Como era de suponer al día siguiente todos me veían a todas horas algunos con curiosidad otros con miedo.
El director me mandó llamar para solucionar lo que había pasado porque precisamente alguien le fue con el chisme de que yo había golpeado a un estudiante, claramente me defendí y solo por esta vez me perdonaría esa falta.
Como si lo necesitara... a quien le miento, si llamaban a Nick tendría muchos problemas. Lo bueno es que estoy salvada.
Es que esos idiotas me hicieron enojar y solo espero que no vuelvan a meterse conmigo porque esto terminará muy mal.
Estaba en la clase de francés súper aburrida mientras la profesora habla y habla.
—Ya casi termina la semana y tienen estos días para practicar su presentación—comenzó a decir y todos se quejaron—quiero todo lo que les gusta y lo que no. Todo— a pesar de las protestas siguió hablando— el viernes comenzaremos y no quiero que traigan acordeones.
Salimos de clases y Bea estaba derrotada, no le agradó nada esa tarea.
—Voy a fracasar— dijo triste.
—Vamos, eres muy buena en el francés ya verás que te va bien— la anime un poco. Yo confió en ella, sé que puede.
—Oye te quería decir algo importante— parecía nerviosa así que la aliente par que me dijera— bueno le he platicado mucho de ti a mi familia y mi mamá quiere conocerte—¿qué? — ¿dijo que si no querías venir a cenar con nosotros hoy?
No sé porque termine aceptando, la verdad me ponía nerviosa conocer a sus papás y así, jamás había ido a la casa de una amiga ni nada. De hecho no tengo amigos de ese tipo, a quien engaño, no tengo ni un amigo.
Se terminaron las clases y yo me fui a mi casa a alistarme para la cena de hoy con los Harrison.
Después de bañarme me puse un conjunto más decente y no un suéter súper largo; un pantalón negro con aberturas en las piernas, una playera blanca y una chaqueta negra de cuero, sin contar mis botas negras que tanto amo. Es lo único que traje de Londres. Solté mi cabello pero conserve los lentes.
Bea me mando la ubicación de su casa y antes de llegar pase a comprar un pastel de chocolate, no podía llegar con las manos vacías solo espero que les guste el chocolate.
Llegue a su barrio y no era uno muy lujoso, tenía bonitas casas pero no eran tan llamativas como las de lujo que me tocó ver.
Su casa era de dos plantas y de un bonito color crema con muchas plantas en la entrada. Nada comparada con la mía, a nosotros se nos morían la pobres plantas.
Toque el timbre y me abrió una mujer bonita y muy parecida a mi amiga, su mamá es muy hermosa, tiene el cabello rubio y ojos color café una piel súper blanca con algunas pecas en la cara como Bea.
—Hola buenas noches, ¿ustedes es la señora Harrison? — Estoy nerviosa— yo soy Catalina de Santiago, la amiga de Bea.
—Oh cariño que hermosa eres, pasa te estábamos esperando— me dio un cálido abrazo. Parecía emocionada de verme— por un momento creí que no aceptarías pero en cuanto mi hija me dijo que si, me emocione mucho. Mi nombre es Carmen.
Llego mi amiga con su hermana pequeña de diez años una copia exactamente igual que ella solo que con el cabello rubio como la mamá. Se llama Beatriz.
El señor Marco, papá de Bea también me recibió muy bien, él tiene su cabello castaño claro y ojos verdes como los de sus hijas.
En verdad se siente bien estar con personas tan amables y atentas. Le di la bolsa con esa delicia chocolatosa y me agradeció.
—Prepare pollo con verduras para esta cena, ¿te gusta? — me pregunto y yo asentí.
—Amo el pollo— le dije. No es mentira.
Nos encaminamos hasta el comedor y pude echarle un ojo a la casa, tienen de todo y muchísimos retratos familiares y diplomas posiblemente de su hija mayor, este si era un hogar construido por una buena jefa mamá amorosa.
Tan diferente a mi casa en Londres, durante años solo fuimos mi padre y yo y como ambos trabajamos no había tiempo de adornar y poner cosas para hacerla hogareña.
La sala podía verse desde el comedor y pude ver unos sillones de color café y una televisión de plasma, al lado unas escaleras que te llevaban a la planta de arriba donde posiblemente estén las habitaciones de todos.
Frente al comedor estaba una barra que conectaba con la cocina de colores oscuros. La verdad tenían todo y me agradaba estar aquí.
—Me alegra mucho que te tomaras el tiempo de venir cariño—dijo la señora Carmen— Bea nunca trae amigos a la casa, le cuesta mucho hacerlos.
—Mamá— dijo la susodicha.
—Gracias por invitarme—dije es la primera vez en mucho tiempo que sonrió— de verdad se lo agradezco muchísimo.
—Que bueno que tus papás te dejaron venir—yo no comenté nada sé que al final de la cena se darán cuenta de que vivo sola.
Estoy segurísima de que me harán un interrogatorio sobre mi familia y cosas así.