Condename Ayer. Saga Destinos Cruzados

XXI. Graves descuidos

Arsher

Casi caigo al suelo al escuchar las palabras de Derek hacia Melody, una emoción extraña hace arder mi piel, de pronto la cabeza me quiere estallar y el corazón me va a mil. Espero camuflajeado por la columna que tengo enfrente como un pillo, ansioso por su respuesta.

—¡Oh Derek, me halagas! – arrugo el entrecejo.

Eso no fue un “también me gustas” ¿o sí?

—¡Vaya! esa no era la respuesta que deseaba, pero me conformo por ahora – entrecierro los ojos hacia el mastodonte, ese “por ahora” se lo hare tragar —quiero que salgamos – me asomo al escucharlo y ella abre los ojos —no tiene que ser ya, pero en algún momento lo haremos… bonita.

Ella queda embobada con él y su sonrisa de lobo, es un tonto atractivo y con tamaño cariño, solo eso, no es para lanzar fuego artificiales ¡bah, por favor! Tu eres más inteligente y por alguna razón desconocida no has caído en sus brazos.

—¿Espías a los tortolos? – giro de inmediato y encuentro a Shira Donovan de pie justo en frente de mí, mi necia vista recae en su busto bastante pronunciado que se encuentra casi fuera de la blusa. Sonríe.

—¿Quieres guardar silencio? – ella pone los ojos en blanco —yo solo estaba…

—Si, sí lo se te gusta Derek – abro la boca, desconcertado por completo —a todos les gusta ¡es tan mono! – sonríe maliciosa, probándome a darle una mala respuesta para ponerme en evidencia.

Giro a verlos y Melody coquetea con él, no me agrada como todos la miran cuando pasan por su lado ¿qué me pasa? Mi frente se perla y volteo a ver el rostro de satisfacción de la pelinegra que tengo de frente.

—¡Ups, pillado! – sonrío solo con los labios. La miro con perversión mi ceja izquierda levantada.

—Sí, tiene que gustarte él porque ella es tan insípida que dudo alguien la mire por más de tres segundos…

—¿Y tú, lo eres? – abre la boca. Debo sacármela de encima mientras tengo su atención.

—¿Qué?

—Insípida por supuesto – la desconcentro por completo —¿o eres de esas chicas que saben a cereza? – se incomoda, balancea el peso de su cuerpo de una pierna a la otra.

Me mira sonriendo solo con los labios, se toca el cabello y taconea con el pie izquierdo. Veo su frente sudorosa. Sonrío. Me acerco un poco más a ella aspirando su perfume que, aunque caro huele asqueroso, pero la siento temblar. No la toco, solo rozo su oreja un poco con mis labios.

—¿Qué… que haces? – inquiere timorata.

—Demostrándote que puedo ser más heterosexual de lo que crees, cariño – suspira entrecortado —cuando lo desees te puedo probar…

¡Ok, eso jamás pasará!

Salgo de detrás de la columna dejándola sin palabras, desestabilizada por completo y excitada, para variar.

Esa mujer no me agrada para nada porque es una arpía en toda regla, paso por el lado de los “tortolos” mirando fijamente a los ojos de la única chica que me ha quitado el sueño y por lo cual me recrimino, no puedo hacerle esto a Mack, ella es buena y pese a mi apariencia me acepta más de lo que yo lo hago.

Cada porción de tinta, cada tatuaje grabado a fuego en mi piel es un recordatorio de que las personas no son buenas, puede que haya una más que otra, pero mi pasado… me hace cuestionarlo por completo y eso es un lastre que llevo a cuestas.

Escucho un “debo irme” de los labios de Melody al pasar, no la miro, no debo hacerlo, tampoco aspirar su perfume a rosas que envuelve mis sentidos como una frazada calentita en un día de lluvia en Seattle. Mirarla es pecado, es un error que no debo cometer nuevamente y menos… desearla, eso sería traición y no pretendo ser desleal a la persona que me ha aceptado aun cuando no sabe nada de mí y definitivamente no le importa lo que haya sido, por eso me largo de donde se encuentran Derek y Melody, no me importa lo que hagan o por lo menos desde este momento ha dejado de hacerlo por Mackenzie, por mí.

***

Golpeo con furia el saco, el entrenador me ha pedido organizar el torneo de din de año, pero lo quiere de boxeo. No sé si pueda hacerlo en cuatro semanas, organizar una competencia de esa índole lleva mucho más tiempo, pero también le doy la razón cuando dice que a los chicos solo les falta alguien que los golpee unas diez veces para reaccionar y adaptarse a cada técnica. Si logro convertir a este puñado de niños mimados en verdaderos boxeadores creo que abre cumplido con los requerimientos de la universidad en cuanto a deporte se refiere y no tendré que someterme al fastidio del entrenador por un buen rato.

El rostro de Melody se cuela en mi mente, esos preciosos ojos de cielo que tiene y que me han quitado el sueño por casi diez años, me producen una sensación de calor en el cuerpo, no quiero pensarla, pero es imposible sacármela de la mente. Golpeo. Uno, dos, uno, dos en repeticiones de tres seguidas y al cuarto golpe el saco sale volando por los aires hasta llegar al rincón.

—¡Vaya, vaya! – la voz de Narco me saca de las cavilaciones y observo con molestia la arena del saco que se riega en el piso —parece que alguien se encuentra enojado el día de hoy y apenas son las once de la mañana – la burla en su voz no me desagrada pese a mi amargura usual ya que siempre es así, pero el que haya dado en el blanco, definitivamente sí.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.