Confinados

Parte única

Mi vida era simple, durante las mañanas me dedicaba a hacer el aseo de la casa y dejar todo ordenado. En las tardes hacía algo de ejercicio, y en las noches me dedicaba a mi trabajo hasta bien entrada la madrugada. Soy escritor y redacto una columna para el periódico local, vivo en un apartamento solo y me limito a salir entre veces solo para hacer lo necesario: compras, diligencias y algunos casos extraordinarios. De vez en cuando, la editorial hace salidas de campo e integración a diversos lugares. Por lo general trataba de zafarme de eso, pero en últimas me obligaban a ir para conocer al nuevo personal con quienes tendría que relacionarme, y demás. Sin embargo, seguía trabajando desde casa sin ningún problema. Las relaciones sociales nunca fueron mi fuerte, y tampoco me interesaba aumentar mi grupo de amigos.

Lo único que sí me obligaba a salir de casa, era mi madre. La visitaba sin falta una vez por mes y le llevaba algunas cosas de su gusto: maní, avellanas y algo de frutas. Disfrutaba leyendo los libros que le regalaba, y de nuestras largas conversaciones mientras mirábamos a la gente pasar por la calle. Mi estadía allí podría durar hasta tres días, en los cuales volvía a ser el pequeño hijo de la señora Rosalba. No puedo negar que los disfrutaba enormemente, pero al fin y al cabo era pasajero, debía volver a mi rutina diaria.

Sin embargo, tres días después de mi última visita a mamá me llamó desesperada pidiendo mi ayuda. En las noticias habían anunciado hace poco tiempo una epidemia en Asia causada por un virus nuevo, por lo cual la hija de su mejor amiga, Jane, se regresaba desde Japón para evitar el contagio antes que este llegara a su ciudad. Al ser algo tan repentino, no tenía donde quedarse y solo se le ocurrió ofrecerme como la solución a sus problemas. La chica llegaría en dos días y solo se quedaría en mi casa por lo menos una semana, o mientras encontraba un lugar donde quedarse. No tuve de otra más que aceptar a regañadientes, sin embargo, a solo dos días de haber llegado al país instauran la cuarentena preventiva obligatoria a nivel nacional, debido a que habían detectado los primeros casos de la enfermedad en la capital. ¿Qué significa? Estar por tiempo indefinido encerrado en casa, con una completa desconocida en plena pandemia global.

— Bien —anuncié con autoridad, mientras Jane me miraba con sus ojos grises y una expresión inocente— si vamos a estar encerrados por tiempo indefinido, hay que poner reglas.

—Me parece bien —contestó con una sonrisa.

—Ok… —titubee— primera, nos dividiremos el aseo de la casa: cada quien arregla su cuarto y nos turnaremos para lavar la ropa. Segunda, yo puedo cocinar desayuno y almuerzo, la cena si te la dejo a ti porque es mi horario de trabajo. Tercero, nada de escándalos ni ruidos demasiado alto, sufro de migraña, y, por último, espero no te moleste si de vez en cuando… casi todas las noches, las luces de la sala están encendidas, suelo trabajar hasta muy tarde.

—Eres bastante estricto —dijo dubitativa.

—Estoy acostumbrado a vivir solo —me encogí de hombros.

—Entiendo —contestó con una dulce sonrisa— no te preocupes por mí, me portaré bien.

A pesar de tener más o menos mi edad, unos 23 años, aún tiene facciones que la hacen ver adorable cuando sonreía. Sus ojos grises tenían ese brillo que reflejaba inocencia, sus mejillas sonrosadas le daban un toque coqueto y su sonrisa era hermosa. No era muy alta, de cuerpo delgado, piel blanca y cabello castaño. Sin duda alguna, una chica preciosa.

—Ok… Gracias… yo… —tartamudeaba sin control, su sonrisa me tenía nervioso en un sentido que jamás había experimentado— iré a cocinar, creo que ya es hora del almuerzo.

Los días pasaban como si nada hubiese sucedido, o por lo menos así lo sentía yo. Jane, por su parte, estaba un poco ansiosa y estresada al estar tanto tiempo encerrada. La primera semana trataba de darle su espacio personal, la dejaba entrar al baño primero, evitaba acercarme demasiado a ella y respetaba su privacidad. Al fin y al cabo, es mujer y yo soy hombre, no quería causar malos entendidos mucho menos en esta cuarentena. Hasta que un día, ella misma se acercó a mí.

—Hola, Javi —me saludó con su radiante sonrisa.

Me encontraba en la sala, sentado en mi puesto de trabajo como hacía todos los días a partir de las 6 de la tarde. Ella, con su short de licra y su blusita hasta el ombligo, se sentó cruzada de piernas en el sillón detrás de mí. Trataba de no mirarla demasiado, pero era algo que me costaba un poco de esfuerzo. Los nervios me delataban y ella solo sonreía tiernamente al ver mi torpeza.

—Jane… —me giré para verla de frente— hola, ¿qué tal?

—¿Qué haces? —indagó curiosa echando una ojeada a la pantalla detrás de mí.

—Yo… Ahmm… Escribo —contesté entre balbuceos— trabajo como escritor en una editorial local.

—¿En serio? —dijo sorprendida— ¿escribes libros o solo columnas periodísticas?

—Las dos cosas.

—¡Genial! —exclamó maravillada— a mí me encanta leer, ¿Puedo ver?

Sentada en el brazo de la silla, leía atentamente los primeros capítulos del libro que escribía con tanto esmero. A pesar de haber publicado en formato físico con la editorial, aún no era muy reconocido por mis escritos, por lo que siempre estaba la duda dentro de mí si de verdad estaba haciendo un buen trabajo, pero ella, con solo esa sonrisa que iluminó su rostro y unas simples palabras, cambió esa percepción dentro de mí. No voy a negar que me encantaba cada vez más el verla sonreír, disfrutaba ver su expresión de emoción cuando hablaba de sus cosas, de lo que le gustaba y había vivido en Japón. Desde ese día nos fuimos acercando poco a poco, mi falta de experiencia en relaciones sociales me causaba algunos problemas, pero eso solo provocaba que ella estallara en carcajadas. No tenía quejas al respecto, su risa de “foca epiléptica con trastornos mentales” como ella misma lo había llamado, era música para mis oídos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.