Condename Ayer. Saga Destinos Cruzados

XV. Dolor

Arsher

La cara de Derek se ve de un blanco tan pálido que casi se me sale una carcajada, su frente sudorosa delata el temor que siente en el momento que el sujeto se presenta como el hermano de Banks. Su expresión de suficiencia se extingue y pasa a ser la del cachorrito del que me estaba hablando. Contrario al hombre que lo mira con muchas ganas de estrangularlo. Los chicos se tornan cabizbajos ante la situación Tan extraña como graciosa porque ver el gigantón temblarle a otro hombre que no siquiera es tan alto… no tiene precio.

Claro que el tipo parece policía, pese a la rabia que hace estragos en su cuerpo – lo noto por como tiembla ya que me ha pasado infinidad de veces – es tan controlado que quiero ponerme a gritar. Envidio ese control, debe ser militar. Si señor.

—¡Eh, yo, mucho gusto señor! – ofrece una mano temblorosa bañada en sudor que el otro aludido ni siquiera mira.

—Si, lo que sea ¿su paradero? – ahora mira a todos y es Yarel quien le señala puerta improvisada.

—En la enfermería señor – asiente.

—Gracias – es lo único que dice y se pierde entre la cortina plástica.

— Espero que esto no salga de aquí – advierte un Derek ya mas tranquilo.

— ¿El que te cagaste de miedo al saber que la chica tiene quien la defienda? – esa boca mía tiene vida propia igual que mis pies.

— ¿Qué mierda has dicho imbécil? – se acerca amenazante.

¡Vaya, vaya, vaya te he sacado de tu zona de confort! ¿eh idiota?

Me cuadro listo para noquearlo de nuevo ahora sin preámbulos, su respiración es trabajosa porque he dado en el blanco y no se amilana ante la opción de ser desmayado de nuevo, no quiero que me tema solo deseo poner el límite, que ni siquiera mire hacia donde estoy parado y eso al parecer se gana a golpes en este sitio, pero como me considero una persona complaciente entonces golpes serán…

—¡Ni se te ocurra Macmillan! – me irgo ante la advertencia del entrenador y al mirar a mi alrededor descubro el tumulto de personas — O’neel retírate – ordena, pero el sujeto se siente humillado y no recula, me apoyo en el pie derecho para sacar el Upper directo a la mandíbula — ¡he dicho que basta, Derek tu padre bien para acá! – y como por arte de magia su molestia se extingue y sonríe ¡el estúpido sonríe!

—Creo que va a tener que ser en otra ocasión pequeñín – se encoge de hombros y me hace un guiño, ya su expresión es de niño bueno.

Este tipo tiene más problemas psicológicos que yo, si no fuese porque estoy diagnosticado diría que el bipolar es él.

—Si tienen algo que arreglar va a tener que ser en el ring con un par de trusas y la maldita campana o me vere obligado a disciplinarlos a ambos – gruñe cada palabra, pero sabe que esto no termina aquí.

—¡Derek, Jesús! – el decano llega casi después de una carrera contra reloj.

Atrapa las solapas de la chaqueta de su hijo y revisa todo lo que puede ante su reticencia, mira hacia todos lados.

—Estoy bien papá, fue un accidente con una chica que auxilié – dice de mala gana, —eso fue todo – el hombre lo mira con alivio y yo casi lloro por la falsedad de sus palabras.

Este tipejo necesita terapia y es mucho decir de alguien que vive en un consultorio.

—Entonces alguien me dirá que sucedió ¿no? – señala a todos.

—Profesor O’neel – se asoma Mack ignorándome por completo y una punzada de celos me deja asombrado —gracias por venir, pase por favor – se interna en la enfermería y yo casi hago un puchero porque no me miró.

Esto sí que es nuevo.

—¡Termino el circo señores, vayan a clases! – todos se retiran —Macmillan, ven conmigo – el entrenador me retiene, no me toca sin embargo su mirada me expone, sabe algo de mi pasado y eso no me agrada para nada.

Pero ya soy otra persona, ahora obedezco las reglas o al menos trato de hacerlo.

Entro a otro mundo, esta oficina es prácticamente un museo, cada cuadro, diseño y adorno han sido escogidos minuciosamente para darle el estilo de una peli antigua, hasta el bebedero que se encuentra en el rincón es antiguo y hermoso.

—He visto tu Cadillac, es precioso felicidades – observo un poco mas sin responderle, pero al sentarme en el cómodo sillon que me ofrece lo miro directamente a los ojos.

—¿Estoy castigado? – niega con los labios apretados —¿entonces que hago aquí? – ya no somos entrenador y alumno, estoy bajo amenaza y eso me convierte en un monstruo que se defiende con garras y dientes.

—Ciertamente no estas castigado, pero indagando aquí y allá conseguí esto – no miro el trozo de papel que muestra sobre el escritorio.

—¿Y eso es? – aprieto los puños bajo la mesa que funge como escritorio.

—Un periódico de hace casi tes anos donde muestra unos adolescentes que se encuentran bajo presidio y este sujeto se parece a ti – me recuesto al espaldar en una actitud tan despreocupada que Polanca aprieta la mandíbula.

—¿Y que si se parece a mí? – me encojo de hombros —dicen que todos tenemos un doble en alguna parte ¿o es mentira? – sonríe.

—Jamás te delataría, solo quiero advertirte que si yo he encontrado esto también el decano o peor aún, Derek podría hacerlo…




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.