Confesora del Corazón de Dragón

Culpa. Latido 12

Culpa. Latido 12

Así que, por la noche estaba previsto un recibimiento en honor de la Primera Dama de Honor. Eso me resultaba interesante. Si realmente quería averiguar algo sobre el príncipe, su carácter, sus gustos y afectos, no podría haber imaginado mejor ocasión. Justamente entre las mujeres florecen más los rumores, los cotilleos, las observaciones curiosas y las noticias más actuales.

Cuando regresé a mis aposentos, efectivamente, un paje estaba dando vueltas frente a mi puerta. Al parecer, me había estado esperando. Me entregó la invitación al evento y se fue corriendo.

Leí la carta elegantemente decorada varias veces y suspiré con pesar. Todo estaba bien, pero no tenía un vestido apropiado para tal recepción. Tendría que dirigirme a Del Kartan. Él mismo me había prometido un nivel de vida acorde dentro del palacio. Así que, que me proporcione también la ropa. Recordé nuevamente su promesa de que vendría por la noche. Y también el símbolo de la Santa Omma.

Desde luego, yo no lo tenía.

La joven que hacía voto a Omma recibía un símbolo de las sacerdotisas del templo. Este aparecía después de que la adepta voluntaria bebía una poción especial preparada por las sacerdotisas. Tras probar el brebaje, en su lengua se manifestaba una runa de color rojo, parecida a la letra “N”. Inocencia —eso significaban ese símbolo y esa letra.

Ese signo solo podía ser visto por el futuro esposo de la joven, es decir, su marido, ya en la primera noche de bodas. Pues era precisamente en esa primera noche que él la besaba, como si absorbiera ese símbolo, destruyendo la runa de castidad con su beso. Por eso, las chicas que hacían el voto a la Santa Omma no tenían derecho ni siquiera a besarse con nadie, y mucho menos a otras cosas más íntimas. Y, por cierto, así era como a menudo se verificaba si las elegidas aún eran vírgenes.

Y así, probablemente, Del Kartan comenzó a dudar. Al principio, parecía creerme. Hay todo tipo de muchachas. Tal vez yo seguía el voto de castidad hasta el matrimonio, pero al mismo tiempo estaba deseando casarme, por eso me vestía de forma tan vulgar y ligera, con esos escotes profundos, para encontrar un esposo lo antes posible. Pero mi desfile en corsé por los pasillos del palacio real, seguramente, le generó ciertas dudas. ¡Vaya problema! ¿Qué hacer ahora?

No tenía la marca en la lengua. Porque Tadeo, mi prometido, y yo confiábamos el uno en el otro. Juramos ser fieles hasta el matrimonio. Y para nosotros no eran palabras vacías. Me parecía que hacer el voto a la Santa Omma, para imponerse ciertos límites y restricciones, era de algún modo una forma de engañarse a sí misma. ¿Qué, acaso eso significaba que no amabas lo suficiente como para ser fiel? ¿Que necesitabas contenerte con un voto? ¡No, eso no era para nosotros! ¡No para mí, desde luego! Cuando hablábamos de ello con mi prometido, él me apoyó por completo, y me dijo: “¿Para qué todos esos votos si ya nos amamos? No hacen falta en absoluto. Solo contigo, Iritana, veo mi felicidad y mi futuro”. ¡Eso fue exactamente lo que dijo!

Ahora, recordando las palabras de Tadeo, sentí que me abrazaba el fuego, porque vinieron a mi memoria sus besos apasionados y sus abrazos. Sí, una vez casi llegamos al momento culminante, porque Tadeo dijo que se casaría. Pero lo detuve, lo frené en ese instante. No sé por qué. Tal vez no debí haberlo detenido. Porque no sé cuándo volveré a verlo. Ni siquiera sé si lo veré alguna vez.

Porque ahora mi Tadeo está cautivo. Y no en cualquier cautiverio, sino en uno mágico. Y eso es cien veces peor que si lo tuviera cualquier enemigo común. Solo los dragones reales podrían salvarlo, porque solo ellos están por encima del mago-amo de Tadeo, que era un Mago de la Ola. Los dragones de sangre real tenían el poder y la autoridad para dar órdenes a tales magos… Pero no debía pensar en eso ahora, sino en la recepción de esta noche en honor de la Primera Dama de Honor y en qué hacer con esa dichosa marca.

Me acerqué al espejo de pared (que estaba completamente intacto, seguramente lo habían cambiado después de los gritos desesperados del príncipe Eteron) y saqué la lengua. Una lengua rosada y limpia. Sin señales. ¿Y si tomara un lápiz rojo o tinta y dibujara la letra “N” allí yo misma? Ajá, y entonces toda la boca estaría roja porque la letra se correría con la saliva en cuestión de segundos. ¿Qué hacer entonces?

¿Y acaso Del Kartan había visto ese signo en alguien? Seguramente sí, si quería comprobarlo. Yo lo había visto en una excompañera de clase que era fanáticamente devota de la Santa Omma. En su familia todos eran así. Nos mostraba esa marca a nosotras, las chicas del grupo. Se parecía más o menos a heridas no del todo curadas en la lengua. Como si alguien hubiera escrito la letra con una cuchilla y, tras varios días, las heridas hubieran sanado un poco dejando la forma de una “N”.

Me giré lentamente y miré la mesa donde había varias cosas útiles. También había un abrecartas. Afilado. Uno que podría servirme en esta situación. Porque no veía otra salida. ¡Pero tengo a Karuk! Creo que para la noche ya habrá curado un poco la herida en mi lengua. Justo lo necesario para que parezca creíble. ¿Pero cómo voy a hablar entonces? Seguramente dolerá mucho. Ahora y después, cuando tenga que hablar con alguien. ¿Y comer?

Me dejé caer en el sofá con desesperación, rodeando mi cabeza con las manos. La angustia y la impotencia rondaban en mis pensamientos. Pero no había otra salida.

Apenas llevo dos días aquí, en el palacio real, ¡y ya estoy llena de heridas! Oh, Santa Omma, ¿qué me espera aún?



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En el texto hay: dragon, amor romantico, del odio al amor

Editado: 06.05.2025

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