Melody
—¿Esto es en serio hermanita? – el grito de Graham llena la enfermería y me encojo, no de miedo aun cuando sé que esta furioso conmigo —¿en esta mierda las mujeres se creen chicos? – mira a Mackenzie con molestia.
—Nosotras no nos creemos chicos – la ignora deliberadamente —¿si me permite?
—¿Si me permite usted? – la mira de arriba abajo con desprecio —señorita – le dice burlón. —Necesito hablar con el decano de esta… universidad – ella aprieta los labios, pero sabiamente me hace un guiño, tal parece que está acostumbrada a tratar con patanes tal como se está comportando mi querido hermano en este momento.
—Está bien, llamare al decano – saca su teléfono y marca un número.
—Me queda claro que es amiguita del caballero en cuestión…
—¡Graham! – mi voz denota advertencia, pero le importa un pito.
—¿Qué? – se gira muy rápido, no pierde el equilibrio ni la elegancia —¿es que acaso no ves que lo ha llamado a su número personal?
—Eso no te da derecho a faltarle el respeto – le reclamo —¿Qué pasa contigo? Tú no eres un grosero, pero en este momento ¡uf! – no quiero hablarle ni que él lo haga si se va a comportar como un troglodita.
—No, no lo soy – se acerca con una actitud que no reconozco en él —sin embargo, la maldita escayola que tienes en el brazo me saca de mi zona de confort ¡pudo haber sido peor! ¿es que no lo entiendes? – me encojo en la camilla, quiero llorar por lo que está haciendo aun cuando sé que tiene razón, pero eso no le da el derecho de humillarme de este modo.
—¡Pero no lo fue! – se aparta con ojos muy abiertos —deja ya de tratar de controlarme ¡maldita sea! – abre la boca y la cierra de nuevo.
Respira como un toro, hasta parece que le sale humo de los oídos, no me gusta gritar, es decir; estoy de acuerdo si teme que algo me pase, eso es normal ¡por el amor de Dios es mi hermano! Pero hoy está lastimándome y ni siquiera le importa.
—Hay un maldito monstruo ahí fuera que asegura ser tu marido – me irgo en la camilla y de pronto el hombro empieza a dolerme… mucho.
—¿Co… cómo di… dices? – gimo, me quejo del dolor —yo… yo… - comienzo a llorar —tú sabes perfectamente que no me dejaría…
¿Quién ha podido decir eso? No tengo contacto con nadie salvo con los chicos y Leónidas es incapaz de hacer ese tipo de comentario.
—Eso pensaba, ahora no puedo asegurarlo ¡nos vamos de aquí! – cada vez está más enfadado y yo cada vez más dolida por la situación, su actuación y la evidente confusión que hay al respecto.
—¡Graham, no! – me resisto, pero es más fuerte que yo y me toma en brazos.
—¡Sr. Banks, es un gusto tenerlo por acá! – el decano lo retiene, me deja de nuevo en la camilla, se gira me cubro el rostro, no quiero presenciar esto.
—Es una lástima que yo no pueda decir lo mismo de esta situación, en este momento – señala de mala manera hacia mí con el pulgar —y menos cuando hay un mastodonte de ciento veinte kilos que afirma ser ¡el hombre de mi hermanita! – habla tan fuerte que ahora si me asusta. Temo que pueda arremeter contra el decano.
— Creo que podemos arreglarlo citando al caballero para que confiese si eso es cierto o falso – me observa comprensivo — jamás en esta institución pondríamos en tela de juicio el honor de una señorita – las palabras del hombre surten efecto al parecer porque Graham solo asiente y no gruñe—¿si me acompaña a identificar el caballero por favor?
—¡Por supuesto! – se va con el Decano O’neel y miro alarmada a Mackenzie.
Ella levanta la mano ensenándome la palma para que me calme, eso no funciona conmigo e intento bajar de la camilla.
—¡Mel, no por favor! – me detiene —espera yo voy a ver que sucede – corre hacia la puerta improvisada y muero de ansiedad.
Mack observa a través de la cortina plástica, mi respiración se acelera y el pulso ya esta ahogándome, necesito saber que esta sucediendo ahí fuera.
—¿Mack? – ella levanta la mano marcando un momento —¡!no hagas eso o voy a morir!
—¡Estan hablando con Derek – ¿ah, Derek? —¡Ay Dios la cosa se acalora! – me irgo de nuevo en la camilla.
—¡Dime que sucede por el amor de Dios! – le reclamo al borde de un ataque de nervios —. No me digas que fue Derek… - no puedo terminar de hablar porque la rubia corre hacia mi y tres hombres ingresan a la enfermería.
—Me has avergonzado como nadie Derek…
Mi boca se abre, niego con la cabeza y trato de pasar desapercibida evitando la crisis que definitivamente me sobreviene.
—Papá, yo…
—¡Tu nada, no tienes justificación! – observo al grandulón avergonzado, sus ojos están enrojecidos —puedo entender que te agrade la chica y ¡por Dios! No pasa nada, pero esto… - el hombre niega con una decepción casi infame.
Yo por el contrario no me lo creo y las lagrimas salen de mis cuencas como ríos, no solo me siento humillada, sino que me han usado y ni me enteré. Mi hermano resopla enfadado con muchas ganas de golpear a Derek que mantiene la cabeza gacha ante la recriminación de su padre y la cara de pocos amigos de mi hermano que ya parece caballo de tantos resoplidos.
#337 en Joven Adulto
#4760 en Novela romántica
romanace desamor primer amor, dolor tristeza amor culpa familia, romance traiciones drama
Editado: 30.05.2025