Con cariño: P.J. Blackbird

Capítulo 2

Es cuando veo el reloj digital en la parte inferior derecha de mi pantalla marcar las 12:48 pm que me doy cuenta del dolor que ha comenzado en mi cadera, y se ha extendido por mi columna a lo largo de toda mi espalda baja gracias al poco movimiento. La idea de que soy muy joven aún para estos dolores me persigue al levantarme de mi silla para estirarme y sobar la zona que me lastima, mientras hago una pequeña mueca.

Apago la pantalla y me quito los anteojos, mis ojos arden un poco debido al esfuerzo que supone mirar directo a aquella luz artificial durante tantas horas seguidas, pero ninguna de mis dolencias logra arrebatarme el buen humor… incluso si mi rostro no lo refleja del todo, por dentro no he dejado de dar saltitos. Le mando un mensaje a Mar con el nombre de la cafetería en la que nos veremos y no siento la necesidad de esperar por la respuesta cuando tomo mi mochila, meto mis lentes en ella y camino fuera de la oficina.

Adoro los sábados, principalmente porque no son muchos los vehículos que circulan por las calles y, por lo tanto, no tengo que lidiar con la contaminación que se cuela por mis fosas nasales y me hacen doler la nariz, en días como estos puedo respirar con gusto. Y como es sábado de disfrutar del aire, opto por caminar en lugar de tomar un taxi, así aquellos minutos que faltan antes de que tenga que encontrarme con mi amiga puedo matarlos casi sin darme cuenta.

Cuando por fin llego a l’art, el olor a madera y papas a la francesa me envuelven de una manera agradable junto con las luces cálidas de los foquitos que cuelgan por todo el lugar. Entrecierro los ojos buscando la cabellera castaña-rojiza de Mar hasta que la encuentro, sentada con una carta entre las manos, en una de las mesas cercanas a las ventanas. Así pues, camino hasta ella y me acerco para envolverla en un breve abrazo.

―¡Amiga! ―Me saluda con esa alegría tan típica de su personalidad y yo hago lo mismo, sonriendo mientras me siento frente a ella―. ¿Cómo estás?

Seguramente mi rostro refleja perfectamente la ilusión que me he estado guardando desde la mañana, puesto que ella se ríe sonoramente llamando la atención de algunos de los otros clientes del local, que rápidamente vuelven a meterse en sus propios asuntos. Por mi parte, río con ella, no puedo hacer nada más.

―Nadie en el mundo jamás ha estado tan bien como estoy yo hoy ―respondo al cabo de un momento, llevo las manos a mi rostro y puedo sentir las mejillas calientes, seguro están tan rojas como si hubiese pasado todo el día asoleándome.

Ella estira la mano hasta una de las mías y la aprieta con ligereza, me sonríe con la mirada y sé que está tan feliz por mí como lo estoy yo misma.

―Aprovecha esos minutos que tengas con Peter, amiga, no sabes lo que daría yo por ver un segundo y de lejitos a Jungkook. ―No puedo contener la carcajada al escucharla, pues sé que lo dice en serio.

―Lo haré, guardaré cada momento en mi memoria. Créeme.

En ese momento llega una chica que probablemente tendrá nuestra edad vistiendo un mandil negro con el logotipo del establecimiento bordado en letras verdes en el centro, nos muestra una sonrisa antes de preguntarnos qué es lo que vamos a ordenar. Yo pido lo de siempre: una hamburguesa, una orden de papas y una limonada, mientras que Mar ―como de costumbre―, pide cualquier cosa que aún no haya probado del menú, y un jugo de mango. La mesera lo anota todo en una libreta del tamaño de su mano antes de marcharse.

Casi por rutina, tomo el salero que se interpone entre las dos y lo sacudo un par de veces sobre mi mano, lo dejo sobre la mesa antes de tomar algunos cuantos de los granos de sal, dejando unos cuantos sobre mi lengua para lanzar los demás por detrás de mi hombro derecho.

―¿Y ya pensaste más o menos en las preguntas que le harás? ―cuestiona mientras saca una botella de agua de su bolso para después beber de ella, dejándola sobre la mesa al terminar.

―Obviamente tiene que ser algo relacionado con la película, pero no quiero hacer lo mismo que hacen todos, ¿sabes a lo que me refiero? ―Hago una pequeña pausa en busca de un ejemplo―. Todos irán a lo mismo: «¿Qué reto te supuso interpretar a Gavrel? ¿Qué pensaste cuando leíste el guion? ¿Ya habías leído Battlecry antes de hacer la audición para el papel? ¿Hubo algún entrenamiento para interpretar a un espía del siglo veintidós?».

Mar asiente con la cabeza.

―No quieres aburrirlo ―señala, y yo le doy toda la razón―. Supongo que también tendrás que esperar a ver cómo interpreta al personaje.

―Yo sé que lo hará magnífico, incluso cuando ha estado bajo el mando de malos directores, él siempre está espectacular ―refuto con firmeza haciendo, una vez más, reír a Mar.

―Es que tú lo ves con ojos de amor.

―Si siempre está magnífico, ¿cómo no hacerlo?




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