Compré un esposo y una hija

Capítulo 3

Luché para alejarme de su beso. "¡Basta, Edward!", dije, dejando escapar mi frustración. Él retrocedió lentamente, sus ojos arrugados en confusión.

"¿Qué te hice?", preguntó él.

"¡Es un acuerdo!", exclamé, estremeciéndome. "¡Eso es todo!".

Edward bajó la mirada hacia la mesa, su rostro duro como el mármol. "Puedo ser amable", dijo en voz baja, con su voz como un susurro.

"No es cuestión de ser amable", dije, mi voz se quebró un poco. "Es cuestión de que te han comprado."

Se quedó en silencio durante un momento antes de responder. "Tienes razón.

Hablamos durante horas, comiendo, bebiendo y divagando. Edward me habló de su hija y su hogar, y yo le habló sobre mi propia vida. Al final, él me acompañó hasta mi habitación y me hizo una leve reverencia.

"Buenas noches, mi dama", dijo, y se dio media vuelta para retirarse a su propia habitación.

La mañana siguiente, me encontré con Clara en el pasillo. Tenía un juguete colgado en su mano y una muñeca en su rostro. Cuando me miró, tuve la sensación de que me estaba midiendo, como si estuviera juzgando mis pensamientos.

Sus ojos se nublaron y me dio la espalda, desapareciendo en su habitación.

Pasaron los días y los meses, y yo continué ocupándome de las necesidades de Clara y mi esposo. A pesar de nuestro acuerdo, sentí que era un intruso en mi propia casa, como si Clara y Edward fueran mi familia, pero yo fuera una visita permanente.

Clara no me hizo caso cuando le hablaba y Edward se mantenía frío, manteniendo nuestras interacciones al mínimo.

Un día, Clara me vio junto a la ventana, contemplando los jardines. Permaneció en la puerta durante un rato antes de salir.

"¿Por qué no te quieres quedar aquí?" -preguntó Clara con tono agudo .

"¿Qué quieres decir, Clara?", le preguntó con suavidad.

Ella miró el piso.

Clara se acercó y cruzó sus brazos. "Tú no eres mi mamá. Quiero que te vayas", dijo, su voz baja y apagada.

"Sé que tu madre murió", dije, tratando de explicarme. "Pero tu padre y yo queremos darte un hogar".

Clara me miró con sus ojos grises y me miró de arriba abajo. "No me creo nada de lo que dices".

Clara miró de reojo a su alrededor, para asegurarse de que su padre no estaba cerca. "¿Por qué no te quieres ir?", preguntó, sus ojos llenos de desafío.

"Yo no puedo irme", dije con firmeza. "Tu padre y yo estamos casados ​​ahora".

Clara hizo un gesto de desagrado. "No te ama. Es obvio que no te quiere aquí", dijo, sus palabras eran como una navaja en mi corazón.

"Tu madre está muerta", dije con crueldad, consciente de que iba más allá de lo necesario.

Clara dio un paso atrás, sus ojos llenos de lágrimas.

Clara me miró con desprecio, como si yo fuera la más mala de las hadas. "No te quería aquí antes de que muriera", dijo con una voz firme y clara. "¡Quiero que te vayas de mi hogar!".

La corrección me hizo parpadear, inesperadamente, mientras Clara corría escalera arriba, dejándome a solas con mi dolor en los ojos.

En silencio, me dirigí a mi habitación y me eché en la cama. ¿Había hecho lo correcto, casándome con Edward? Las palabras de Clara resonaron en mi mente. ¿Era un intruso en su hogar?

Cerré los ojos y déjé que las lágrimas fluyan. Me sentí sola, asustada y con ganas de escapar de aquel lugar.

La tristeza y la melancolía siguieron conmigo a través de las semanas siguientes, y la presencia de Edward se hizo más distante con cada día que pasaba. Cada vez que le hablaba, se encogía y me ignoraba.

Finalmente, una noche lo encontré en su habitación. Las ventanas estaban abiertas y el viento frío golpeaba su cara.

Edward se encontraba de pie frente a la ventana, con una expresión de tristeza y soledad en su rostro. Yo me acerqué a él, sintiendo el temblor de su cuerpo contra el mío.

"¿Qué estás haciendo aquí?", preguntó, girando su cuerpo con desdén.

"No eres feliz aquí", dije en un susurro.

Su rostro se tensó.

Edward apretó los dientes, mirando al vacío por la ventana. "Estoy... satisfecho con nuestro acuerdo", dijo, su voz ronca y tensa.

Mantuve mi silencio, dando tiempo a sus palabras para penetrar más allá de mi corazón frío.

"¿No crees que Clara tiene razón?", preguntó, sin mirarme.

Me froté los hombros contra su cuerpo y sus hombros se relajaron mientras me miraba. "¿Crees que Clara está bien?", preguntó en voz baja.

Su cara se aflojó mientras miraba hacia mi, su mirada una mezcla de tristeza y frustración. "Lo único que quiero es verla feliz", dijo.

Fijé la mirada en él. "Tu hija no es mi hija", dije, la frialdad de mis palabras mejorando cualquier palabra blanda que pudiera haber dicho.

Edward se alejó un poco, pareciendo sorprendido por la brutalidad de mis palabras. "Pero es tu familia ahora", dijo, con cierto temor en su voz.

"No es mi familia", repetí, clavando mi mirada en él. "Este es un acuerdo financiero, Edward. Yo compré tu nombre, y ahora debes cumplir tu parte".

Edward estaba frío y petrificado mientras se alejaba. "Solo quiero lo mejor para Clara", dijo, la determinación retornando en su voz.

Mis ojos se clavaron en él, mi expresión fría y dura, sin mostrar ningún sentimiento. Cuando fui a él y le acerqué mis labios a los suyos, noté que su respiración se aceleraba mientras cerraba los ojos.

"¿Sientes esto?", susurré, besando su cara, pero él estaba helado.

"No siento nada", dije, mis palabras calmadas y cortantes. "¿Podemos hacer esto funcionar, Edward?"

Mis manos se deslizaron en sus bolsillos y las presioné contra su cuerpo. Él no respondió, sino que me besó, un beso que era casi desesperado.

sigue pero le di una bofetada y salir riendome diciendo que jamas sentiría algo por el

Mi mano se retiró, luego vino mi bofetada en la mejilla, brusca y fuerte. "No sentiré nada por ti", grité, dejando escapar una risa amarga y burlona. "Solo somos un acuerdo".




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