Una noche de llanto, no sé en qué momento me quedé dormida, pero no importaba. Le pedí permiso a mi mamá de salir al parque central. Le dije que quería hablar con Alexander a solas, ella me entendió y me dio el permiso. Tome mi teléfono y le envíe un mensaje de texto a Alexander diciéndole que quería charlar con él y que lo vería en el parque a las cinco y media.
En la tarde al llegar al parque, me senté en un poyo, tenía la mente en blanco. De un momento a otro, empezaba a recordar buenos momentos con mi ser querido y mi familia mientras me empezaban a caerme lágrimas. En unos minutos después, llega Alexander, alcé la mirada, me levanté de donde estaba y nos abrazamos muy fuerte. Alexander con mucha ternura me quito las lágrimas y nos sentamos en el poyo. El mundo sabe que estoy triste y lo mostraba con un clima frío y el cielo gris.
—Me preocupo mucho tu mensaje —serio-— ¿Qué pasa? ¿De qué quieres hablar conmigo?
—No soy franca contigo y es hora de decirte la verdad.
—Claro. Dime, que quieres confesarme.
— ¿Recuerdas que me dijiste que querías conocer a mi abuela?
—Obvio que sí —sonríe—. Hablas mucho de ella que tengo ganas de conocerla —toma mis manos— ¿Cuándo voy a conocerla?
—Creo que eso no será posible Alexander.
— ¿Por qué? ¿Pasó algo?
—Ayer... —trague saliva—...mi abuela cumplió dos meses de haber partido de este mundo.
El rostro de Alexander cambió completamente al darle la triste noticia. Noté una tristeza en él, como que se le iba el aire y se ahogaba por esa lamentable noticia. Sé que él tenía muchas ansias de conocerla pero era mejor decirle la verdad y de no ilusionarlo mucho.
—En verdad lo siento mucho, no lo sabía —acomoda su mano en mi hombro.
—Todo fue tan rápido —me caen lágrimas.
Alexander da un largo, lento y profundo suspiro. Se quitó una lágrima y me volvió a mirar a los ojos.
—Ojala te hubiera conocido antes para apoyarte y estar ahí consolándote.
—Yo pensé que estaba enferma como toda enfermedad que tiene cura, pero no era así. Me enteré de la verdad en la vela. Mi familia me lo ocultó.
— ¿De qué falleció entonces, exactamente?
—De cáncer en el hígado. Por eso todo fue tan rápido. Cuidé a mi abuela durante tres meses sin saber de qué estaba enferma.
—Me lo imagino. Se nota que fue muy duro. Pero sabes, ella desde el cielo esta agradecida de tus cuidados.
Saca un pañuelo y secó mis lágrimas.
—Dices que ella siempre se preocupó, te cuidaba cuando enfermabas y te daba los medicamentos ¿verdad? Vos hiciste lo mismo por ella en su enfermedad y es una forma de darle gracias por todo. Ella está muy agradecida contigo.
Alexander se acercó más a mí y me dio un fuerte abrazo consolador.
—Mira —retiro el celular del bolsillo y le muestra una foto—. Esta es una foto que salgo junto a mi abuela en nuestra última noche de año nuevo.
—Que linda es tu abuela. Se ve feliz.
—Sí —guardo mi teléfono—. Todos los días me sentaba junto a ella sin saber lo que tenía.
—Seguramente tus familiares no querían que sufrieras. Talvez tu abuela pidió que no te lo dijeran porque quería verte feliz, tranquila y alegre como siempre. ¿Nunca lo has pensado? No quería verte triste.
—Talvez tengas razón.
— ¿Lo ves?
—Cuando falleció, mi mundo quedó hecho trizas. Pero en la hora del entierro, fue más duro para mí.
—Francy —con lágrimas me abraza nuevamente—. Ella desde el lugar que este, esta agradecida por tu gran ayuda. A partir de ahora, no estarás sola porque le haré un favor a tu abuela, una promesa —despeja mi cabello del rostro—. Te voy a cuidar, no estarás sola porque estoy aquí a tu lado y nadie me separará de ti y te voy hacer feliz como mereces.
— ¿Hablas enserio Alexander?
—Nunca hable tan enserio en mi vida —seca mis lágrimas de nuevo y añadió—: Pero tengo que confesarte algo que no sabes y también mereces saberlo y te entiendo completamente por lo de tu abuela.
— ¿Qué es?
—Mi padre también murió de cáncer. Cáncer del corazón.
« ¿Qué? ¿Cómo es posible? » Pensé, Alexander me habló tanto de su padre que se me hacía imposible saber que él ya no esté vivo. Y tanto que me demostraba lo mucho que lo amaba
—Alexander... en verdad lo siento. Pero ¿estás bien?
—Él era mi mejor amigo —quitándose las lágrimas—. Pero no creas que me quedé atrás, yo seguí adelante, no me rendí y por eso aún sigo aquí en este mundo tan injusto.
—El mundo no es injusto, Dios solo sabe porque hace las cosas.
—Por eso mismo. Estoy agradecido con Dios porque no me ha dejado caer y me tiene en sus manos, así como a ti. Él no te abandona y jamás lo hará. Él hace las cosas para bien, nunca para mal
—Gracias por todo Alexander —lo abrace—. Te quiero mucho.