hermano mayor también era un adonis, aunque algo más antipático. ¿Cómo podía una mantener la cabeza fría compartiendo carruaje con tres hombres que parecían esculpidos a mano? De por sí ya estaba intranquila por todo este asunto de la subasta y luego me echaron al ruedo con la realeza para terminar de destrozarme los nervios.
Cuando era más joven, soñaba con que mi padre me trajera a la capital para poder asistir a uno de los eventos de la corte y conocer a la familia Autumnbow. Ahora acababa de estar con tres de sus miembros, pero claro que nunca pensé que cuando se me presentara la oportunidad sería básicamente en un contexto de lenocinio.
Me dejé caer sobre la cama, aún asombrada por lo que había acontecido. En cierta parte debía sentirme afortunada, el salón de la señora Milton estaba atestado de hombres, cada uno más desagradable que el anterior, y yo me había librado de todos. Mi comprador no solo era joven y apuesto, sino que, haciendo a un lado la evidente tensión que había entre él y sus hermanos, era bastante cordial. Tal vez mi tiempo atada a él no sería tan insoportable después de todo, aunque claro que aún no podía cantar victoria, puesto que una breve interacción de quince minutos era insuficiente para determinar la clase de hombre que era Gregor Autumnbow. Al menos esta noche no tendría que preocuparme por él, por hoy iba a poder descansar tranquila.
Me quedé mirando al techo mientras divagaba en mis pensamientos y, sin darme cuenta, caí dormida.
El sonido de alguien golpeando la puerta me trajo de vuelta de mis sueños. Me levanté de la cama sintiéndome aturdida y algo desorientada. Recordaba a la perfección dónde me encontraba y el motivo, pero no tenía idea de que hora era ni por qué alguien tocaba la puerta con ese ímpetu.
—¿Qué sucede? —pregunté con voz amodorrada en cuanto tuve al posadero enfrente.
—Ya hace tiempo que pasó el mediodía, señorita, me preguntaba si estaba todo bien con usted y si desea que le traiga de comer o bajará al comedor —quiso saber el hombre.
—Mediodía —repetí con incredulidad, llevaba días sin dormir por la ansiedad de la venta y el agotamiento debió haberme vencido finalmente, solo así explicaba dormir tantas horas sin percatarme—. Yo… eh…
Mis pensamientos se sentían aletargados, ¿era mi imaginación o el príncipe Gregor quedó de venir por mí a primera hora? Ese momento ya había pasado hacía rato.
—Entonces… ¿quiere comer? —preguntó el posadero al ver que no hilaba una frase coherente.
—¿Ha venido alguien a buscarme? —pregunté temiendo haberme perdido la llegada del príncipe por estar dormida.
—¿Alguien? —preguntó el posadero con la cabeza inclinada hacia un costado.
—Sí… alguien, quien sea —dije, recordando el énfasis que estaban poniendo los hermanos Autumnbow en ser discretos la noche anterior. No podía preguntar abiertamente por el príncipe sin echar por la borda su deseo de no llamar la atención y sería muy bobo de mi parte desagradarlo tan pronto.
—No, nadie ha venido a preguntar por usted, señorita Katz —afirmó con seguridad—. Por cierto, ¿me proporcionará el pago de esta noche?
—¿El qué…? —pregunté con la frente arrugada.
—El pago por su estancia y alimentos de este día. Ayer solo pagó por una noche y la cena. Si gusta puedo subirle la comida en lo que usted va por su bolso…
—Oh, no —exclamé más para mí que para ese hombre. No tenía bolso, no traía ni un centavo conmigo. La cuestión del dinero no había pasado por mi mente. El chofer de los Autumnbow pagó por una noche porque el príncipe quedó de venir por mí hoy, pero parecía que se había olvidado y eso me dejaba en un aprieto—. Yo… no tengo hambre, muchas gracias… además, no me quedaré esta noche; de hecho, solo debo acicalarme y partiré.
El posadero asintió, algo inconforme de ver a una cliente marcharse tan pronto. Una vez que él se fue me senté sobre la cama y pensé en mis opciones. Tenía que irme, no había remedio, no podía quedarme en un lugar que era incapaz de pagar, pero ¿ir a dónde? Gregor tendría que estar ya aquí como prometió. Resultaba ridículo que, habiendo sido la causa de un intercambio de dinero tan significativo, yo me encontrara sin un centavo, pero así era. La mitad del dinero era para la señora Milton, la otra mitad se iría a mi tía para que ella se arreglara con los acreedores de mi padre; para mí, nada. Suspiré sonoramente. Si Gregor no llegaba antes de que yo saliera de la posada, no tendría otra cosa qué hacer más que deambular por la calle.
Miré hacia abajo y solté un quejido. Ahora veía con otros ojos el ajustado vestido color vino. Anoche me había parecido aceptable, pero eso solo era debido al contexto en el que me encontraba; a la luz del día, el escote y lo ajustado levantarían varias cejas. No tenía ropa para cambiarme o siquiera una mantilla para ponerme encima.