Con las rosas de tu funeral

La carta

Con las rosas de tu funeral

Besó su mejilla, haciendo un fuerte sonido con sus labios.

- Lo siento mucho Mérida-

Ella solo asintió sin pronunciar una solo palabra, viendo pasar a los demás acercarse al ataúd, deseo impedirles que lo hicieran pero su corazón estaba debilitado, el dolor en su cabeza la mareaba y tantas personas regalándole sonrisas tristes y abrazos forzados la estaban haciendo perder el control de sus emociones. Vio a una de sus tías encaminándose para saludar y decidió con algo de sigilo retirarse para ahorrarse los besos de más y las lágrimas de cocodrilo que sabía derramaría.

Se acercó al pequeño grupo de personas alrededor del ataúd de su madre, abriendo paso para verla por última vez. Las personas a su al rededor la miraban con angustia; al verla tan afectada, y no era para menos, ya que sus ojos estaban enrojecidos producto del llanto, y sus labios estaban ligeramente morados. Su cabello había perdido color en la última semana y muchos juraban que no se había molestado en tomar una ducha, ella había perdido más que a su madre, había perdido a la mejor amiga de toda su vida. Una niña se acercó y la abrazo sin importarle si lo deseaba o no; solo la tomo de la cintura y la apretó con fuerza, con intenciones de trasmitir toda su energía positiva a la chica que parecía había muerto junto con su madre. Ella la tomo con la misma fuerza y se hundió en la cabellera de la niña musitando a lo bajo que “estaba bien” cuando toda su anatomía la desmentía. Tomo a la niña de la mano y se alejaron del tumulto de personas admirados al ver aquella interacción y la forma tan dulce con la que ella miraba a la niña, tratándose de una joven tosca y grosera la mayor parte del tiempo. La ceremonia inicio y ella ya estaba ausente, no deseaba ver como enterraban a su madre que solo hace una semana había estado amándola, tres metros bajo tierra, no deseaba ver como la convertían en un simple cadáver enterrado entre puros y poco benignos “familiares”.

- ¿A dónde iras ahora Mer? - preguntó la pequeña a su lado, curiosa al ver a su prima tan callada.

Ella la miro inquita a su pregunta, ¿qué haría ahora que su madre había muerto?, al final aún era una adolecente.

- No lo sé preciosa, no se qué pasara conmigo ahora- dijo algo cohibida y confusa.

- Puedes quedarte en mi casa, tengo un sofá cama en nuestra sala y te puedo convidar de mi comida… - la miró con ternura riendo mientras la abrazaba

- Ya veremos qué pasa gorda.

Ambas esperaron pacientes a que la ceremonia terminara y se fueron camino a la salida. Uno de sus familiares se acercó a sus espaldas y la tomo del brazo para llamar su atención.

- Mérida espera, tu… tú debes venir con nosotros para aclarar algunas cosas que quedan pendientes –

Dijo tímido viendo sus grises ojos algo rojos por el llanto, sintió deseos de abrazarla pero sabía la clase de chica que era, sabía que lo iba a rechazar a sí que solo se limitó a sonreírle con gracia.

- Amm… está bien-

Bufó disconforme con la situación, zafándose casi de inmediato su brazo del tacto del chico. 

Se volteó y miro a la niña haciendo una mueca que causo gracia a la niña, desbordando una audible risa en el lugar, regalándoles algo de alegría a los demás.

- princesa, debo marcharme, ve con tu mami ¿quieres?

La niña asintió y se marchó con su madre. El chico aun veía a Mérida inquieto al verla tan dulce con un ser humano, sorprendido al advertir que tan rápido podía pasar de ser una chica agradable a una chica fría y tosca.

- ¿A dónde debo ir y por qué?  

El encogió sus hombros al ignorar realmente a que debían ir.

- Papá solo me mando a por ti.

Asintió y siguió a su primo, quien la dirigía a sus tíos supuso ella, al no entender. Su tío la abrazo acaloradamente, la invito a subir al auto, para entonces dirigirse a su vivienda. El camino no era si más callado y algo incómodo, su primo la acompañaba en el asiento trasero mientras veía a sus padre conversar relajadamente. “malditos bastardos, ellos no tienen que convivir con la rara” pensó algo molesto al verse sometido a tan incómodo trayecto. En cuanto arribaron en la casa bajo de un salto del auto deseando llegar a su habitación y alejarse de todo, pero su padre al ver su caminar apurado y sus intenciones lo detuvo susurrando que debía estar presente en la conversación al ser un miembro afectado de la decisión que habían tomado. Quiso protestar, pero se detuvo al entender el tono desafiante de su padre.

- Vamos mi niña hay cosas que hablar. –  dijo su tío en tono cariñoso

Mérida no hablaba demasiado, ya que una parte de si, sabía lo que querían, conversar. Observo por primera vez aquella casa a la que se había negado ir innumerables veces. Vio sus amplios jardines y la infraestructura extremadamente costosa que  había visto jamás. Su madre era la  única que la mantenía y su trabajo era modesto, al igual que sus ingresos, así que su vivienda era humilde y muy pequeña en comparación de aquella que parecía tener más habitaciones de las que necesitaban. Una vez dentro su boca se abrió en asombro al ver el interior tan fabuloso, con tantas pinturas en sus paredes y pisos en los que juraba podía ver su reflejo como si fuese un espejo. Su tío la encamino con su mano en la espalda ordenándole amablemente que tomara asiento en uno de los sillones que se centraban en lo que acertó era la sala de televisión. Vio como sus tíos y su primo, imitaban sus acciones sentándose frente a ella con miradas algo expectantes de todas sus acciones, como analizando una posible furia emerger de su ser, pero ella estaba adormecida y muy callada, sin fuerzas ni deseos de llevarle la contraria a nadie.




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